Los visitantes se divierten y descansan en las riberas de los afluentes del páramo de Aluchan. Este atractivo se localiza a 45 minutos de Pujilí. Foto: Raúl Díaz/ EL COMERCIO
El complejo de aguas termales de Aluchan, en Pujilí, está rodeado de pajonales, plantas nativas y un pequeño bosque de polylepis. Los visitantes pueden descansar en los extensos pastizales y observar una parte de la cordillera de los Andes.
Este atractivo natural está rodeado de puntiagudas montañas y se localiza a 3 500 metros sobre el nivel del mar. El agua caliente brota entre las rocas de uno de los cerros y es trasladada a la piscina por medio de tubos.
Domedio Tipán y sus cuatro hijos son los encargados de cuidar el área natural desde 1996. Los propietarios, con la ayuda de la comunidad, construyeron tres chozas en el sector. Las casas de madera y techo de paja son utilizadas por los visitantes para cambiarse de ropa. Otras son ocupadas por mujeres indígenas para preparar alimentos, como papas fritas, cuy asado, sopa de gallina criolla, habas y mellocos cocinados y otras delicias.
Los aventureros pueden descansar y jugar en los extensos pastizales. Hay una zona para acampar y hacer fogatas.
“Es un espacio maravilloso que solo era utilizado por las comunidades cercanas. Hemos realizado varias adecuaciones para que el turista acceda con facilidad al sector”, aseguró Tipán.
Los indígenas recomiendan a los viajeros movilizarse al sector en vehículos con tracción en las cuatro ruedas. Además, pueden alquilar camionetas doble cabina en los cantones de Salcedo y Pujilí.
Desde el centro de estas ciudades, los aventureros deben viajar por una vía asfaltada hasta el ingreso a la comunidad de Yanahurco. El viaje es de 30 minutos.
En las piscinas, los turistas disfrutan de agua caliente que es transportada desde las vertientes por tuberías. Foto: Raúl Díaz para EL COMERCIO
Al llegar al centro de la comunidad se pueden degustar tortillas de queso preparadas en pailas de cerámica. También se pueden adquirir legumbres, hortalizas o quesos.
La travesía continúa por una vía empedrada. A su paso se observan los sembríos de papas, mellocos, habas y otras legumbres. En los extensos pastizales se alimentan las vacas, borregos y llamas.
Desde algunos sectores de la carretera es posible observar los volcanes Cotopaxi, Cayambe y el Sincholagua, ubicados al nororiente de la cordillera.
Al sur se divisan el volcán Tungurahua y los cerros Pilishurco y Casahuala.
El camino empedrado va cambiando al de tierra y lastre. Darwin Toro y su familia viajaron el sábado 1 de febrero del 2020. El docente contó que el último tramo que desciende a las aguas termales es irregular. “Hay que tener cuidado al conducir en el páramo. La experiencia es fantástica”, contó Toro.
Los turistas puede caminar por los riachuelos de esta extensa área verde. Foto: Raúl Díaz/ EL COMERCIO
El profesor y sus hijas disfrutaron de las cálidas aguas termales. También recorrieron parte del páramo en caballos.
Otros visitantes prefieren caminar por los afluentes que nacen en los páramos.
En el viaje se tiene la ventaja de avistar guarros, cóndores, halcones y otras aves. Además, hay conejos y ganado bravo que se alimentan en las otras montañas.