Comentarista
@guapodelabarra
Las coincidencias, se dice por ahí, no existen. Por eso, no puede ser casualidad que las selecciones ecuatorianas Sub 20 y Sub 17 se clasifiquen en un mismo año a los mundiales de sus respectivas categorías. No puede ser coincidencia que, en ambos torneos sudamericanos, el máximo artillero haya sido ecuatoriano. No puede ser obra de la suerte que el entrenador Javier Rodríguez haya sido parte de cuatro procesos exitosos de menores (trabaja con ellos más de una década) y estará en su cuarto Mundial como entrenador titular, un record entre todos los que han pasado por nuestras selecciones nacionales. Nada mal para alguien que era comerciante en la Bahía.
Y no puede ser casualidad que tanto la Sub 20 como la Sub 17 se hayan clasificado a pesar de que algunas de sus figuras no pudieron viajar por culpa de las lesiones.
Por esa razón, porque esta colección de hechos no puede ser una coincidencia, el fútbol ecuatoriano tiene un poderoso ejemplo de lo que se debe hacer para que el futuro de nuestro deporte sea prometedor. Los clubes deberían trabajar con más fe en las divisiones menores, contratar menos refuerzos extranjeros y dar más espacio a los novatos, y educar a los nuevos jugadores no solo en lo deportivo sino en lo espiritual y material, para que aprendan a planificar su vida. Porque no hay nada más triste que un prometedor jugador echado a perder por la falta de juicio.
Ojalá, luego del Mundial, podamos verlos en los clubes, brillando pero sobre todo siendo felices, porque de eso se trata el fútbol.