Germán (chompa negra) disfrutó de los juegos en el Parque Cumandá, el sábado. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Cuando Germán tenía 3 años y medio jugaba en una esquina de su casa, solo. No hablaba y tampoco miraba a su madre Paola Contreras, de 45. Ella pensó que el menor de sus dos hijos sufría de problemas de audición, pero luego del diagnóstico supo que tenía trastorno del espectro autista (TEA).
El TEA no es una enfermedad, es una forma diferente de percibir la realidad, una alteración en el desarrollo cerebral que incide en el comportamiento y la comunicación. Comienza en la niñez y se extiende durante toda la vida.
En el mundo, uno de cada 160 niños nace con esa condición. Mientras que en Ecuador, en el 2016, se reportó que 1 266 personas la tenían, según la Organización Mundial de la Salud y el Ministerio del ramo.
Lo ideal es que el autismo se detecte en la niñez, ya que es el momento para empezar con las terapias y trabajar en destrezas sociales y el lenguaje, explica la psicóloga y catedrática universitaria Ana Trueba. Además -recalca- estos chicos necesitan desarrollar rutinas.
Un niño con autismo tiene comportamientos repetitivos; aprende mediante la observación de un tema que le interesa, los dibujos ayudan.
Germán, quien ya cumplió 9 años, por ejemplo, ama escuchar sobre los dinosaurios, más animales y el planeta Tierra. Su profesora -relata Paola– usa esos intereses para que aprenda sobre las tablas de multiplicar, entre otras cosas.
Sin embargo, aún no domina la suma y la resta. Son su debilidad, por el orden que debe seguir: unidades, decenas, centenas, miles y millones.
Un niño con autismo necesita acudir a varias terapias: psicomotora, sensorial, auditiva, arte terapia, con animales y kinestésica o de movimiento del cuerpo, según su caso.
Estas constan en la Guía de Práctica Clínica de Trastornos del Espectro Autista en niños y adolescentes del Ministerio.
Germán acude una vez por semana a dos de esas terapias. La de lenguaje es importante para que logre comunicarse con los otros. Antes -recuerda Paola- solo decía ‘bus’ y ‘ma’.
Ahora, el niño habla con su madre con soltura y canta. “Le falta todavía seguir algunas órdenes y normas de casa”.
La Asociación de Padres y Amigos para el Apoyo y Defensa de los Derechos de las Personas con Autismo del Ecuador (Apada) organizó eventos por el Día Mundial, que se conmemora hoy. Buscan difundir mensajes sobre el respeto a personas que viven con esta condición.
El sábado pasado, padres y chicos se reunieron en el Parque Metropolitano Cumandá, en el centro de Quito, para compartir juegos grupales y nadar en la piscina.
Los juegos infantiles de madera llamaron la atención de Germán. ¿Por qué? Tenían formas de animales. “Caballo, vaca”, repitió el pequeño, quien estudia en una escuela regular.
Además, se sintió a gusto en el agua. No quería salir de la piscina, disfruta nadando. Pero él, al igual que los otros chicos que fueron a la actividad de fin de semana, jugó solo.
“Para las personas con autismo es difícil comunicarse con otros niños o adultos. Tienen sus sentidos muy despiertos”, comenta Ivonne Alvarado, vicepresidenta de Apada y madre de Sebastian, de 14, quien también tiene el trastorno.
El adolescente ha dado grandes pasos. Ya comparte con otros chicos y responde a preguntas formuladas por su madre, del estilo: ¿cómo te fue hoy? y ¿qué tal la escuela?
Otra de las características del autismo es que a buena parte de estos chicos no les gustan los abrazos ni los besos.
Así lo ha comprobado Paola, quien se considera una persona cariñosa. “Me entristecía que mi niño no me abrazara”.
Con las terapias, Germán y Sebastián han logrado relacionarse mejor con sus familias. Y sus cercanos han aprendido a comprender su forma de ver el mundo. Pero Germán ya besa a su madre y, a veces, la abraza.
En las escuelas son necesarias las adaptaciones curriculares y por tanto un trabajo en equipo con los padres.
María Fernanda, de 38 años, ha entendido mejor lo que implica tener un hijo con autismo. Su Ariel (nombre protegido) tiene 4 años. Sus abuelos creían que era ‘malcriado’ o muy consentido, al principio. A ellos, como a todos los que rodean a su hijo, la mujer les explica en detalle las características de su diagnóstico.
¿Cómo crece un chico con este síndrome? Una persona con TEA aprende a otro ritmo, pero puede desarrollarse, según el grado o variante del autismo. Diego, de 33 años, se forma en un instituto, quiere ser locutor de radio. Ese es su sueño, cuenta su madre Margarita Balladares, de 61.
En el mundo se habla de personajes públicos que viven con variantes del TEA, como Bill Gates (Asperger), y se dice que Albert Einstein, el físico alemán, presentó características propias del autismo.