Integrantes del colectivo Heridos Paro Nacional acudieron ante la delegación de la CIDH, que está en Quito. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
El impacto de la bomba lacrimógena arrancó el ojo derecho de Pablo Uquillas. El mismo proyectil dañó el ojo izquierdo. Ocurrió el 9 de octubre, cuando protestaba en la céntrica plaza de Santo Domingo, en Quito. Desde ese día las cosas cambiaron en su casa. Su cuarto pasó del primer piso a la planta baja. Evita las escaleras.
A 18 días de que las manifestaciones por las medidas económicas terminaron, los casos de personas con lesiones permanentes siguen apareciendo.
Unos incluso crearon el colectivo Heridos Paro Nacional y desde el lunes 28 de octubre del 2019 acuden ante la delegación de la Comisión Interamericana de DD.HH. (CIDH), que está en Ecuador.
Luis Ulcuango llegó en silla de ruedas para dar su testimonio. La fractura en su tibia le impide caminar. También estuvieron Sofía, de 16 años, que perdió su ojo; Miguel Loyo que tiene una lámina de platino en su cráneo debido al impacto de un proyectil; Luis Tipantuña, quien fue el primer herido registrado por pérdida ocular.
Este grupo está presidido por Julio Toroche, que también perdió su ojo el 12 de octubre. Dice que ese día coordinaba parte de las brigadas médicas que ayudaban a los heridos en el parque El Arbolito.
Tras socorrer a una persona fue impactado por una bomba lacrimógena. Cuenta que 50 personas siguen con pronóstico reservado en casas de salud.
El Hospital Eugenio Espejo fue el lugar al que llegó el mayor número de afectados, pues está cerca de la zona donde se reportaron los mayores incidentes y enfrentamientos.
Pablo Uquillas fue trasladado a esa casa de salud el 9 de octubre. Un día antes, Jean Pierre Tejada, de 22 años, fue internado. Los médicos le practicaron una evisceración, que consiste en sacar el globo ocular y dejar los músculos intactos para introducir una prótesis.
Su futuro profesional está comprometido. Fue aceptado como aspirante a guía penitenciario y no sabe si esta discapacidad le traerá consecuencias.
Para Pablo, en cambio, su carrera como peleador terminó.
Tiene el 20% de visión en el ojo derecho y el izquierdo lo perdió por completo.
Tejada, Uquillas y Tipantuña usan gafas oscuras. No quieren que se vean las suturas en los párpados. Presentaron demandas al Estado por intento de homicidio. Esperan que las investigaciones las hagan peritos imparciales y no policías.
Los hechos violentos del 3 al 13 de octubre dejaron 1 340 heridos civiles. La información fue confirmada por la Defensoría del Pueblo. En las Fuerzas Armadas hay 80 y en la Policías suman 435 lesionados.
Entre estos últimos está Mauro Chicaiza. Tiene 26 años y perdió su ojo tras un impacto de piedra. Él es parte de la Unidad de Mantenimiento del Orden.
El 9 de octubre estaba con otros agentes cerca de la Plaza Grande para impedir el paso de protestantes. Ahí recibió insultos y el impacto de piedras, palos y bombas molotov. En la actualidad hace rehabilitación en el Hospital de la Policía. Para llegar a las sesiones viaja desde Latacunga hasta Quito.
Seis organizaciones presentaron ayer un informe en el que constan supuestas violaciones a los derechos humanos y cómo la mayoría de personas tiene lesiones en la cara, principalmente en los ojos.
Según DD.HH., esto ocurrió porque los agentes dispararon directo a los manifestantes.
Jhajaira Urresta recuerda que le atacaron a corta distancia, mientras estaba en el cacerolazo por la paz. Hoy solo ve con el ojo derecho. “El policía me vio con furia y me disparó de frente”. Luis Tipantuña y Pablo Uquillas relatan una escena parecida en sus casos.
Los agentes, en cambio, aseguran que no activan las bombas directo a los cuerpos, sino que disparan hacia arriba, para evitar cualquier afectación.
El 15 de octubre, la ministra de Gobierno, María Paula Romo, señaló que el personal utilizó ‘fuerza disuasiva’.
Manuel Usnian también perdió un ojo. Con David Álvarez puede ocurrir lo mismo. Él es vendedor ambulante y no puede salir a la calle a vender sus rompecabezas. Hoy recibe un tratamiento para impedir que le extirpen este órgano.
Vicente Ruales, un maestro pintor, tampoco puede trabajar. Cuenta que el 11 de octubre uniformados le dispararon perdigones en su cara. Asegura que la subida de los pasajes, como consecuencias de la eliminación del subsidio, lo afectaba directamente y que por eso salió a las calles.