Los pilotos cuentan así con las herramientas para volar entre las ráfagas de viento que pueden alcanzar velocidades de hasta 70 kilómetros por hora, según las proyecciones del Inamhi. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Nuevos protocolos para facilitar el aterrizaje de aviones durante la época seca (verano) fueron implementados por la Dirección General de Aviación Civil (DGAC) en el aeropuerto internacional Mariscal Sucre de Tababela. El objetivo es que las aeronaves cuenten con las garantías de seguridad al llegar a la pista.
Estos entraron en vigencia desde el 20 de junio del 2019. Marcelo Valencia, coordinador de la Gestión Nacional de Tránsito de la DGAC, informó la mañana de este jueves 1 de agosto del 2019 que el servicio se implementó para que los aviones no utilicen la aproximación final normal que va desde la cabecera sur de la terminal aeroportuaria hacia el sector del valle.
En ese tramo hay “una incidencia mayor de vientos y causa muchos problemas de aterrizaje, de tal manera que no pueden hacerlo. Es una afectación a las compañías y a las personas que viajan en ella”. Ante eso se desarrolló una ruta alternativa desde los cerros de Monjas e Ilaló, un sector con una afectación menor de vientos que no causa dificultades.
Valencia añadió que la nueva ruta ha sido exitosa y, de a poco, las compañías aéreas la utilizan por su seguridad y eficacia. El nuevo protocolo funcionará de forma permanente, no solamente para la época seca. La razón: se ha detectado que en marzo, noviembre y mediados de diciembre se presenta el fenómeno de los fuertes vientos. “Se realizó un estudio pormenorizado de los vientos (…) También diseños de procedimientos de vuelos que fueron probados en el simulador virtual del control de tránsito aéreo”.
Luego se realizaron capacitaciones con los controladores de tránsito aéreo y socializaciones con las compañías aéreas. El técnico no descarta que los protocolos sean cambiados y sometidos a mejoras a futuro. De esta manera, los pilotos y aviones cuentan con las herramientas para volar entre las ráfagas de viento que pueden alcanzar velocidades de hasta 70 kilómetros por hora, según las proyecciones del Instituto Nacional de Metereología e Hidrología.