El presidente Rafael Correa y sus ministros llegaron ayer 26 de febrero del 2016 a la ceremonia militar, en Quito. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Por el Campo de Marte de la Escuela Superior Eloy Alfaro desfilaron los cuatro comandantes de las Fuerzas Armadas destituidos por el presidente Rafael Correa. El Mandatario se acercó a cada uno, les dio un abrazo, con apretón de manos incluido, y les entregó insignias por su labor en la institución.
Con ese acto protocolario, los uniformados entregaron oficialmente el mando militar.
Luego vinieron los discursos. El general Luis Garzón habló en nombre de los comandantes salientes. Su intervención generó aplausos entre los uniformados situados en la tribuna principal.
La primera ovación llegó a los 90 segundos de haber tomado el micrófono. El oficial elevó su voz cuando dijo que en sus 40 años de servicio en las FF.AA. ha sido testigo de logros, pero también de “momentos ingratos, de ataques injustificados y de intentos por desprestigiar la institución”.
A unos cinco metros del atril estaba el presidente Correa. Llevaba unas gafas oscuras y de vez en cuando fijaba su mirada en la figura del general.
El comandante saliente continuó con su discurso y aclaró que las FF.AA. han tenido “coraje” para cumplir con su deber y las disposiciones legales y constitucionales, pero habló de “brotes de politiquería o intereses personales” que han intentado desviar a la institución de la misión principal.
Más aplausos se escucharon en el Campo de Marte cuando Garzón recordó que han pedido, sin éxito, el aumento de la alícuota de alimentación de los soldados. “Es evidente que nuestro personal no puede continuar desayunando, almorzando y merendando con 3 dólares al día”.
Luego, el vicealmirante Oswaldo Zambrano tomó las riendas de las FF.AA. Fue el segundo en dirigirse ante decenas de uniformados activos. En 17 minutos, el nuevo jefe del Comando Conjunto se refirió a las nuevas tareas que desempeñan los soldados. Y también comentó que hay “voces que desconocen la historia e intentan socavar la unidad militar y atentar su prestigio”.
Mientras el oficial leía los últimos párrafos de su discurso, un grupo de funcionarios de la Presidencia ajustaba el sonido, levantaba un teleprómpter cerca del atril y reforzaba la seguridad para el Presidente.
Llegó entonces el turno del Primer Mandatario. Se levantó del asiento y caminó hasta el atril. Antes de que comenzara a hablar, unos 40 militares en servicio pasivo, vestidos con trajes oscuros, dejaron la tribuna principal y recorrieron por el Campo de Marte. No quisieron escucharlo y admitieron que se vistieron de luto por el manejo de las FF.AA.
El Presidente levantó la voz para restar importancia al incidente. “Estamos todos, ¿no falta nadie? Sí, estamos completos”, dijo y continuó.
La polémica en torno al seguro social militar (Issfa) consumió los primeros minutos de su discurso. Otra vez, el Presidente reprochó a los cuatro comandantes salientes por haberse pronunciado públicamente por temas administrativos y sin autorización.
En los 30 minutos de intervención, Correa no recibió aplausos de los oficiales que estaban a sus espaldas, como invitados especiales. En cambio, en la zona en donde se ubicaron los funcionarios del Gobierno, se oyeron vítores para el Mandatario. Allí estaban Gabriela Rivadeneira, presidenta de la Asamblea; los ministros Fernando Cordero, César Navas, José Serrano, entre otros.
En un segundo bloque, el Presidente dijo estar “avergonzado” al enterarse de que el rancho de los soldados es de USD 3 diarios. Y pidió disculpas, sobre todo, a la tropa.
Eso fue el inicio para hablar de desigualdades que todavía existen entre oficiales y soldados rasos. Y anunció que será “radical” para modificar esas inequidades, con decretos y reformas legales. “También hay que hablar de otros problemas. De esas exorbitantes cesantías subsidiadas por el Estado”, dijo.
Y siguió: “un general del Ejército recibe más de USD 200 000 al retirarse. (…) Les aseguro que repartiendo un poco mejor esos recursos, también podrían comer mejor nuestros soldados”.
Esos fuertes cuestionamientos provocaron la ovación de los funcionarios del Gobierno. Correa finalizó su discurso, dejó el micrófono y caminó a su asiento ante el silencio de los militares de la tribuna.