Detractores del Gobierno durante una manifestación frente el Palacio del Planalto en Brasilia. Los detractores de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, se concentraron en frente del palacio del Gobierno en vísperas de una decisión del Senado que puede iniciar un juicio con miras a su destitución y a separarla del cargo. Foto: EFE
Una impopular presidenta ya no estará en el poder. Pero muy pocos brasileños ven al vicepresidente Michel Temer como un salvador. Un sondeo de la encuestadora Datafolha de abril mostró que solo 2% de la población votaría por él en una elección presidencial.
Temer, un abogado constitucionalista de 75 años, de bajo perfil y fama de astuto negociador político en las sombras, puede enfrentar una feroz oposición de la izquierda y muchos de los problemas que acosaron a Rousseff, especialmente una economía en zozobra, demasiado dependiente de un precio elevado del petróleo, el mineral de hierro y otras materias primas.
Y aún no se ha echado la cortina final sobre el megaescándalo de corrupción en Petrobras.
Los fiscales investigan a toda la élite política, desde Rousseff hasta el jefe opositor Aecio Neves, del PSDB, que perdió el balotaje de 2014 contra Rousseff por apenas 3% de los votos. Temer ha sido mencionado como un participante en la trama por delatores, pero la Fiscalía no ha solicitado investigarlo.
Increíblemente, Temer puede ser impedido de presentarse a un cargo electivo durante ocho años porque fue declarado culpable de violar reglas del financiamiento de campañas. Pero esa prohibición no le impediría asumir la presidencia de manera interina.