El candidato presidencial republicano Donald Trump durante un acto de campaña el 14 de octubre de 2016 Greensboro, Carolina del Norte. Foto: AFP
El meme mostraba a la izquierda una foto de un recolector de frutillas en flagrante posesión de rasgos faciales latinoamericanos y una foto de Donald Trump a la derecha. Una flecha señalaba al aspirante a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Republicano, y en su base se leía: “En caso de que tenga dudas, el violador es el de la derecha“.
En el país de la igualdad de oportunidades, el millonario ha repartido su discurso ofensivo con un gran sentido de la equidad: denostó a los inmigrantes (en particular a los mexicanos), a las mujeres, a los afroamericanos, a los veteranos de guerra (con acento en quienes sufren estrés post-traumático, “por débiles”), a los musulmanes, a los judíos, a los medios, a sus pares republicanos…
A esa lista demasiado extensa ha sumado ahora los deportistas, al decir que el diálogo soez en el que hizo alarde de su práctica del ataque sexual y su defensa de la cultura de la violación era “chacoteo de vestuario”.
Doc Rivers, entrenador de los LA Clippers y ex jugador de la NBA, dijo que Trump describía “un nuevo tipo de vestuario para mí”; LeBron James, la estrella de los Cleveland Cavaliers, declaró: “En nuestros vestuarios no les faltamos el respeto a las mujeres, de ninguna forma. Eso no sucede”. El ex jugador de los Minnesota Vikings Chris Kluwe escribió que en los vestuarios que él conoció se hablaba de “nuestros temores de que un aspirante a Hitler se convierta en presidente” y agregó: “Diablos, durante un par de años jugué con un tipo que luego resultó ser un violador serial. Ni siquiera él hablaba así”.
El video que lo mostró en 2005 en diálogo con el presentador Billy Bush —que el 9 de octubre fue suspendido por la cadena NBC dado su papel de compinche— parece haber sido demasiado para la sociedad que Trump aspira a conducir.
En síntesis, durante tres minutos se lo escuchó explicar cómo acosaba físicamente a las mujeres antes de atacarlas sexualmente, o saludarlas a su particular manera de estrecharles los genitales en lugar de la mano. Argumentó que su fama le permitía ese trato, y se rió.
Pero hace ya tiempo que segmentos importantes de la sociedad estadounidense no se ríen de esas cosas. “Este video sale luego de una tendencia que lleva unos cuatro años aproximadamente: la gente en este país le presta cada vez más atención al problema del ataque sexual“, dijo a Infobae Kristen Houser, encargada de Asuntos Públicos del National Sexual Violence Resource Center (Centro Nacional de Información sobre Violencia Sexual).
Este video sale luego de una tendencia que lleva unos cuatro años: la gente en este país le presta cada vez más atención al problema del ataque sexual
¿A qué se debe?
Hemos tenido casos de alto perfil —entre ellos el de Bill Cosby y el del nadador de la Universidad de Stanford Brock Turner— y han aumentado el interés en el tema, la participación de la gente que habla de esos hechos y la indignación ante esa cultura. Cuando el padre de Turner dijo que seis meses de prisión y tres años de libertad condicional eran “un precio muy alto a pagar por 20 minutos de acción” [así llamó a la violación de una joven inconsciente por intoxicación], la gente lo rechazó. Existe una indignación pública ante la trivialización de los hechos.
En los Estados Unidos existe un problema serio de agresiones sexuales contra las mujeres. El 90% de las violaciones no son denunciadas, y de las denunciadas (casi 174.000 al año según el Departamento de Justicia; 233 000 según otras fuentes: más de 600 por día) sólo el 30% llega a juicio, y en esos juicios sólo una minoría de los atacantes reciben sentencias de cárcel: “De cada 1000 violaciones, 994 perpetradores quedan libres”, sintetizó Rape, Abuse & Incest National Network (Red Nacional contra la Violación, el Abuso y el Incesto) esas cifras oficiales. A pesar de ello, el discurso público no es permisivo con el ataque a las mujeres.
