Un grupo de militares dirigió al equipo de EL COMERCIO a una zona afectada en Bahía de Caráquez, para entregar las donaciones a los damnificados. Foto: EL COMERCIO
Son las 02:00 del miércoles 20 y los nervios sacuden el cuerpo. Estamos listos para realizar el viaje a Bahía de Caráquez desde Quito, con el propósito de hacer un relevo de los primeros periodistas y fotógrafos de EL COMERCIO que llegaron a la zona del desastre pocas horas después del terremoto.
¿Por qué un periodista de vieja data puede sentir temor? Las redes sociales hablaron, en sus diferentes formas, de un monstruo llamado inseguridad, supuestamente acechante en las carreteras que llevan a las ciudades afectadas por el terremoto. Un pequeño convoy viajando en la madrugada y la mañana con personas, equipo de trabajo y provisiones, podía ser blanco de ese supuesto flagelo.
El viaje desde Quito empezó por la vía Calacalí-Los Bancos y comenzaron las sorpresas:
Primera sorpresa: el tráfico de camionetas llenas de agua y víveres, incluidos pequeños automóviles cargados de fundas. ¡Qué bien!, mucha gente con ánimo de ayudar a los damnificados, pero la duda era si seríamos asaltados.
Segunda sorpresa: empezamos a ver patrullas recorriendo las carreteras. Algún mal pensado dice: ‘se están regresando’, pero no. El recorrido estaba bien cuidado y vigilado por patrulleros.
Tercera sorpresa: los patrulleros no solo estaban en la vía Calacalí-Los Bancos sino también en el tramo Los Bancos-Santo Domingo. Para entonces ya eran las 04:30.
Cuarta sorpresa: la vía Santo Domingo-Chone estaba igualmente patrullada de ida y vuelta. A las 08:30, qué tranquilidad sentimos al constatar que circulaban con tranquilidad los camiones y camionetas cargados de recursos para la gente que los necesita. Lo que se nota es que en varios tramos los efectos del terremoto se sumaron a los daños por el invierno.
Quinta sorpresa: la vía Chone-Bahía se halla en buen estado. A las 10:30 llegamos a nuestro destino. Pasan los minutos mientras se coordina el trabajo y la estadía de este nuevo grupo de periodistas, que se dirigen a sus distintos destinos de cobertura a lo largo de Manabí.
Cuando supieron de este viaje a la zona del desastre, algunas personas amigas y conocidas nos solicitaron que lleváramos agua, víveres y pañales para que a nuestro buen criterio entreguemos sus ayudas.
Los pobladores damnificados, de barrios aledaños a Bahía de Caráquez, recibieron las provisiones . Foto: EL COMERCIO
Y ese fue el motivo de la sexta sorpresa: preguntamos a un teniente del Ejército, encargado de la seguridad de Bahía, cuál sería la mejor forma de entregar este gran encargo de ayuda humanitaria. La respuesta fue inmediata: ‘Nosotros con gusto les guiamos a los sectores de más necesidad, tendrán la ayuda de nuestro contingente para coordinar la entrega’. Los militares no se incautaron las ayudas. Todo lo contrario, colaboraron con la entrega ordenada.
Séptima sorpresa: los nervios se evaporaron. Regresamos tranquilos.