El periodista Marcelo Rech, especializado en Relaciones Internacionales, es editor del portal brasileño Inforel. Estuvo en Ecuador con motivo de la cumbre de la Celac. FOTO: VICENTE COSTALES / EL COMERCIO
Marcelo Rech, periodista especializado en Relaciones Internacionales, es el editor del sitio web InfoRel de Brasil, que se enfoca en noticias internacionales y de defensa.
Estuvo en Quito con motivo de la cumbre de la Celac entre el 24 y 27 de enero. Opina que un juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff desgastará al PT en los comicios municipales.
¿Qué posibilidades reales ve usted de que el juicio político contra la presidenta Rousseff prospere, en momentos en los cuales el Vicepresidente ha afirmado que la idea ha perdido fuerza?
El Vicepresidente, que también es presidente del mayor partido político de Brasil, está apenas cumpliendo con su papel en ese contexto. Él no puede, públicamente, decir lo contrario aunque sepa que esa supuesta pérdida de fuerza del juicio político guarda relación directa con el período que vivimos en el país. Solamente ahora las cosas vuelven a retomar su curso normal después de las fiestas de fin de año y año nuevo y las vacaciones, incluso en el Parlamento que estuvo en receso entre finales de diciembre y principios de febrero. En verdad, todo eso que implica el juicio político de la Presidenta y las investigaciones de la Operación Lava Jato, cuyos presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado Federal están involucrados, entran en una fase decisiva luego del Carnaval. Yo diría que solamente después del Carnaval será posible medir mejor esa situación, ya que habrá cambios importantes en la Cámara de Diputados con la renovación de todas sus comisiones técnicas y todos los partidos definirán sus nuevos speakers, voceros o líderes que son los que negocian directamente con el gobierno y con la oposición. El vicepresidente Michel Temer, puedo garantizar, no trabaja para que sea destituida la Presidenta, pero está preparado para reemplazarla si eso pasa. La verdad es que el juicio en contra de la presidente no perdió fuerza, simplemente no ha ganado más fuerza.
¿Cómo influiría un proceso de impeachment en la imagen de Brasil, que estará bajo un gran escrutinio mundial antes y durante las Olimpiadas?
Seguramente la imagen del país ya sufre mucho desde hace un año, cuando se empezó a desnudar lo que pasaba en Petrobras y el uso de dinero público en las campañas políticas de la presidente y del expresidente Lula da Silva, algo que muchos de los que se encuentran en la cárcel confirman. El país enfrenta no solo un problema de imagen, sino de credibilidad y confianza. Hay dudas sobre la capacidad de Brasil en realizar un evento de esa magnitud y ofrecer seguridad a las delegaciones y a los turistas que pretenden acudir al Río de Janeiro. Por otro lado, es importante tener en cuenta que toda esa crisis viene generando una enorme incertidumbre interna y externa. El país asiste a los inversionistas sacando su dinero y otros cancelando proyectos importantes. Todo porque no se sabe cómo y cuando eso todo termina. La Presidenta cuenta con una popularidad ínfima y un rechazo que alcanza los 85%. Hoy, tiene miedo aparecer en público y lo que busca es arreglar mínimamente la economía como forma de postergar aún más esa decisión, ganar tiempo para poder negociar su permanencia en el poder hasta el final de su mandato. Por fin, es importante tener en cuenta que gran parte de las obras para los Juegos Olímpicos no están listas, así que hay fuertes dudas sobre la capacidad del país en realizar esos juegos en condiciones razonables.
¿Cuál estima usted que es el punto débil de la administración Rousseff para intentar salir indemne de un proceso de esta naturaleza?
Sin lugar a dudas, la propia figura de la Presidenta. Su personalidad dificulta que las cosas puedan ser mejor negociadas y tratadas. La Mandataria tiene enormes dificultades para jugar el juego político. Negocia muy mal y se acerca de personas que tampoco producen resultados positivos. Ella es retrato de un gobierno que puede decir tres o cuatro cosas distintas sobre el mismo tema. En cinco años de gobierno no logró formar una base sólida en el Parlamento y los partidos que integran su coalición tampoco son fiables. Tampoco reconoce los errores de su administración, transmitiendo una imagen arrogante como si todo que pasa el país hoy fuera resultado de intentos de golpe o reflejos de la crisis externa. Su gobierno ha gastado demasiado y muy mal. La gente que es beneficiada por los programas sociales son las que más sienten esos reflejos. Por otro lado, la presidente y su gobierno se benefician de una oposición desarticulada e incapaz de ofrecerles cualquier riesgo. Estoy seguro que la presidente hoy está en manos de su propio partido y del partido mayoritario en el país, el PMDB. El PT, su partido, vota en su contra la mayoría de las veces y pocos son los que la quieren. Muchos incluso entienden que su salida pudiera permitir que Lula volviera el 2018 con el discurso de víctima. Ya el PMDB, hará sus cálculos y si concluye que se puede quedar con el poder ya, el futuro de Dilma entonces estará sellado.
¿Cómo está la imagen del expresidente Lula Da Silva en este momento? ¿Qué posibilidades tiene de concentrar nuevamente el apoyo popular que lo llevó al poder, cuando se ha visto involucrado de una u otra forma en casos de corrupción?
