La mirada de Chloe transmite dulzura y confianza. Su temperamento tranquilo hace que cualquiera que la conozca pueda relacionarse fácilmente con ella. Es respetuosa y obediente, una perra estable y equilibrada que, sin dejar de lado sus instintos, sabe cómo vivir en comunidad.
A pocas semanas de nacida, Chloe fue encontrada en la calle con sus hermanas. Foto: Cortesía Vanessa Vélez
Su historia empezó hace tres años. Una persona la rescató de la calle con sus dos hermanas. Luego de unas semanas fueron puestas en adopción en un festival. Vanessa Vélez y Francisco Cabezas, que en ese tiempo eran novios, visitaron la feria y se enamoraron de Chloe. Decidieron adoptarla y desde ese día son un equipo.
Si bien la pareja es de Guayaquil, Francisco vivía en Quito desde hace algunos años por su trabajo. Él y Chloe viajaban constantemente a visitar a Vanessa. Luego del matrimonio los tres fijaron su residencia en Quito.
Francisco Cabezas, Vanessa Vélez y Chloe en uno de sus paseos. Foto: Cortesía Vanessa Vélez.
La familia Cabezas-Vélez no es diferente a otras, salvo en un detalle: Chloe es su hija de cuatro patas. Es su compañera, su apoyo y una amiga incondicional, dice su dueña. Los tres hacen cosas como cualquier otra familia: Van de paseo, viajan constantemente, salen a restaurantes, dejan ropa en la lavandería y cocinan juntos.
“Ella es también mi compañera de trabajo”, dice Vélez quien es coach en comportamiento canino. Juntas conocen familias y ayudan a otros perros a ser obedientes y a socializar. Dependiendo del nivel de cada can que entrenan, Chloe es un ejemplo para que sus estudiantes entiendan sobre la convivencia y el respeto a las normas familiares.
Su relación con Francisco es similar a la de otros padres con sus hijas. La llena de mimos, la cuida y protege. Sin olvidar su naturaleza, la consiente como a una princesa.
Francisco disfruta de paseos con su hija Chloe. Foto: Cortesía Vanessa Vélez.
Debido a los miedos que tenía, Chloe era tímida, reservada y desconfiaba de las personas. Vélez decidió aprender de comportamiento canino para ayudarle a superar sus temores. Acudió a Mauricio Dávila, experto en este campo. Juntos lograron no solo que la perra se sienta más segura sino que su dueña decida iniciarse en esta especialización de trabajo para ayudar a otros perros a superar problemas de comportamiento.
Su cambio fue tal que trabajó en canoterapia en una escuela para niños con discapacidad visual. “Luego de que visitamos el lugar por primera vez, los chicos estaban muy pendientes de ella”, cuenta Vélez. Ahora sus padres quieren que se especialice. Por esta razón viajarán en los próximos meses a una escuela donde Vanessa y Chloe aprenderán más sobre el adiestramiento y podrán certificarse.
Para su familia, la historia de Chloe es un testimonio de que todos los perros merecen una oportunidad para mostrar su potencial. “Es una muestra de cómo le puede cambiar la vida a un perrito que es adoptado”, concluye Vélez.