No sólo en la palabra política durante la temporada electoral, ni en el ámbito de las organizaciones no gubernamentales que asisten a las víctimas: hasta en los baños de mujeres del centro médico de una población pequeña suele haber un cartel con los números a los que llamar en caso de sufrir violencia sexual o de violencia doméstica.
La revelación del video de Trump ha reforzado el fenómeno de que en 2016 se ha discutido más la personalidad de los candidatos que sus propuestas. Y eso no lo ha beneficiado: “No creo que ser devorado en estas peleas de personalidad sea inteligente de parte de Trump, y no parece capaz de resistirlas”, dijo el republicano Newt Gingrich, ex titular de la Cámara de Representantes.
Michelle Obama habló el jueves 13 de octubre en un acto parte de la campaña de Hillary Clinton: “No puedo dejar de pensar en esto. Me ha sacudido en profundidad de un modo que no podría haber anticipado”. En opinión de la Primera Dama, el discurso ofensivo de Trump cruzó un límite: “No es algo que podamos barrer bajo la alfombra como otra nota al pie perturbadora en esta triste temporada electoral”, un comentario que acaso no gustó a la candidata a presidente por el Partido Demócrata, quien nunca ha congeniado del todo con Michele Obama. “Es un individuo poderoso que habla libre y abiertamente sobre una conducta sexual predadora, y que de verdad se jacta sobre besar y manosear a las mujeres”.
Trump ha actuado así siempre, dijo. “Y escucho esto y lo siento de una manera tan personal, y estoy segura de que a muchos de ustedes también les sucede, en particular a las mujeres. Los comentarios infamantes sobre nuestros cuerpos. La falta de respeto por nuestras ambiciones y nuestro intelecto. La creencia de que a una mujer se le puede hacer cualquier cosa”. En su opinión, el asunto fue más allá de la campaña política: “Se trata de la decencia human básica”.
La esposa del presidente Barack Obama usó la palabra “intolerable”, algo similar a lo que dijo ante Infobae la trabajadora social Terri Poore, directora de Políticas de la National Alliance to End Sexual Violence (Alianza Nacional para Terminar con la Violencia Sexual):
“Esto nos da la oportunidad de que la sociedad tenga una conversación que necesita tener, para establecer que esta clase de conducta y comentarios es inaceptable”.
Para ella, además del video en sí, tuvo importancia el comentario de Trump durante el segundo debate presidencial. “Cuando dijo que era sólo una charla de vestuario, comunicó el mensaje equivocado: minimizar la violencia y el ataque sexuales”.
—¿Por qué?
Trabajamos con mucha fuerza en la prevención de la violencia sexual y tratamos de transmitir, a los varones jóvenes particularmente, el valor de que la gente se alce ante este tipo de habla. Las palabras y las acciones tienen importancia.
“Creo que la gente presta atención y se toma el tema en serio”, agregó Houser. “Probablemente se estén creando estándares de lo que se considera una conducta aceptable”. Cuando dijo que era sólo una charla de vestuario, comunicó el mensaje equivocado: minimizar la violencia y el ataque sexuales.
Otras víctimas de Trump
Desde la difusión de la apología del acoso sexual del millonario, dos mujeres hablaron con The New York Times para contar sus casos. El abogado de Trump amenazó con demandar al medio si no se retractaba de la historia, y recibió una invitación a hacerlo. David McCraw, letrado del diario, le escribió en una carta: “Si el Sr. Trump cree que los ciudadanos estadounidenses no tienen derecho a escuchar lo que estas mujeres tienen para decir y que la ley de este país nos obliga y obliga a aquellos que se atrevan a criticarlos a guardar silencio o ser castigados, celebramos la oportunidad de que un tribunal lo corrija”.
Hace tres décadas Jessica Leeds volaba en primera clase por negocios cuando Trump se sentó a su lado y, a los 45 minutos de vuelo, comenzó a hurgar en su corpiño. “Era como un pulpo, sus manos estaban por todas partes”, dijo. La mujer no dijo nada sobre el asalto, como suele suceder con muchas víctimas; trató de buscar seguridad en la cabina trasera del avión.
