En los últimos dos años escuchamos con insistencia sobre la inversión millonaria que se hizo para mejorar la vialidad del país. La rendición de cuentas del Ministerio de Transporte y Obras Públicas habla de cerca de USD
10 000 millones en los últimos 10 años.
Sin embargo, esa inversión no se ve en las vías principales de conexión entre Quito, la Sierra y la Costa, como la Alóag-Santo Domingo, que ya lleva cinco días cerrada; o la Calacalí-Río Blanco, que también se dañó luego de un deslizamiento.
Para rematar, las carreteras de la Sierra centro, que son alternas cuando estas dos se cierran, tampoco están en buen estado, porque quedan inhabilitadas apenas caen las primeras lluvias.
La situación de la vía Calacalí es grave, porque estuvo cinco años a cargo del Ministerio: desde el 2013, cuando se le quitó la competencia a la Prefectura de Pichincha.
Durante ese tiempo, las únicas inversiones estuvieron destinadas a tapar los huecos que se formaron por la falta de un mantenimiento profundo de este corredor estratégico para Quito.
Ese ‘olvido’ hizo que miles de ecuatorianos padecieran una pesadilla durante el último feriado de Carnaval. A muchos, el viaje entre Quito y Santo Domingo por la única vía directa a la Costa (la Alóag) les tomó hasta 13 horas, ante el cierre total de la Calacalí, debido a un deslizamiento. En ambos casos, las autoridades estatales y provinciales aún nos deben explicaciones.
En el tema de la Alóag se dirá que la Prefectura de Pichincha y la empresa Hidalgo Hidalgo son responsables por lo que pase allí, y efectivamente es así, pero el Estado también está obligado a velar para que la vía esté en buenas condiciones y se invierta.
Desde mediados del año pasado no se realizan las inversiones previstas, después de que la Prefectura de Santo Domingo reclamara un tramo de 28 km para la administración.
Pese a los USD 10 000 millones para las vías, seguimos a merced de los deslaves.