La arquitectura andina cautivó a una pareja de extranjeros

Las cubiertas de tejas y de paja también se mantienen en otras edificaciones.

Las cubiertas de tejas y de paja también se mantienen en otras edificaciones.

La construcción de la primera fase está ubicada en la parte alta de la hostería, que acoge a turistas de varios países. Foto: Álvaro Pineda para EL COMERCIO

Desde la carretera que bordea el lago San Pablo, en Otavalo, Imbabura, se observa una casa de paredes de color naranja rodeada de pequeñas parcelas agrícolas.
En la fachada del inmueble sobresale una ventana construida con la forma de una chakana. Según la cosmovisión indígena, esa cruz andina refleja una vida en armonía.
Sus ideólogos, el suizo Reto Schnyder y la argentina Anabel Godoy, se inspiraron en diseños ancestrales porque admiran la cultura andina.

La pareja se conoció en Montañita, provincia de Santa Elena, y desde hace 10 años se radicó en Imbabura. En la comunidad kichwa de Araque, ubicada en las faldas del llamado ‘Corazón del Imbabura’, en el flanco sur del volcán, adquirieron un terreno de unos 11 000 m².

Las cubiertas de tejas y de paja también se mantienen en otras edificaciones.

Ahí levantaron la Hostería Samay Toa -Descansa Princesa-, un espacio destinado a turistas que gustan del contacto con la naturaleza. El lugar conjuga las arquitecturas andina y mediterránea. Sin embargo, la esencia de esta construcción es el adobe, con el que están levantadas la mayoría de paredes.

A Schnyder le gustó el noble material por las propiedades térmicas, pero también porque considera que le ofrece más garantías. Con la ayuda del francés Matías Schetting, amigo de la pareja, se diseñó el proyecto. En la construcción colaboraron albañiles de la zona, que eran guiados por los extranjeros.

La primera edificación que fue levantada tiene un diseño andino. Cuenta con dos plantas. En cada nivel hay tres habitaciones y una chimenea. En una de ellas está la chakana, que permite una vista panorámica del lago San Pablo.

Las columnas de las paredes y las vigas del tumbado son de eucalipto. Los entrepisos y las ventanas también son de madera. El techo es de teja. Esos materiales evocan las construcciones suizas, comenta el emprendedor, de 40 años.

Para proteger de las lluvias al adobe, todos los muros del inmueble fueron enlucidos con una fina capa de cemento, pero con un estilo rústico.
En la decoración priman coloridos tapices entretejidos por los kichwas Otavalo y otras artesanías de la zona.

El inmueble, de color blanco, rememora el diseño de las construcciones mediterráneas.

Uno de los actuales retos es concluir un nuevo sitio de alojamiento, que tiene un estilo mediterráneo. Este último será el rincón más lujoso de la Hostería Samay Toa.
En este sitio antes funcionaba un bar, en el que resaltaba su techo de paja. Pero fue desmontando para dar paso a la nueva construcción.

El sitio también cuenta con un área para acampar. Para los aventureros se levantó un baño y duchas de un estilo campestre.

Las piedras con las que están hechas las caminerías fueron traídas desde el río Chota.
Incluso hay un círculo en donde con pedruscos pequeños de colores se formó otra chakana, que rinde homenaje a este territorio ancestral.

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