Varias personas llegaron hasta el cementerio en San Diego para limpiar y pintar las tumbas de familiares o amigos. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
“Pintamos, aclaramos letras”. Esa es la frase que se escucha ni bien se ingresa al Cementerio San Diego, ubicado entre las calles Calicuchima y Francisco Farfán, en el sur de Quito.
Pasado el mediodía de hoy, viernes 30 de octubre, los comerciantes de flores, tarjetas y coronas se afanaban en levantar sus puestos de ventas (dos por dos) en la explanada exterior de este campo santo, uno de los más antiguos de los aproximadamente 70 que existen en el Distrito Metropolitano de Quito.
Los productos están a un precio módico, indica Gloria Peralvo, de la Asociación San Diego. Hay tarjetas de USD 0,15 a 3.
Ya en el interior del cementerio, un olor a flores frescas se percibe en varios sitios. En la zona de los nichos, encaramada en una escalera metálica, está Viviana Navas.
En el cementerio en San Diego los trabajadores se apresuran para acabar con su labor entes del 2 de noviembre. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
La mujer de 37 años llega, todos los años, unos días antes del 2 de noviembre, Día de los Difuntos. “Es la promesa que le hice a mi sobrina que, a los 4 años, falleció en un accidente de tránsito”.
Y no llega solo con flores. Este año, narra, le cambiará todo el decorado del nicho. Y agrega: “Esa es mi costumbre, renovar todo y dejarla bien presentada para que, el 2 de noviembre, le vean sus padres”.
Este año le pondrá un piolín, una cruz, una mano con la foto de su sobrina. Todo fue elaborado en cerámica y con sus propias manos.
Y mientras limpiaba el nicho, un hombre de pequeña estatura, Jorge Pullas, con su acordeón en el pecho, le ofreció cantar tres temas por el alma de la pequeña. Todo por USD 6. Incluye rezos.
San Diego todavía luce vacío y el negocio de los serenos está bajo. El 2 de noviembre sí es bueno. “Ahí se hace platita”, dice don Jorge. Tras esas palabras toma su derecha y se pierde entre los recodos del campo santo. Va en busca de clientes.
Las personas comienzan a acudir al cementerio en San Diego en vísperas al Día de los Difuntos. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO