José Gabriel Dávila quiere ser el mejor escritor del mundo y viajar a Japón. Para lograrlo, todas las mañanas sale de su casa, se sube a las unidades del Trolebús en Quito y vende sus escritos por el precio que los usuarios quieran darle a sus trabajos. Cada cuento y poema le acerca un poco más a cumplir sus metas. Aunque le falta un largo camino por recorrer, no pierde la esperanza.
A José Gabriel le nació la idea de vender sus escritos cuando terminó el bachillerato, hace cuatro meses. En ese momento se dio cuenta que necesitaba dinero para cumplir sus sueños de escribir y viajar. Su padre, que siempre ha apoyado en sus iniciativas, le sugirió la idea de vender aquellas hojas que contienen los versos de su autoría. Fue así que empezó su camino.
Un martes 4 de septiembre del 2018, José Gabriel le contó su proyecto a uno de sus amigos, imprimió cien copias de un cuento que había redactado tiempo atrás y un día después ya estaba subido en uno de los alimentadores del Trolebús, presentándose con la gente y contándoles sobre sus anhelos y metas, mientras la unidad recorre Quito de sur a norte y viceversa.
El dinero no es lo más importante
Dávila dice que el camino no ha sido fácil, pero le empujan las alegrías más que los momentos malos que ha pasado con la venta de sus obras en el sistema de transporte. Más allá de los aportes económicos que ha recibido, cuenta con emoción que el momento que más le llenó fue cuando un joven le regaló algo que no tenía nada que ver con dinero: unas gomitas. “Es lo mejor que me ha pasado en el Trole”, recuerda José.
Pero como hay buenas experiencias, también existen de las otras. El primer día, que se subió a vender a un bus, le robaron. José estaba en una de las unidades del Trolebús, abarrotada de gente, llevaba en su maleta su celular y la billetera. Cuando trató de encontrarlas, ya no estaban. Con el optimismo que le caracteriza, José tomó este hurto como una oportunidad.
Aprovechó para actualizar su celular y cambiar su cédula en la que “salía muy mal”. Otro momento amargo fue cuando un señor le hizo callar mientras contaba cuál era su proyecto. “Me desilusionó un poco, porque no conocemos el mundo de los otros”, comenta.
La ‘fama’ de las redes sociales
La última semana de septiembre del 2018, el video de un joven quiteño comenzó a circular en redes sociales. En las imágenes, un chico de cabello desordenado, ojos grandes y voz calmada -pero segura-, decía: “Mi nombre es José Gabriel Dávila, soy un bachiller de la República que se sube a los buses del ‘Metro’ o del ‘Trole’ para venderle a la gente una idea: quiero llegar a Japón y quiero ser el mejor escritor del mundo”.
Ese video lo grabó el comunicador Inti Marcillo, quien en ese momento era un desconocido para el novato escritor, pero que ahora es un buen amigo de José Gabriel. Desde que se publicaron las imágenes grabadas en la estación de La Ofelia, en el norte de Quito, la atención se volcó hacia aquel joven que ahora debe dividir su tiempo entre trabajar en los buses, dar entrevistas, visitar a sus amigos, pasar en familia, dibujar y escribir.
El marketing de los buses
“Yo me río y hago que la gente se ría conmigo”. José tiene un discurso muy convincente cuando sube a los buses, primero llama la atención de los usuarios con su fuerte voz de joven. Después les hace la pregunta: “¿Alguien sabe cómo se dice hola en japonés?”, quien acierta se lleva uno de sus escritos gratis.
Luego pasa a la parte central de su intervención y muestra lo que él llama “mi pasaje de avión”. En realidad no se trata de un boleto de alguna aerolínea, son hojas que contienen sus creaciones, con las que espera que luego de un par de años se conviertan en el medio con el que logre cruzar los 14 400 kilómetros que separan a Quito de Japón, para convertirse en el ‘mejor escritor del mundo’.
Un último mensaje
Su mirada siempre está llena de alegría y su voz de optimismo. Al concluir sus intervenciones en los buses o cuando habla con alguna persona que le pregunta sobre su proyecto, José Gabriel siempre pide a la gente que no deje de soñar y que abandone sus miedos. “No se rindan por nada del mundo. Si me rindiera, no estaría vendiendo mis escritos para llegar a Japón. Adelante siempre, luchen por lo que quieren y a comerse el mundo”, alienta.