Carla Pérez (segunda desde la izquierda) en la cima del Everest junto con Esteban Mena (izq.) y un sherpa (der.). Foto tomada de la cuenta de Facebook de la deportista.
Carla Pérez, la deportista ecuatoriana que logró la hazaña de subir al Everest sin oxígeno embotellado, sintió que “vació hasta el último gramo de voluntad” cuando por fin puso un pie en el ‘techo del mundo’ a 8 848 metros de altura tras 13 horas de caminata en el intento final de llegar a la cumbre.
“Vacié hasta el último gramo de voluntad, de la parte física, del entrenamiento… se volvió algo mental y espiritual”, contó la andinista vía telefónica a EL COMERCIO, a 26 000 km de distancia, desde el campamento base avanzado en el Himalaya (Asia), el 25 de mayo del 2016.
De las 14 personas que intentaron la cima sin oxígeno suplementario en esta temporada, solo cuatro lo consiguieron aunque una de ellas tuvo que recibir aire artificial en el momento de bajar. Carla vació toda su fuerza sobre la gran montaña. Se quedó sin nada. Lo hizo con cada paso, durante las 13 horas que se demoró desde los 8 300 metros de altura hasta la cumbre. Eso quiere decir que caminó unos 42 metros por hora en promedio, como ir de una esquina a otra en una ciudad. Así de complicado es avanzar por sobre los 8 000 m. y por eso pocas personas se plantean intentarlo.
“Llegué a la cima a las 11:00 (hora de Nepal), del 23 de mayo, y de ahí bajé como a las 18:00, fue bastante largo. De las tres personas que llegamos sin oxígeno, dos somos mujeres. Mellisa Arnot lo hizo en su quinto intento. Gracias a Dios yo lo logré en el segundo, es tan dura esta montaña. Subimos igualitas… En la bajada nos abrazábamos de la emoción, no sé, esa fraternidad de género, fue hermoso”. La quiteña, emocionada, contenta y agradecida, hizo un esfuerzo para conversar a través de teléfono satelital porque tiene tos. Es el mismo teléfono con el que otras veces Iván Vallejo contó sobre sus hazañas.
Carla Pérez habla desde el Everest
La deportista ya tenía algo de tos antes de la escalada, que la realizó en cuatro días. Durante ese tiempo los deportistas avanzan por distintos campamentos de altura, desde 7 100 m el primer día hasta llegar al número 3 a 8 300. Desde ahí hasta la cima se demoró más de medio día en subir y seis horas más en bajar.
“Nunca sentí ese cansancio… qué hermoso, una limpieza total para el cuerpo y además con ganas, con ánimo, con amor, poniendo todo el corazón”, dijo la quiteña. Ahora, Carla Pérez y Esteban Mena, quien la acompañó en la expedición, están en el campo base avanzado a 6 400 metros. Eso es más alto que el Chimborazo. El 26 de mayo tienen previsto descender a otro campamento a 5600… tienen planificado volver a Quito el 8 de junio.
¿Qué enseñanza dejó esta vez la montaña?
“Esta idea se me vino mientras subía. Creo que nacemos con una bolsa de monedas de voluntad. Pones voluntad para graduarte de la universidad, para superar cosas difíciles… de alguna forma es una gran plenitud en la vida, aunque sea por un momento muy efímero, que esa bolsa se quede vacía porque se lo ha todo. Saber que en un momento de tu vida lo diste todo, con alma, corazón y cuerpo, por cualquier razón que sea, por los sueños… a veces nos quedamos con esa bolsa llena de monedas por miedo…”, explicó la deportista que también subió al Cho Oyu, la sexta montaña más alta del mundo, en el 2014.
Esta vez, ella se convirtió en la primera mujer latinoamericana en subir sin oxígeno embotellado al Everest. No obstante, esos membretes y reconocimientos no son tan importantes como contribuir con su esfuerzo para que otras personas, desde sus distintas actividades cotidianas, se motiven a darlo todo.
En el monte más grande del planeta, al bajar al campo base, otros montañistas se detenían para abrazarla. Ella sintió mucha gratitud de otros deportistas que entienden la magnitud de lo que ha hecho.
Los últimos 150 metros, cuando ya se alcanza a divisar la cima, fueron los más difíciles. La andinista sentía que “ya no podía más”, que estaba muy cerca pero que ya no tenía fuerzas. Entonces fue determinante la fortaleza mental. En esos momentos se acordó de su familia, de las personas que la han apoyado, de las mujeres… del país y la tragedia del 16 de abril. “Ayudó mucho pensar en lo que ha pasado… La familia de mi mami es de Manabí y de guagua iba a Flavio Alfaro, Chone… más allá del cariño a la provincia, saber que mucha gente está pasando momentos tan duros me dio fuerza. Dije debo llegar, para transmitir esa energía de que sí podemos, de que sí se puede llegar lejos… con ese ánimo a muerte por salir adelante. Fue un momento muy espiritual, muy bello…”.
En las horas de mayor fatiga recordó además las palabras que Iván Vallejo escribió en una carta que debía abrir en el campamento avanzado número 3. “Los milagros existen”. Ella se aferró a eso para continuar, con esos pasos lentos, cortos, que la llevaron a la cumbre. “Lo he dado todo en la vida, he luchado hasta el final por lo que sueño”.
Esteban Mena también conversó desde el ‘otro lado del mundo’. “Ha sido inspirador ver cómo pudo ser capaz de darlo todo… realicé el ascenso con oxígeno suplementario para asistirle y acompañarle en una posición tan vulnerable como es subir sin el uso de oxígeno adicional. Simplemente inspirador… fue un día bueno, pero sobre 8 mil metros siempre es complicado…”.
Con esta expedición se cierra un círculo para el equipo Somos Ecuador, que se formó en el 2009 después de que Iván Vallejo lograra completar los 14 ochomiles (las 14 montañas sobre 8 000 metros). Entonces, el andinista quiso que un grupo ecuatoriano lograra hazañas en las elevaciones más importantes del planeta. Lo han hecho.
Todavía no se confirman los nuevos proyectos deportivos, pero Vallejo, Mena, Carla Pérez y otros deportistas tricolores de seguro continuarán buscando retos que pocos en el mundo son capaces de intentar.