Ana R. Valdez y Giuliana Vargas, líderes del proyecto, con una obra de Jorge Morocho. Foto: Joffre Flores para EL COMERCIO.
En uno de los escenarios ucrónicos de Juan Caguana, soldados rusos enarbolan la bandera de la Unión Soviética sobre una cornisa del Palacio Municipal de Guayaquil, en una pintura de tonos grises que recrea una fotografía panorámica de los años 30. En la historia que propone el artista guayaquileño, la huelga de 1922 -que terminó con la matanza de trabajadores del 15 de noviembre- concluye con un desenlace insólito: la toma socialista de la Municipalidad…
El óleo de Caguana, titulado 1922-1933, es una de las obras que hacen parte de la exposición de arte contemporáneo ‘Ínfulas de manglar’, que recoge el trabajo de 13 artistas residentes de Guayaquil, entre emergentes, de mediana y larga trayectoria, cuyo trabajo ha sido a menudo galardonado a nivel nacional e internacional.
Se trata de la primera exposición de Cesa Arte Contemporáneo, un proyecto dedicado a la promoción del arte en Guayaquil. Y en su muestra de presentación ha puesto a dialogar a los artistas locales con diversas nociones de su ciudad.
Giuliana Vargas Cesa, mentalizadora del proyecto, contó que para la exposición desocuparon una mueblería de Urdesa, un almacén de propiedad de su familia, que funciona en una casona de arquitectura moderna. “La primera parte de la casa se construyó hace 33 años, con un estilo neoclásico y la segunda es de estilo art deco. La exposición responde a este espacio, al barrio de Urdesa, al proceso de urbanización moderna de la ciudad en el siglo XX y a un ecosistema circundante como el manglar”, dice Vargas. El proyecto busca visibilizar el arte local y fomentar el coleccionismo.
El título de la muestra hace referencia a una frase emblemática del historiador Julio Estrada Ycaza: “Guayaquil no es más que un manglar con ínfulas de ciudad”. Ana Rosa Valdez, curadora de la muestra, propone un giro semántico “para abordar una manera particular de habitar la ciudad hoy”. Y así, por ejemplo, el manglar es “una metáfora de resistencia” para Larissa Marangoni, quien recrea en esculturas de hierro forjado la fuerza de los mangles que sobreviven y albergan vida a pesar de la contaminación y la presión urbana a la que son sometidos.
La muestra contempla tres núcleos de exposición. En la planta baja las obras dialogan con la arquitectura de la ciudad y con sus barrios tradicionales. Las pinturas de estética diluida de Stéfano Rubira –con grafito líquido sobre tela quemada- recrean antiguas fotografías del American Park, el parque de diversiones acuático cuya construcción desplazó los manglares del Estero Salado, en los años 20, en el centro de Guayaquil. Seis cuadras de Estero y manglares inundables de la actual avenida 9 de Octubre fueron rellenadas en el punto donde ahora se encuentra el Malecón del Salado.
Una galería adjunta al recibidor principal acoge miradas más subjetivas y experiencias personales alrededor de la ciudad. Por otro lado, en la planta alta de la casona se exhibe un núcleo expositivo con representaciones de la naturaleza como las de las esculturas de Marangoni. También destaca ‘Pink’, una pintura rosada en acrílico y grafito sobre lienzo de Juan Carlos Fernández que centra su atención en el delfín.