En Quito convergen manchas de cemento y franjas verdes. Zona de la Embajada de Italia. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO
La capital está entre las 59 ciudades más arboladas del mundo. Aunque el reconocimiento para Quito llegó el martes 4 de febrero del 2020 por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), aún hay zonas con déficit de áreas verdes. Para que la vegetación se abra paso entre el cemento, el Municipio apunta a que cada intervención en el espacio público tenga un rastro natural.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un mínimo de 9 m² de espacio verde por habitante y que los residentes vivan, a lo mucho, a 15 minutos a pie de una de esas zonas. En Quito, según un estudio del 2017 (basado en el Censo 2010), hecho por el Municipio desde la Secretaría de Territorio, Hábitat y Vivienda, a través de la Dirección de Desarrollo Urbanístico, la relación es de 13,80 m² de áreas verdes por habitante.
Aunque en ese dato global la capital supera el rango, tres de las ocho administraciones zonales tienen déficit: Calderón, Centro y La Delicia. Representan el 34% de la población.
Jorge Polo, coordinador de Arbolado Urbano de la Secretaría de Ambiente, añade a la lista a Quitumbe y Eloy Alfaro.
Claro que, por ejemplo, en La Delicia, aunque en la cifra macro hay una carencia, cuenta con parroquias con superávit: Pacto, Nono, Nanegalito, Gualea y Pomasqui.
Para definir los datos actualizados, en vista del crecimiento de la ciudad, Polo adelanta que en este 2020 está previsto otro estudio. Hasta abril se debe realizar la contratación del equipo consultor. En agosto ya podría estar listo. Es enfático en que Quito aún no está bien arborizado ni en cantidad ni calidad.
Juan Manuel Carrión, concejal y presidente de la Comisión de Ambiente, explica que Quito tiene una diversidad de ecosistemas circundantes. Por lo que no es de extrañarse que la cifra de árboles en relación con los habitantes sea alta; pero la distribución no es uniforme.
Según el estudio del 2017, con la población del 2010, en 43 de las 65 parroquias había déficit.
Como hace notar el concejal, por el panorama que la rodea, en comparación con otras ciudades podría tener una situación favorable. Pero hay sectores de expansión acelerada con escasas áreas verdes.
Solo basta subir al Itchimbía y ver la mancha gris. Por ejemplo, en el Atacazo, la distancia entre el límite urbano y el páramo es de 1,6 km, cada vez más cerca a fuentes de agua.
En la Comisión de Ambiente está en discusión una ordenanza sobre arbolado urbano: cultura de respeto hacia el árbol, compromiso de la red verde urbana, creación de corredores verdes, entre otros puntos.
A la hora de plantar, la relación debe ser: 70% de especies nativas y 30% foráneas. Los árboles deben tener un mínimo de 2,5 m de alto y considerar que deben soportar estrés hídrico, exceso de radiación, contaminación. Más allá de eso, Polo confirma que se trata de impulsar la salud pública: menos gente con problemas respiratorios, mejor calidad del aire y el retorno a la urbe de aves y otras especies.
Precisamente, este sábado 8 de febrero hubo una siembra masiva de árboles en el Parque Metropolitano del Sur, sector El Troje. Unos 1 200 árboles fueron plantados, por iniciativa de CNT. Funcionarios de la telefónica, familias e instituciones como el ECU 9-1-1 y la Secretaría de Ambiente del Municipio participaron.
La expansión de las áreas verdes es política pública. De esto da cuenta Esteban Moscoso, gerente de Administración de Parques y Espacios Verdes. Hay acciones como el plan de arborización en la Ruta Viva y corredores longitudinales.
Y ya trabajan en un nuevo modelo de manejo del espacio público: hacia dónde va la ciudad para enfrentar los problemas ambientales, manejo de parques, responsabilidades de administraciones zonales.
El Municipio, desde el 2019 hasta la fecha, suma 125 610 árboles plantados. Son especies nativas: pumamaqui, aliso, cholán, capulí, cedro, etc. (1 282,6 hectáreas). La meta es llegar a un millón de árboles.
Moscoso dice que cada acción cuenta. Pone como ejemplo La Marín, donde en la av. Pichincha y Chile se colocaron un vergel vertical y jardineras. A la par, se ha ido creando un sentido de pertenencia y no hay daños en el sitio.
En el Centro se emprendió un plan de recuperación de la imagen urbana. Se colocaron jardineras y macetones. A diferencia de La Marín, el sábado 1 se sustrajeron macetas colocadas en los faroles de la Plaza de la Salud (Chile y Guayaquil).
Las áreas verdes son consideradas por la OMS como imprescindibles, por los beneficios ambientales, sociales, económicos y patrimoniales. María José Ayala, de Innovación y Sostenibilidad de la U. San Francisco, explica que el déficit aumenta la vulnerabilidad ante eventos climáticos.
Para Moscoso, “tendremos déficit hasta que se sobrevuele Quito y aún se vean casas. Nunca será suficiente. La arborización es un proceso constante”.