El expresidente siempre ignoró las investigaciones y él mismo siempre se ha considerado el propio Dios, inmune a cualquier intento de investigarlo, como sí sus 8 años en el poder y la implementación de programas sociales fueran suficientes como para nadie tocarlo. Como sí la Justicia solo fuera apenas para los otros, menos para él. Lo que percibimos es que eso va cambiando y cada vez más las investigaciones se acercan a él y su familia. Hoy, Lula ya encuentra muchas resistencias incluso junto a los pueblos más pobres y que forman su grande plataforma política. Él sigue con el proyecto de volver el 2018. Sigue siendo un político fuerte y con condiciones de arrastrar multitudes, pero ya no recuerda ni de lejos el líder que llego a ser. Lula no es imbatible. Derrotarlo es absolutamente posible. Aunque él siga creyendo ser Dios y poderoso, ya no es así. Lula y su familia quedaron muy ricos en el poder y eso va saliendo de poco a la opinión pública. Ya son muchos los que se consideran traicionados por un proyecto que percibieron, era de poder y no de transformación del Estado. Lo que pasa es que el país hoy no cuenta con líderes que transmitan un nuevo mensaje. Son los mismos de siempre y que tampoco son fiables. Es bastante posible que el 2018 los brasileños tengan de elegir el menos malo ya que las posibilidades de que tengamos alguien nuevo, con sangre nueva y un pasado limpio, es casi cero.
¿Cuál es su percepción sobre el futuro del Partido de los Trabajadores (PT) como fuerza política?
Entiendo que el PT como fuerza política de oposición contribuyó muchísimo al país. Fue vigilante, monitoreó gobiernos y no dio tregua a la corrupción. En el poder, actuó exactamente como los partidos tradicionales. La corrupción se fortaleció, los esquemas de compra de votos en el Parlamento se perfeccionó y el partido ha decepcionado a miles y miles de brasileños. Ese año tendremos elecciones municipales dónde los brasileños escogerán cerca de 5.560 alcaldes y miles de concejales. La tendencia es que el PT vea su tamaño significativamente disminuido y perca incluso ciudades estratégicas como Sao Paulo, la principal del América Latina. Esa elección servirá de termómetro para las presidenciales del 2018. Creo que el PT, luego que se concluyan esos procesos e investigaciones, con lo que sobrará del partido, habrá que refundarse. Es absolutamente necesario que pase por un proceso de depuración sí es que logrará seguir existiendo. Todavía no sabemos la extensión de los enlaces del partido con la corrupción y no se puede descartar, aunque lo veo super difícil, que el partido desaparezca. Si sus líderes siguieren negando los hechos e intentando responsabilizar a la derecha o a los Estados Unidos, por lo que llaman de golpe, entonces desaparecerán. Sí, por otro lado, asumen los errores cometidos, apartan los involucrados y se reorganizan como partido político, es posible que sigan ocupando un lugar importante en la política nacional.
La salida del poder del kirchnerismo y el indiscutible debilitamiento del chavismo hablan de un giro ideológico en la región. ¿Cuál cree usted que sería el camino que seguiría Brasil luego de ocho años bajo el PT? ¿Qué partidos o movimientos ve usted con potencial para concentrar apoyo opositor?
Las elecciones en Argentina y Venezuela el año pasado podrían servir como ejemplos e impactar directamente en Brasil. Seguramente, lo harán en otros países. En Brasil, podrían producir un resultado semejante dándole a la oposición que casi le ganó la Presidencia el 2014 el poder el 2018, pero las dudas que tengo es sobre las reales capacidades de esa misma oposición. En Brasil, es dividida, fraccionada y absolutamente débil en cuanto a sus líderes. Aécio Neves, contrincante de Dilma Rousseff el 2014 y que logro sumar más de 51 millones de votos, no es el líder político que el país pensaba ser. En los peores momentos de crisis el senador desapareció. Dentro de su partido, encuentra resistencias y tendrá de pelear mucho para ser candidato otra vez el 2018. Esas peleas internas en el PSDB, el principal partido de oposición, facilita enormemente la vida del gobierno hoy y seguramente facilitará en las próximas elecciones. El PMDB que es el mayor partido del país, no tiene un solo nombre en condiciones de disputar la presidencia de la República. El partido busca en el PSDB, un nombre que acepte disputar el puesto por la sigla. Otros partidos de izquierda no lo tienen y de derechas podrían tener alguien como el senador Ronaldo Caiado del Democratas, del estado de Goiás. Hoy, seguramente es una de las personas más bien preparadas para afrontar unas elecciones que serán polarizadas y donde el PT sea con Lula u otra persona, se presentará como víctima de la élites conservadoras y toda esa charla que ya conocemos. Caiado viene ocupando un lugar que naturalmente sería de Aécio Neves, pero que gracias a su omisión y en muchos momentos, incompetencia y arrogancia, ya no está asegurado. Eduardo Campos que perdió la vida en un trágico accidente aéreo en la campaña presidencial del 2014, podría hacer la diferencia ahora. Él venía preparándose para eso. Era joven y moderno y aunque de familia tradicional en la política, parecía dispuesto a cambiar la forma de hacerla en Brasil. Ya Marina Silva que sorprendió el 2010, ha frustrado mucho cuando reemplazó a Campos en las últimas elecciones. Evangélica, no lograba sostener sus opiniones y eso le hizo perder la confianza de la gente. El grande problema hoy es que Brasil ya no posee partidos políticos modernos en la forma de actuar y menos todavía, políticos capaces de hacerlo.