Servicio a domicilio eleva la cantidad de autos en las vías de Quito

En la avenida Simón Bolívar, a la altura de la autopista General Rumiñahui, hubo congestión la mañana de ayer. Foto: Galo Paguay

En la avenida Simón Bolívar, a la altura de la autopista General Rumiñahui, hubo congestión la mañana de ayer. Foto: Galo Paguay

En la avenida Simón Bolívar, a la altura de la autopista General Rumiñahui, hubo congestión la mañana de ayer. Foto: Galo Paguay

Es como estar en un día normal, antes de la pandemia. En avenidas como la Mariscal Sucre, De la Prensa, Maldonado, Teniente Hugo Ortiz y 10 de Agosto circula tal cantidad de vehículos, que en los semáforos y cruces viales se forma congestión. Hay largas filas de autos cuyas placas terminan en todos los números, no solo en los habilitados por cada día.

Juan Manuel Aguirre, director de la Agencia Metropolitana de Tránsito, admite que hay más carga vehicular. Con la restricción debería haber no más de 90 000 autos en vías, pero hay cerca de 140 000. Ya se han retirado 1 270 vehículos que violaban la restricción, o que estaban mal estacionados.

¿Para qué sale la gente? Básicamente por dos razones, para hacer compras y para aumentar los ingresos: trabajar.

Desde hace tres semanas, Juan Carlos Cárdenas, instructor de un gimnasio en San Carlos, decidió empezar un negocio para enfrentar la crisis, y hacer entrega a domicilio de vitaminas, suplementos nutricionales, proteínas y otros.

Hace los contactos a través de Wathsapp. Recepta los pedidos en la semana y hace las entregas en su auto los lunes, día en que su placa le permite movilizarse. Gana apenas entre USD 20 y 30 semanales, pero le sirve para comprar alimentos para él y su esposa.

Efraín Gallardo tiene un local de venta de equipos electrónicos en Cotocollao. No ha podido abrirlo, pero desde la semana pasada hace entregas a domicilio. Se descargó un salvoconducto en el que dice que entrega alimentos, y ese es el que está utilizando. Sale en su auto tres veces por semana a entregar productos. Conduce por calles secundarias y hasta el momento solo dos veces lo han detenido por controles.

Ana Patín, en cambio, decidió hacer pasteles y venderlos a domicilio. Es contadora y trabajaba en una empresa privada pero fue despedida. Desde hace 10 días empezó a publicitar su emprendimiento. El lunes, por ejemplo, entregó dos postres. La recarga por entrega a domicilio es de USD 3.
En redes sociales hay quienes ofrecen servicios a domicilio de reparación de computadores, celulares, cortes de cabello, atención veterinaria, entre otras actividades.

El analista económico Jaime Carrera indica que, si bien los primeros días del confinamiento solo los informales salían a las calles a buscar sustento, hoy también salen los emprendedores y dueños de locales que no han recibido ingresos por semanas, y que si no trabajan, no comen. No se mueven a pie, sino en sus autos, de ahí el incremento del tránsito.

Es inevitable que la gente salga a tratar de sobrevivir –dice Carrera– porque detrás de eso está la necesidad de comer.

Explica que en la estructura laboral del país hay más de 4 millones de personas que están en la informalidad y sub­empleo y viven del día a día. Pero incluso aquellas familias que tenían negocios no contaban con ahorros. Esas personas deben pagar arriendos, tributos, sueldos. Un mes sin ingresos, asegura, desestabiliza incluso a pequeñas, medianas y grandes empresas.

Patricio Alarcón, presidente de la Cámara de Comercio de Quito, a la que pertenecen más de 6 000 miembros entre empresas de comercio, industria, servicios y otros sectores, indica que el pronunciamiento del Gobierno sobre la posibilidad de activar las entregas a domicilio hizo que varias empresas arrancasen con esa modalidad, sin contar con una resolución del COE nacional que norme las entregas.

Asegura que varios sectores, sobre todo los relacionados con la tecnología, están apostando por venta en línea, porque si no se activan quebrarán. En el sector comercial, añade, la pandemia ha generado una pérdida a nivel nacional que bordea los USD 140 millones al día, y en Quito, podría hablarse de unos 45 millones, señala.

Alarcón insiste en que antes de arrancar con entregas a domicilio, se deben elaborar protocolos de salubridad y seguridad para garantizar el buen estado de los productos. “No se respeta la restricción vehicu­lar porque la situación económica es crítica. Las personas tienen que sobrevivir y la única opción es hacerlo prestando servicios a domicilio”.

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