La pandemia se convirtió en la coartada perfecta para que el fútbol ecuatoriano esté próximo a convertirse en un producto Pague Para Ver (PPV, que coincide con el inglés Pay Per View) exclusivamente.
El anuncio de que el resto del año de la Serie A se jugará sin público es la antesala para que se impongan las transmisiones de pago por evento, algo que de todos modos estaba avanzando en el país pero que, tras el impacto del covid-19 en el deporte, será una realidad.Esto merece unas primeras reflexiones.
La primera: se consagra la idea de que el fútbol profesional dejó de ser para los aficionados que gustan de ir al estadio, pues la recaudación por taquilla es cada vez menos importante para los clubes y sus presupuestos que otros rubros, y el aporte por derechos de transmisión se ha vuelto prioritario. Si ya los horarios de los cotejos se confeccionaban según la audiencia de la televisión por encima de las costumbres de la gente que acude a los estadios, ahora no hay razón para pensar en las horas de almuerzo ni el transporte masivo ni las taquillas.
La segunda: se consagra la idea de que el fútbol es una industria del entretenimiento, cuyos valores no siempre coinciden con los del deporte. La rentabilidad es la que hundió, por ejemplo en el mundo de la música, a la salsa, cuya aparatosa puesta en escena se volvió onerosa, para preferir géneros que pueden producirse en un estudio casero. Pero ¿es posible vender un Clásico del Astillero sin público? ¿O un LDU-BSC con la Casa Blanca vacía? ¿El título se definirá sin hinchas? Hasta en los videojuegos el público forma parte de la función.
La tercera reflexión tiene que ver con la sensibilidad. ¿No debería ser el fútbol, dada su relevancia social, un espectáculo asequible, tras esta crisis? El PPV puede ser contraproducente.
Los hinchas de Emelec en el estadio Capwell durante un clásico del Astillero. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO