En el sector de la plaza central del cantón Pedernales funcionan los locales que ofrecen artículos navideños. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO
Las guirnaldas y gorros navideños adornan la mayoría de locales comerciales en Pedernales, Manabí. En la céntrica avenida García Moreno, los vendedores colocaron artículos alusivos a la festividad para atraer a los clientes.
Delia Vera, de 58 años, propietaria del almacén Kadefema, cuenta que la gente se repone poco a poco a las secuelas psicológicas y económicas que dejó el terremoto del 16 abril, que acabó con edificios, casas y comercios, pero además con la vida de 671 personas. “La gente es la que levanta a los pueblos. Pedernales no será la excepción”, dijo. Sin embargo, reconoce que este año invirtió menos dinero en mercadería, comparado con la temporada navideña anterior.
Prefirió mantener en reserva los montos que gana cada día por la venta de sus productos, pues teme ser visitada por delincuentes. En su local hay desde lápices hasta bicicletas.
Reconoce que después del terremoto nada es igual. La gente sigue nerviosa, principalmente por los temblores que aún se sienten en la zona. El movimiento telúrico de 5.7 grados de Atacames, del lunes pasado, revivió ese temor.
Para tranquilizarse acude a la iglesia María Auxiliadora, donde se realiza la novena. Es un momento donde la espiritualidad de la Navidad le gana al consumismo que se genera en la fecha. Eso le ayuda a sentirse cerca de Dios.
El edificio de la iglesia estaba ubicado en la plaza central de la ciudad, pero hoy está en reparación. Por eso las misas se realizan en un estacionamiento ubicado en la calle Eloy Alfaro, cerca del antiguo templo.
El padre Dennis Moserrate destaca que la comunidad está unida para rescatar el mensaje de amor navideño. Y eso se evidenció en las visitas que realizaron esta semana a los albergues Divino Niño y Los Llanos, de la localidad, para compartir con villancicos y verbenas católicas. “Vinieron cursillistas de Guayaquil a regalar juguetes y coordinaron la entrega con nosotros”, dijo.
Por otro lado, la reina de Pedernales, Helen Dender, organizó un agasajo para los niños que permanecen en los albergues. Ella organizó la actividad con el Municipio.
En Manta, el paisaje comercial cambió radicalmente. El terremoto destruyó el sector de Tarqui, donde se ubicaba la mayoría de locales. Ahora las mismas tiendas funcionan en contenedores adaptados en el denominado ‘Nuevo Tarqui’.
Luis Parrales es el dueño de un local de bicicletas y dice que este año sus ventas se mantuvieron en comparación con el año pasado. Puede ganar hasta USD 500 por día, por lo que considera que el cambio fue positivo. “Estoy tranquilo, estamos bien ubicados, el sector está limpio y la seguridad es excelente”, contó el hombre de 35 años. Su local en la antigua Tarqui había sufrido daños estructurales que fue imposible quedarse.
La actividad comercial en los contenedores decae después de las 17:00. Andrés Galarza llegó al lugar con sus dos hijos el viernes pasado. Tenía presupuesto de USD 100 para comprarles ropa. “Vine a esta hora porque hay menos gente. Las cosas están baratas”, dijo.
Galarza cuenta que su casa, ubicada en el barrio Miraflores, en el norte de la ciudad, no sufrió daños, sin embargo cambiará su forma de festejar este año. Perdió a un hermano debido al terremoto y por eso no realizará la fiesta que era una tradición en su familia. “Cenaremos juntos y nada más”, dijo acongojado.
En Portoviejo, la capital manabita, también se montó una feria navideña. La organizó el Municipio en las instalaciones del Recinto Ferial de la Cámara de Comercio, en el norte de la ciudad. En el lugar están 150 comerciantes atendiendo desde las 07:00 hasta las 23:00.
Fernando Ramírez, de 51 años, cuenta que el cambio le sentó mal como vendedor de juguetes. Hasta el año pasado, la feria se ubicaba en el aeropuerto Reales Tamarindos, en el centro de Portoviejo. Pero en sus instalaciones todavía funciona el albergue más grande de la ciudad, por lo que fue necesaria su reubicación.
A poco días de la Navidad, Ramírez creía que se iba a quedar con la mercadería comprada. “Al día me hago entre USD 60 y 100, en el centro podía hacer hasta 300”, cuenta el hombre mientras prueba sus juguetes a control remoto.