La catedral de Notre Dame de París sufrió un incendio en la tarde del 15 de abril de 2019 en el tejado del edificio y ocasionó daños considerables. FOTO: EFE
En los conciertos, en palacios arquitectónicos, en la montaña, en la universidad, en el zoológico, en el avión, en el bus, cuando comes, cuando bailas, cuando vas al gimnasio. Acéptalo. Tu forma de decir ‘estoy aquí’ está a una ‘selfie’ de distancia. Por eso, no sorprende que días después de que la Catedral de Notre Dame perdiera varias de sus reliquias patrimoniales por un incendio que se registró el 15 de abril del 2019, miles de personas publicaron su dolor en redes sociales.
El mundo sollozó, sí. Pero también colgó cientos de fotografías y ‘selfies’ junto a uno de los patrimonios culturales más importantes del mundo. Pero ¿por qué? ¿Es la expresión del luto en la era digital o una muestra de la vanidad de los nativos 2.0?
Una sonrisa inquieta con Notre Dame de fondo se ha replicado en cientos de imágenes. Las críticas no han esperado. ¿Cómo aprovecharse de una tragedia para inundar las redes sociales de imágenes? es una de las más comunes.
En la revista Forbes, el escritor David Alm, reflexiona sobre la publicación incisiva de cientos de internautas sobre Notre Dame.
Notre Dame no es el primer edificio que ha sufrido un incendio. Tampoco es la única tragedia que ha conmovido al mundo, pese a que existen tragedias constantes como los conflictos bélicos, el hambre, las víctimas cuyos rostros son olvidados.
Alm señala que el propósito de la gente era ser partícipe de un luto, de un dolor colectivo. Aquí un botón: cuando fallecieron figuras como Michael Jackson o Aretha Franklin. Funerales televisados a los que se unieron miles de seguidores, marcados por la pérdida.
Alm, por ejemplo, lo compara con la muerte de la princesa Diana de Gales. El 31 de agosto de 1997, millones de personas se tomaron las calles de Londres para abrazarse y llorar juntas. Pero lo interesante de esas convocatorias -no muchas veces sincronizadas-, dice Alm, es que de forma implícita, la gente sabía que también estaban formando parte de un espectáculo masivo. En pocas palabras: su llanto y homenaje en los medios de comunicación en vivo.
El antropólogo Thomas De Zengotita, citado por Alm, escribe en su libro ‘Mediated’ que muchas de las personas que acudieron al funeral de la Princesa exhibieron su dolor, quizá no sabía que lo estaban haciendo. Pero entendían que ese era su rol, en dos sentidos: el sociológico y el teatral. Asimilaron también que estaban por ese propósito emocionante, en “servicio del show global, promoviéndolo en tiempo real, un show de ellos en este momento. Famosos todos”, explica De Zengotita.
Durante la última década, afirma Alm, los memes han llegado a la vida cotidiana de la gente como una imagen con un texto sobre ella, compartida en redes sociales. “Pero el término exacto debería ser ‘imagen macro’”. ¿Por qué lo relaciona con las selfies? Pues bien, su interconexión existe en la medida en que los memes tienen una influencia cultural y social.
Cuando los compartes, también te conviertes en el miembro de una comunidad que construye identidades. Eso te permite conectarte con otros e intentar de comprenderlos. Eso, a lo que llaman la empatía.
Ahora, en una era en la que la mayoría del mundo social está mediatizado, con decenas plataformas, los memes han tomado una forma virtual. Claro, incentivada por comentarios, Me Gusta, Me Encanta u otras reacciones. ¿Podría ser entonces que esas imágenes no te impulsen a conectar, sino convertir a las tragedias -indirectamente- todo sobre ti?