En el Centro de Operaciones Quitumbe, cientos de personas hacen fila para dejar su hoja de vida. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Ya son tres días y las largas filas, con hombres y mujeres que buscan trabajo se mantienen en el Centro de Operaciones Quitumbe, en el sur de Quito. En ese punto de la ciudad, el martes 19 de enero, comenzaron las obras de construcción de la fase dos del Metro.
Todos los ciudadanos intentan dejar sus hojas de vida en el lugar. A las 10:00 de este viernes 22 de enero había alrededor de 500 personas en fila. Dicen que intentan conseguir una de las
20 000 plazas de trabajo, directas o indirectas, que se requiere para la construcción del Metro de Quito. Toda la labor requerirá de 42 meses, pero la gente tiene la esperanza de encontrar empleo.
En la fila, a la espera, se observa personas de todas las edades. Rafael Cundury, de 57 años, busca un puesto “de lo que sea”. Asegura que es un experimentado mecánico industrial; toda su vida laboral ha construido tanques para gasolina y desde hace dos años no tiene contratos. Su situación es angustiante, según comenta.
¿Cómo supo de que se buscan trabajadores para levantar el Metro? Responde que por casualidad pasaba por el sector y observó largas filas de gente y ahí se enteró. Cree que sería de ayuda en cualquier aérea, repite que cuenta con suficiente experiencia para conseguir un puesto en este proyecto.
Edson Tacuri, de 19 años y vecino de El Calzado, es plomero. Y también está sin trabajo; “las chauchas que hago en el barrio no me permiten vivir dignamente”, confiesa.
A un contenedor- oficina pasan de 20 en 20 los ciudadanos; allí, un especialista de Talento Humano los espera ubicado en un escritorio, hacen otra pequeña fila. Y cuando llegan a él les indica que la hoja de vida debe estar al día, con todas las direcciones escritas claramente, además con todas las referencias de sus antiguos trabajos. La mayoría de personas evita hablar con la prensa.
Emperatriz Garcia, de 36 años, entregó la hoja de vida y cuenta que le pidieron esperar por noticias hasta el 25 de febrero. Ella es bachiller en contabilidad y está dispuesta, afirma, a “trabajar de lo que sea”. Vive en el barrio Nueva Aurora y tiene dos hijos menores.
Junto a la larga fila de buscadores de empleo ya se han instalado vendedoras ambulantes. Se ven puestos en donde se ofertan secos de gallina, encebollados y sandías. Pero muy pocos se acercaban a comprar…