Tania de Carapaz, junto a sus padres, Hermes Rosero y Lilián Mejía, miraron la etapa 17 del Giro. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Calles de tierra conducen a la esquina de las calles García Moreno y Jaime Burbano, donde se levanta una casa de dos pisos, el hogar del ecuatoriano Richard Carapaz. La vivienda está ubicada en el norte de Julio Andrade, parroquia del cantón Tulcán, donde ‘Richie’ y su esposa, Tania Rosero, residen desde hace cinco años.
Cuando el ciclista -que lidera el Giro de Italia y pelea por ganarlo por primera vez en su ascendente carrera- vuelve de Europa va a su refugio. Ahí se aleja de la adrenalina y de las presiones de las competencias internacionales.
La sala está adornada con fotografías y caricaturas de su victoria en la octava etapa del Giro de Italia del 2018. También hay diplomas y medallas. Son pocos en relación con los que conservan sus padres, Ana y Antonio, en su vivienda en el caserío de Playa Alta.
Carapaz conoció a su esposa en el Colegio Nacional, en Sucumbíos. Tania recuerda que hubo un flechazo entre ambos. Luego vino el noviazgo y tras el matrimonio tuvieron a sus hijos Santiago, ahora de 5 años, y Sofía, de 2 años y medio, quienes apenas saben de la trascendencia de los logros de su padre.
El pequeño va a la escuela inicial y la niña está bajo el cuidado de su madre y de sus abuelos. Hermes Rosero y Lilián Mejía, quienes viven a unas tres cuadras.
En Julio Andrade todos parecen saber algo del carchense. Es una localidad de 13 000 habitantes. “Es una buena persona, atento y educado”, dice Silvana Tatés, de 34 años, quien posee una tienda ubicada justo al lado de la vivienda del deportista.
Carapaz, a quien le encantan el cuy y los choclos, suele ir a comprar pan en la tienda. “Cuando vino de Italia, el año pasado, fue una locura acá. Hubo una caravana que llegó a las 18:00”, contó la mujer.
En la mecánica El Paisita también están atentos al Giro de Italia. Tres personas trabajan en el sitio, a cuatro cuadras de la casa de Carapaz. “Venimos temprano, a las 08:00, a la mecánica, y no podemos ver las carreras, pero estamos atentos a cómo le va”, expresa Roberto Champuelar, quien luce un overol azul y es mecánico del lugar.
Los sábados descansa de su labor y tiene tiempo para ver las transmisiones de ESPN. A él le gusta el ciclismo, aunque no lo practica. “Acá estamos orgullos de Richard”, expresa el mecánico mientras se limpia las manos con un trapo.
En Julio Andrade hay pocas referencias visuales de Carapaz. Solo en una de las empinadas calles se divisa una imagen. Sobre un mural negro aparece su foto con el casco y el buzo del Movistar Team, y sobre un fondo negro se puede leer: “Llega la montaña y Carapaz comienza a brillar”.
Tania no ve a Richard desde el 29 de abril pasado, cuando el ciclista viajó a Europa para competir por segunda ocasión en el Giro de Italia.
Desde entonces, solo las llamadas y mensajes de Whatsapp han permitido la comunicación entre ambos.
Ayer, la víspera de la etapa, la joven esposa le envió un mensaje de cumpleaños. Su pareja cumplía 26 años.
“Le dije que tenga un buen día y que esperábamos festejar con un triunfo. Estaba tranquilo porque confía en su preparación. Me dijo que tenía miedo de tener un mal día, o si se presenta una falla mecánica en la etapa”.
Ella viajará hoy a las 17:00 a Italia, invitada por Telefónica. Allá se encontrará con su novio de la adolescencia. Espera felicitarlo personalmente. Aún no sabe cuándo volverán.
Eso sí, sabe que retornará al refugio para descansar y comer un buen cuy.