El mismo año del video, 2005, Rachel Crooks trabajaba como recepcionista en una empresa asociada a las del candidato, cuyas oficinas estaban en la Trump Tower en Manhattan. La joven de 22 años entonces se topó con él a la salida de un ascensor, y lo saludó. Él no le soltó la mano, y a continuación comenzó a besarla: en las mejillas, en la boca. “Me sentí tan mal porque pensara que yo era tan insignificante como para hacerme eso”, recordó a The New York Times.
Temple Taggart, una ex Miss Utah, también fue besuqueada contra su voluntad cuando compitió en el desfile de belleza. Una mujer que no se identificó dijo a The Palm Beach Post que hace 13 años Trump la sorprendió al agarrarla del trasero mientras ella trabajaba como asistente de un fotógrafo que documentaba un concierto de Ray Charles en la propiedad Mar-a-Lago del republicano.
Lisa Boyne, emprendedora gastronómica, declaró a The Huffington Post que a mediados de la década de 1990 estaba en el restaurante donde comía Trump y lo vio invitar a las mujeres a desfilar en su mesa para ver si llevaban ropa interior. “Es la escena más ofensiva de la que participé jamás en la vida. Quise salir corriendo”.
Natasha Stoynoff escribía en la revista People cuando entrevistó al candidato y su esposa sobre su primera aniversario de casados. Cuando Melania, embarazada de su hijo Barron, se retiró, Trump se ofreció a mostrarle su mansión. En la primera habitación a la que entraron cerró la puerta, la arrinconó contra una pared y la besó contra su voluntad. Trump rechazó los dichos con un segundo ataque a la mujer: insinuó que era fea para él. “Mírenla”, dijo durante un rally en Florida el jueves 13. “No me parece. No me parece”.
Si Trump fuera mujer
“Juguemos. Imaginemos que una mujer se presenta [a un debate presidencial] sin preparación, resoplando por la nariz como una adicta a la cocaína e interrumpe a su oponente 70 veces. Imaginemos más, que tiene cinco hijos de tres padres, que fue una adúltera repetida, que tuvo varias bancarrotas, que no pagó nada de impuestos federales y ayudó a la crisis inmobiliaria por la cual muchos miles de familias perdieron sus hogares. Un momento… hay más: nunca en la vida tuvo un cargo público“.
El juego de Michelle Vitali, profesora e ilustradora médica y forense, se repitió a la enésima en Facebook y ganó incontables “Me gusta” en forma de carcajada. “Tenemos que estar conscientes de que esas ideas, por horribles que sean, están ahí afuera, en la sociedad, y que nos queda trabajo por hacer”, dijo Poore. “Cada vez que nos damos cuenta de comentarios muy agresivos, inmaduros, sobre las mujeres resulta muy frustrante“.
No hace falta pensar en lo que el Estado Islámico o Boko Haram han hecho con niñas y mujeres; ni en el tráfico de jóvenes para prostituirlas; ni en el femicidio que se comete en Argentina cada 30 horas; ni en la mutilación genital de las niñas en África; ni en el aborto de los fetos femeninos en Asia; ni en los impedimentos al aborto legal inclusive en caso de embarazos por violación en casi todo el mundo; ni en el acoso sexual y moral en el trabajo; ni en las restricciones religiosas de diversa índole; ni en el linchamiento virtual de las adolescentes occidentales en redes sociales. Basta con considerar que una mujer no puede salir a la calle y dejar el cuerpo en su casa para evitar que lo vulneren. Si uno de cada 33 varones ha sido víctima de agresión sexual (en general, de otros varones), una de cada cinco mujeres lo ha sido en los Estados Unidos. El 22% de ellas no tenía 12 años; el 54%, no había cumplido la mayoría de edad.
La cultura de la violación —”Boys will be boys“, como se dice: “Los hombres son así“— no gana votos, y no sólo de mujeres. Muchos varones piensan que una mujer es la madre, la hermana, la esposa y la hija de alguien; otros piensan que es, simplemente, alguien. Esa gente ha hecho que la intención de voto por el candidato republicano haya caído de manera abrupta: según una encuesta de NBC y The Wall Street Journal, bajó a 35%, contra el 46% que mantiene Clinton.