San José del Tambo sufre más destrozos por las fuertes lluvias

FOTOS: WILLIAM TIBÁN PARA EL COMERCIO Los caminos vecinales quedaron destruidos, luego del reciente desbordamiento del río.

FOTOS: WILLIAM TIBÁN PARA EL COMERCIO Los caminos vecinales quedaron destruidos, luego del reciente desbordamiento del río.

Los caminos vecinales quedaron destruidos, luego del reciente desbordamiento del río. Foto: WilliamTibán para EL COMERCIO

Cada invierno, el río Changuil Dulcepamba es una pesadilla para los habitantes de la parroquia San José del Tambo y de las comunidades aledañas, situadas al este del cantón Chillanes, en Bolívar. El torrente crece intempestivamente cada vez que llueve en la parte alta de la cordillera.

La última vez que creció fue el 12 de febrero. En esa ocasión el caudal arrasó con cuatro viviendas y provocó el colapso de un puente en la comunidad San Pablo de Amalí.

Para ingresar a esta zona hay que recorrer por un camino de segundo orden que está inundado en un tramo. Luego se debe atravesar un puente peatonal que se improvisó con cañas y cuerdas. No hay opciones para ingresar con vehículo.

San Pablo de Amalí, Tendal, Dulcepamba y Chontal son las comunidades de San José del Tambo con mayor afectación vial. Hasta la semana pasada había más de una decena de deslizamientos que bloqueaba los caminos que conectan a la cabecera parroquial.

La Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR) calcula que al menos 60 viviendas de esa parroquia están en riesgo durante el invierno. Además, se reportó la afectación de al menos 40 hectáreas de cultivos de cacao, plátano y naranja.

“Las casas fueron construidas en zonas de riesgo. Algunas incluso fueron reconstruidas en los mismos sitios después de haber sido arrasadas por el río Changuil, en años anteriores (…) Es competencia del Municipio verificar que la gente ya no construya en sitios de riesgo”, dijo Enrique Ponce, director zonal de la SGR.

Esa entidad estudió el cauce hidrográfico del río durante tres años y emitió varios informes de riesgos. En los documentos se indica que gran parte de la población vive en el cauce seco del río y que con las lluvias se vuelve a llenar de agua, por lo que las pérdidas materiales son recurrentes.

Ese no es el único riesgo. Las lluvias también causan deslizamientos de lodo en los cerros, por lo que más viviendas que fueron construidas en las laderas corren peligro.

Carmen Beltrán y su familia, por ejemplo, están asiladas en la comunidad San Pablo de Amalí desde hace dos semanas. Su vivienda está situada en la comunidad Chontal y estuvo a punto de ser arrastrada por un deslizamiento de tierra.

“Cuando salí de mi casa me di cuenta que estaba atrapada entre dos derrumbes y que no había forma de salir. El lodo cada vez estaba más cerca y no dejaba de llover", dice Beltrán.

Ella dice que logró ponerse a salvo junto con sus nietos, al salir a la carretera a pesar de que el lodo le llegaba hasta las rodillas. Su vivienda está en la mitad de dos derrumbes y si las lluvias continúan puede quedar sepultada. También, teme por la producción de naranja que no puede sacar a la venta debido al daño en las vías. Los derrumbes bloquean totalmente el paso de los vehículos que cada año llegan desde Quito para comprar la producción.

Otros agricultores, como Francisco Quinatoa, temen perder la producción de plátano y cacao que estaban cerca de cosecharse. “Este año hubo una gran producción, pero no hay cómo entrar con carros para embarcar las cosechas, ni siquiera hay cómo pasar con animales para cargarlos”, cuenta Quinatoa.

Mientras duren las lluvias, cinco familias permanecerán en hogares acogientes. Beatriz López y su familia, por ejemplo, permanecen en la casa de sus amigos en la comunidad San Pablo de Amalí.

“No sabemos cuánto tiempo estaremos aquí. Perdimos las plantas de cacao y no tenemos cómo subsistir, tal vez nos tocará migrar a la ciudad y buscar un trabajo”, dice López. Ella y su familia perdieron al menos 700 plantas de cacao.

Los habitantes temen que las lluvias sean mayores que las de marzo del 2015, cuando causaron la muerte de tres personas. En esa ocasión el río arrasó con 12 viviendas y una iglesia.

Los familiares de las víctimas aún recuerdan sus pérdidas y temen que el temporal vuelva con fuerza. “En el invierno yo perdí a mi familia”, dice Héctor Quinatoa con la voz entrecortada. Su hija Carmen y su nieto Elquis fueron arrastrados por el río y fallecieron.

El cantón Chillanes fue declarado en emergencia desde febrero pasado y continúa en ese estado debido a que las lluvias no han cesado.

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