Matías Duffard tiene 29 años y juega de volante. Fue fichado por Aucas para un año. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Matías Duffard se instaló en un departamento de la transitada avenida República del Salvador, en Quito.
La calle y los locales del sector son aún desconocidos para el mediocampista uruguayo, uno de los 11 fichajes del Aucas para esta temporada.
Con todo, él anda tranquilo. En Manta, cuando jugaba por el Delfín en el 2017, era distinto. Los hinchas del cetáceo lo interceptaban cuando salía a centros comerciales, junto a su pareja María Victoria y a su compatriota Cristian Malán. Les pedían autógrafos y que posaran para fotos.
“¡Por suerte, aquí nadie me conoce hasta ahora!”, dice sonriente el charrúa, de 29 años.
Por ese sector, en el norte de la capital, se encontró con sus compatriotas Emiliano García, fichado por el América de Quito, y Gonzalo de los Santos, quien cumplirá su segunda temporada en la Católica.
Ellos se juntan, por las tardes, y salen a tomar café o a pasear por los centros comerciales. También preparan asados.
Los uruguayos son los segundos extranjeros más solicitados en la Serie A, detrás de los argentinos. Entre el 2014 y el 2018, fueron inscritos 170 gauchos y 69 charrúas, en el Campeonato. En el 2019, sigue la tendencia. Los equipos ficharon 39 nuevos foráneos. 25 son argentinos y 7, uruguayos.
Argentina, con 44,2 millones de habitantes, es una potencia mundial en la exportación de talentos. El año pasado envió a 760 jugadores al exterior.
Uruguay, con 3,4 millones, envió a 324 jugadores. Por ello, los charrúas que están en el país coinciden en que es meritorio que su país exporte talentos. “Somos un país pequeño, pero tenemos jugadores en todo el mundo”, dice Duffard.
Mario Rizotto, charrúa del Macará, explica que los jugadores de su país se forman en canchas en mal estado y en ambientes de mucha presión. Esto hace que, desde niños, quieran emigrar al exterior para obtener mejores ingresos.
El pequeño volante (mide 1,65 m) jugará en su tercer club ecuatoriano. A sus 34 años, defenderá al Macará. Antes, estuvo en Independiente y Aucas.
Su esposa, Analía Silvera, y su pequeño Franco, de 5 años, lo acompañan siempre. Para Rizotto, es fácil acoplarse al fútbol ecuatoriano. Expresa que la gente es amable y, a los entrenadores, les agrada la entrega de los uruguayos.
Para García, el uruguayo debe adaptarse pronto a cualquier situación. El año pasado estuvo en el Guayaquil City. Ahora, se acopla a la altitud.
Las campañas de técnicos uruguayos también influye. En los últimos años, Alfredo Arias (Emelec), Guillermo Almada y Pablo (Repetto) alcanzaron títulos. Guillermo Sanguinetti fue subcampeón con el Delfín.
Según los directivos, fichar a rioplatenses, a veces, es más rentable que fichar a un ecuatoriano de renombre. Según Esteban Paz, los costos se abaratan en relación a un tricolor.
Los extranjeros ganan, en promedio desde USD 10 000. Uno de los empresarios que más uruguayos trae al país es Johan Wilson, quien fue jugador de Universidad Católica.
Micaela Hubad vino con su esposo Rodrigo Aguirre y su pequeño Valentín, de 11 meses. Ella quiere apoyar a su cónyuge en su adaptación a Quito y su campaña en Liga. El ariete se encontrará con su compatriota Carlos Rodríguez, quien vino solo a la capital.
Duffard, en cambio, está a la espera de su pareja y su hija.