Los talleres sobre derechos son parte de los servicios que ofrece Alas de Colibrí. Foto: Alas de colibri
Mientras ella se hacía cargo de sus hijos en Venezuela, su esposo intentaba ganarse la vida en Ecuador. Luego de cuatro meses, una bala perdida lo mató.
Su encuentro en Ecuador con Doris (nombre protegido) y sus hijos iba a ser en este mes de agosto, pero ella tuvo que llegar antes, para reconocer el cuerpo de su esposo.
Con un embarazo riesgoso, un alto grado de desnutrición y de la mano de su hija de dos años, Doris recorre todos los días organizaciones, albergues y fundaciones en busca de un sitio para vivir y comida.
Hasta el momento -cuenta- tres espacios le han negado ayuda, porque no cuenta con la carta andina. Ella busca un lugar en el que no les reciban solo para dormir. ¿Qué hago todo el día en la calle con mi hija y en mi estado?, se pregunta.
Ayer acudió al albergue Buen Samaritano, ubicado en el sector de San Blas, en el centro de Quito, a cargo de la pastoral Cáritas y la congregación de religiosas oblatas.
Ahí se brinda ayuda bajo tres modalidades. Una es el acogimiento a personas de tránsito, a quienes se les ofrece un espacio para que descansen, no mayor a cinco días.
El segundo es para familias que buscan quedarse en Ecuador, que permanecen máximo un mes. Luego se les ayuda a elaborar su plan de vida. La tercera modalidad es para familias ya instaladas, a quienes se les brinda comida.
En la Fundación Alas de Colibrí aún recuerdan varios casos de trata y explotación laboral que sufrieron venezolanos a su llegada al Ecuador.
Celia y Camila (nombres ficticios) desaparecieron de Quito, donde se alojaron tras la salida de su natal Venezuela. Las adolescentes fueron encontradas en Santo Domingo.
“Fue un caso de trata y se les ayudó a colocar la denuncia”, explica Daniel Rueda. Él es presidente de esta fundación que trabaja con unas 2 500 personas víctimas de trata, violencia sexual, explotación laboral y de género a extranjeros y en la prevención de estos delitos.
En este espacio les explican sobre sus derechos laborales y como personas. Se les brinda asesoría legal y psicológica. Se les ayuda a buscar una vivienda digna y un emprendimiento para solventar sus gastos.
La desinformación y el desconocimiento de los derechos como ciudadanos en situación de movilidad es común en los venezolanos que llegan a Ecuador, señala Daniel Regalado, presidente de la Asociación Venezuela en Ecuador.
Nataly y Darwin acudieron a un albergue pero al no tener un documento que demuestre que están casados, en el sitio solo dan acceso para ella y sus hijos de 6 y 10 años. Nataly no aceptó separarse de su esposo.
Llevan tres meses en el espacio de oficina de una mecánica. Ahí, el dueño puso un colchón y un sofá para que se acomoden los cuatro. Le paga cinco dólares diarios a Darwin, cuando hay trabajo, por ayudarlo en el taller.
Venezuela en Ecuador direcciona a los venezolanos para que acudan a entidades internacionales y reciban atención, según sus necesidades.
Además, hacen acompañamiento en áreas como la legal o de salud, con profesionales que atienden sin ningún costo en casos de emergencia. Desde 2015, Regalado calcula que han atendido a 200 000 personas.
Aunque muchos venezolanos de la comunidad Lgbti (Lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexo) tampoco saben adónde acudir para buscar ayuda, Diálogo Diverso lleva un año informándoles sobre sus derechos y apoyándolos desde distintos frentes.
Por ser venezolanos y de la comunidad Lgbti son doblemente vulnerados, asegura Danilo Manzano, cofundador de la organización.
Entre octubre del 2018 y junio, Diálogo Diverso ha atendido más de 600 casos de venezolanos Lgbti, con el apoyo de la Embajada de Canadá, Acnur, Care Ecuador, ONU Migración, entre otras entidades.
267 casos se atendieron de manera presencial y recibieron al menos 10 atenciones cada una. Además, 350 personas fueron atendidas por teléfono u otros canales virtuales, por encontrarse fuera de Quito.
Además, se han entregado 550 kits de aseo y abrigo y estipendios económicos como parte del proyecto Mi casa fuera de casa, enfocado en los venezolanos Lgbti.
Gaby, una venezolana transgénero, intenta enviar dinero a su madre de la tercera edad desde hace cuatro meses. Recién hace 15 días pudo mandarle USD 10. La chica trans trabaja en una peluquería. Ha sufrido homofobia y xenofobia. Estos días, dice, huye de un hombre que la amenazó de muerte.