La cafetería tiene dos ambientes; en las tardes soleadas el exterior es inigualable. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
El mesero toma una hojita de la maceta y entra a la cocina. Sale un jugo de fresa, naranja y menta. Otra de las meseras se asoma al patio estira el brazo y corta, con la precisión de un cirujano, sin esfuerzo, limpiamente, un par de hojas. En unos tres minutos el agua de cedrón está en la mesa. Es lo que podría ser bautizado como la ‘experiencia Botánica’: todo natural, todo ‘easy-going’, todo estéticamente placentero.
Pero el Botánica que sí es todo lo anterior es también, y sobre todo, su café; que, obviamente, es parte de la experiencia. Si hace sol y la tarde está caliente, un Cold Brew (infusión de café servida con hielo) es la opción ganadora, incluso por encima de la Eugenia Frappé, que es una limonada rosada que viene en una primorosa jarra de vidrio con tapa y agujeros ovalados para meter el o los sorbetes (es grande). Tan preciosa, tan rosada, tan granizada y, para ciertas papilas gustativas, tan dulce.
En cambio el Cold Brew, que no tiene una gota de azúcar, es una bebida larga, recia (tanto que el hielo convirtiéndose en agua no le hace mella) y gentil a la vez. Estas cualidades no son gratuitas, tienen que ver con el grano con el que se prepara: variedades especiales de café arábigo. Como el resto de los cafés ubicados en la sección ‘Infusiones’, pertenece a unos microlotes que disfrutan más
que nada quienes saben de café; es decir, esa gente que ahora dice: ‘barista’, como si hubiera nacido sabiendo lo que significa esa palabra (por si acaso: profesional especializado en café de alta calidad, que crea nuevas bebidas basadas en él, dice Wikipedia, y eso es).
Especiales: Sánduche Botánica y cheesecake de frutos rojos. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
Para apreciar ese tipo de café, Botánica ofrece métodos diferentes a través de los cuales se extraen sabores del grano de los que comúnmente ni nos enteramos. En honor a la verdad, un no iniciado en el barismo seguramente tampoco lo notará;
es una destreza que se adquiere con el tiempo, como le pasó a Camila Khalifé, la mentalizadora y dueña de Botánica, cuando empezó a capacitarse con la gente de Café Vélez.
Pero si el ánimo no está para exquisiteces, la corta y amigable carta del lugar también tiene opciones para los mortales; a saber: Espresso, Capuccino, Moca Frappé, Macchiato, Americano, Café Bombón… Ay, el Café Bombón: un vaso mínimo y de fondo grueso (como de ‘shot’) con partes iguales de leche condensada y un espresso
bien puesto. Una cosa que se vuelve espesa y deliciosa al removerla con una cucharita.
Y como no solo de café vive el hombre, hay una serie de guiños en forma de sánduches
y postres que tienen su encanto. Como el cheesecake de frutos rojos, delicada e ingeniosamente presentado en jarritos que alguna vez albergaron mermeladas; o la especialidad de la casa, el sánduche Botánica (tomates horneados con aceite de oliva y tomillo, queso gruyere y champiñones en pan baguette -no industrial, sino hecho por una amiga panadera-) que se sirve sobre botellas recicladas convertidas en platos, lo que le da un ‘look’ chic-adorable.
Porque esa es otra, en esta cafetería todo (o casi) está hecho con material reciclado: piso, techos, sillas, mesas, macetas, platos y un largo etcétera que nace de su matrimonio (literal) con la tienda Fui Reciclado, que funciona en la parte del fondo del local. Pero esa es una historia para contar otro día, acompañada de un buen café, de esos que se hacen en infusión.
Los jugos del menú de Botánica ofrecen combinaciones novedosas y gustosas. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
Para tomar en cuenta
Quién y qué. Los esposos Camila Khalifé y Antonio Portilla. Café de calidad y productos naturales; cafetería casera.
Cuándo. De martes a viernes de 11:00 a 20:00; los sábados, de 11:00 a 16:00. Para grupos conviene reservar: 5006748.
Por qué. Por el buen café, por el aporte estético visual y sonoro; y para hacerse un poco el hipster o el muppie, que es lo ‘in’.