La celebración cristiana de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, que se vive desde la noche del Jueves Santo, paraliza por tres días la actividad en varios países del mundo occidental.
Es una pausa que es aprovechada para la reflexión y también para el descanso. Se trata de un feriado importante para los operadores turísticos, que dentro y fuera del país tienen grandes expectativas sobre la circulación de visitantes.
En los países de la región, Ecuador incluido, se busca conservar tradiciones que incluyen, además de la parte espiritual, la cultural y gastronómica, un atractivo para religiosos y no practicantes. No por nada las procesiones de Popayán (Colombia) fueron registradas en la lista de Patrimonio Inmaterial de Unesco y convocan a miles de personas.
El Triduo Pascual del 2019 empezó con la imagen todavía fresca del incendio de la catedral de Notre Dame en París, tradicionalmente sede de solemnes ceremonias que suelen atraer a miles de peregrinos cristianos. Mientras tanto, en Oriente Medio los cristianos que viven en la Franja de Gaza se quejan de que no podrán acceder a Jerusalén para las festividades de Pascua por disposición del Gobierno israelí.
En su mensaje de todos los años durante la misa de la Cena del Señor con motivo del Jueves Santo, el papa Francisco hizo otra vez un llamado para que “el más grande sirva al pequeño”. En estos días, los sacerdotes hallan muchos paralelismos entre el sufrimiento de Cristo y las crisis humanitarias locales y mundiales, que son menores y preocupan: el conflicto en Venezuela, las infinitas caravanas de centroamericanos hacia Estados Unidos, la emergencia humanitaria en Haití, los miles de migrantes africanos que mueren a diario en el Mediterráneo.
A nivel local, estos días santos marcan la despedida de monseñor Fausto Trávez como arzobispo de Quito, luego de que el 5 de abril el Sumo Pontífice designara a monseñor Alfredo Espinoza como su sucesor. Se trata del fin de una etapa y el inicio de otra en la administración de la Arquidiócesis Primada del Ecuador.