El arquitecto Fernando Ron posa en el área social del penthouse remodelado. Tiene una vista panorámica de Quito. Fotos: Diego Pallero / CONSTRUIR.
Darle nuevo aspecto a un espacio con 40 años de antigüedad fue el gran reto del arquitecto Fernando Ron. El centro de operaciones fue un penthouse de las Torres de Almagro, obra de Diego Ponce Bueno, uno de los íconos de la arquitectura quiteña y ecuatoriana, fallecido en el 2013.
Este penthouse, ubicado en el piso 14 de una de las torres, es ahora la vivienda de este arquitecto, que plasmó su espíritu joven y su concepción del espacio arquitectónico en cada rincón del departamento.
Una arquitectura contemporánea es la que Fernando Ron quiso aplicar en el departamento, con una inclinación hacia el minimalismo.
Esto implicó el uso de materiales cálidos y un poco emblemáticos de Quito –señala Ron– como el porcelánico o los mesones que parecen de piedra, como las del Centro Histórico. Así también, los materiales se asemejan al mármol de Carrara o al travertino.
Según el arquitecto, a pesar de que el diseño es lineal y muy limpio, esto genera una nueva interpretación de los materiales clásicos, con los que se construyeron los espacios en un principio.
En la cocina, abierta e iluminada, predominan los grises.
“Nos enfocamos mucho en utilizar las alturas propias del departamento y jugar con la iluminación, con detalles, cosas pequeñas pero que realcen cada esquina”.
Detalles como este se destacan, por ejemplo, en la chimenea, que está cubierta con planchas de acero al óxido, que sirven para dar al espacio un contraste con el metal.
Dos pisos y medio conforman 400 metros cuadrados. La planta baja es el área que predomina; allí están la sala, el comedor y la cocina, integrados en un solo ambiente.
Detrás del mueble principal de la cocina hay una puerta de espejo, que conecta con otro ambiente en el que se esconden la lavandería, la bodega y el área de servicio, con salida directa al ascensor de servicio.
En la decoración, Ron explica que fueron lo más sencillos posible. “Siempre hemos tenido la idea de que el espacio arquitectónico habla por sí solo”, comenta. Por esa razón, prefirió no sofocar con muchos colores ni figuras. De hecho, el único cuadro que se exhibe en la sala es uno de 1600, de la Escuela Quiteña.
La chimenea de la sala tiene planchas de acero al óxido.
La sillonería es minimalista e inspirada en los años 60. En ella resaltan el color mostaza fuerte y las patas tipo vintage. Se trata de un gusto de la familia por los detalles arraigados a los años 50 y 60, donde se comenzó a diseñar de esta manera: lineal y con colores o detalles fuertes en dos o tres sectores, pero siempre respetando el diseño arquitectónico.
Según Ron este tipo de diseño se ve en el Londres de esos años y, por ende, la decoración así fue la que lo inspiró. A esto se suman colores neutros y materiales atemporales para conseguir eficiencia.
El pasillo, iluminado con franjas de luz que cortan en diagonal, conecta con tres dormitorios, un baño social, un baño compartido y las áreas de vestidores independientes.
En el área cubierta de piscina hay una pared de escalada.
En completa oscuridad, ese espacio se percibe como un túnel, se transforma conforme transcurren las horas del día.
Al final de este trayecto se llega a un vestíbulo de distribución, donde hay una escalera en espiral que se conservó en su forma original por el tipo de madera y su diseño.
Esta lleva a la segunda planta, donde está el sauna, un baño y la piscina exterior cubierta. Allí también hay una pared de escalada y junto a este espacio se encuentra el área de BBQ y la sala de juegos, desde donde se sube al helipuerto por una escalera. Allí hay una vista de 360 grados de la ciudad.