Personal de salud del Hospital del IESS Quito Sur atiende a un paciente que dio positivo para covid-19. Llevan sus trajes de bioseguridad. Foto: cortesía hospital IESS Quito Sur
La mayoría de adultos y niños con infección por SARS-CoV-2 presentó síntomas leves, similares a la gripe. Y algunos pacientes, más graves, en estado crítico, desarrollan rápidamente el llamado síndrome de dificultad respiratoria aguda.
Del 25 al 30 de marzo, médicos ecuatorianos, de diversas especialidades, se reunieron para generar recomendaciones basadas en evidencia, para la atención, diagnóstico y manejo de pacientes con covid-19.
En el documento Consenso Interino Multidisciplinario Informado en la evidencia sobre el Tratamiento de covid-19, los doctores coinciden en que las manifestaciones más comunes son fiebre, en casi el 89% de casos; tos (67, 8%), fatiga (38%), dificultad para respirar (18,6%), dolor de garganta y de cabeza (más del 13,%).
Además, un grupo presenta síntomas gastrointestinales como diarrea y vómito, en muy pequeños porcentajes.
Desde el 20 de marzo, el guayaquileño Gonzalo, de 58 años, tuvo fiebre mayor a 38 grados, tos seca y cansancio incluso cuando hablaba. Lo cuenta su sobrina, Paulina Ponce.
Con ese malestar pasó durante siete días, por lo que le prescribieron paracetamol. Días atrás, en el mundo ya se debatía sobre los efectos de este fármaco, que pudieran esconder el coronavirus. A mediados de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que no existe evidencia que afirme “un agravamiento de la infección”, por la ingesta de esa medicina.
Pero Byron Núñez, infectólogo y catedrático, afirma que cuando una persona tiene síntomas leves, estos se curan solos. “Es la evolución natural benigna (poco grave) de la enfermedad. No es necesario prescribir medicamentos para una virosis de este tipo, en el 80 % de los diagnosticados”.
En reiteradas ocasiones, los especialistas recomiendan no automedicarse. No solo porque los profesionales de la salud son los únicos que conocen las dosis correctas sino que dependerá del síntoma que se quiere atacar, de la condición de la persona, de cómo reacciona, de si tiene otros males, entre varias consideraciones.
Hasta ahora hay una polémica porque en redes sociales se habla abiertamente de medicamentos que pudieran ayudar a contrarrestar molestias de la enfermedad, en especial, en pacientes que desarrollan síntomas severos, graves o neumonía a causa del virus.
Para ellos se han probado antivirales, cloroquina o azitromicina, según la Guía terapéutica para del Ministerio de Salud Pública. Aunque sociedades médicas como la de Cardiología y Reumatología han reiterado que no hay evidencia científica y se pone en riesgo la vida de las personas.
En la guía se clasifica a los pacientes en dos grupos. Uno, con neumonía grave y que debe ser ingresado en la unidad de cuidados intensivos. A ellos se les suministra fármacos por un lapso de 10 días. Dos, personas con neumonía moderada (hospitalización o aislamiento domiciliario), con suministro de fármacos durante seis días.
Si el paciente no se recupera o hay un endurecimiento e inflamación de los pulmones, necesita ser hospitalizado.
En este espacio, los médicos se ven obligados a introducirle un tubo endotraqueal -o intubación-.
El objetivo es que el paciente pueda respirar de mejor manera. En ese proceso se utilizan ventiladores de tipo digital, complementa la explicación el infectólogo Núñez. A la técnica también se la conoce como oxigenoterapia.
En algunas salas de emergencias de varios países se ha optado por otra técnica: acostar al paciente boca abajo.
La inusual postura, según el criterio de especialistas de cuidados intensivos, ayuda a los pacientes conectados a respiradores artificiales. Esta posición, llamada decúbito prono (tendido boca abajo y con la cabeza a un lado), es la más conveniente para que los pulmones trabajen, ya que mejora la oxigenación y evacua secreciones.
Esta técnica no es nueva, ya que se usa en bebés prematuros que deben ser conectados a respiradores. Pero, al ser aplicada en adultos, requiere de un mayor monitoreo. “Los pulmones mejoraron cuando el paciente está en esa posición”, asegura el autor del estudio, Chun Pan, profesor de la Escuela de Medicina del Hospital Zhongda, en China.
Sin embargo, todavía “no existe una evidencia 100% efectiva”; tampoco se ha probado una vacuna, recuerda Enrique Terán, investigador universitario en biomedicina y salud de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ).
Para Daniel Simancas, epidemiólogo y director de Investigación de la UTE, hay que tener en cuenta que esta pandemia es causada por un nuevo virus del cual se está aprendiendo, por lo que todo tipo de tratamiento es considerado experimental.
“Dentro de las terapias en estudio están algunos inhibidores de la replicación viral o medicamentos que intentan frenar la reacción inflamatoria severa”.
También está el plasma de pacientes convalecientes o que superaron este mal. A este último se lo conoce como inmunidad artificial pasiva. Como en una transfusión de sangre se administran los anticuerpos contra una enfermedad. También se la ha utilizado en el sarampión, gripe española y AH1N1. Estos anticuerpos producen inmunidad en el organismo y lo fortalecen.
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