El profesor tiene más apoyo en el aula

Julio estrella / el comercio Lorella Zambrano (izq.) es mentora de Paola Flores, en la Escuela Juan Pablo II.

Julio estrella / el comercio Lorella Zambrano (izq.) es mentora de Paola Flores, en la Escuela Juan Pablo II.

Lorella Zambrano (izq.) es mentora de Paola Flores, en la Escuela Juan Pablo II. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Al principio les incomodó tener otros ojos observando su trabajo en el aula. Así que los ‘mentores’ les aclararon a los maestros que su tarea no es evaluarlos sino acompañarlos.

Siete meses han pasado desde el inicio del año lectivo 2017- 2018 en la Sierra y Amazonía. Es el tiempo que lleva el Programa de Acompañamiento Pedagógico en Territorio.

El calendario no ha corrido en vano. La docente Paola Rosero y su mentora Lorella Zambrano, de 34 y 46 años, ya actúan como un equipo.

¿Quién está con la profe Pao?, pregunta con el brazo levantado. Y, en su salón de 42 niños, uno a uno van dejando otras actividades, para imitarla y mostrar que la siguen. Una vez que ha captado su atención, les pide “ojitos a la profe Lore”.

En el segundo de Básica de la Escuela Juan Pablo Segundo, de Fe y Alegría, en Chillogallo, sur de Quito, hay carteles con letras, palabras, dibujos y más.

Lorella, manabita con 22 años de docente, les trae ‘El libro de las preguntas’. Y ellos se rinden ante esas páginas coloridas, que les muestra y les lee. Les consulta: ¿Qué pasó con los dinosaurios? “Se extinguieron”, “un meteorito les cayó y los mató”, le responden y ella, dulce, los felicita.

En Quito, en este piloto del Programa de Acompañamiento se trabaja con 15 docentes en formación de mentores (DFM) y 434 profesores acompañados en las aulas.

La meta de la segunda fase es acompañar a 5 680 docentes de 940 planteles en 15 provincias. Esto con un total de 344 DFM y 59 asesores educativos, en el ciclo Costa 2018-2019, que empezará el 16 de este mes.

Para Paola Rosero, lo mejor ha sido contar con retroalimentación sobre sus clases. Se consigue al llenar las fichas de reflexión con el mentor. Reconstruyen cómo estuvo el clima en el aula y el desarrollo del tema. También les hacen clases demostrativas.

Las mentoras les han enseñado una nueva metodología para la iniciación en la lectoescritura. Confirmamos -dice- que el niño no aprende mecánicamente silabeando: ma, me, mi, mo, mu. Ahora despiertan sus conciencias lingüísticas.

¿Cómo? Inician la clase con una lectura por placer, además de escribir en la pizarra normas y agenda, para que el alumno identifique palabras.

Paola no tenía claro qué era la conciencia fonológica, la asociaba con sonidos. Luego, con su mentora aprendió que implica que el niño va formando palabras con sonidos: mmm, aaaa, nnnn, ooo: mano.

“Antes veía las conciencias semántica, léxica, fonológica en el texto del Ministerio y las trabajaba por cumplir. He aprendido a identificarlas”.

Para el ministro Fander Falconí, este programa es lo más importante que están haciendo. Han puesto énfasis en la enseñanza de la lectura y la escritura de primero a cuarto de Básica. Se ampliarán, anuncia a matemáticas, entre otras.

“Mejorar la calidad significa desarrollar las capacidades pedagógicas en el aula y ese es el sentido de la propuesta”.

María Belén Torres, María Elena Calvopiña y Lorella Zambrano, como otras mentoras, tienen dos escuelas a su cargo. En cada una trabajan directamente con los profesores de los segundos de Básica, dos días por semana. A ellos y a los de terceros a quintos les brindan talleres, después de clases.

Torres, de 31 años, lleva ocho como maestra. No tiene más sueldo, sí el reto de ser el equipo para mejorar calidad de la educación. Se forman en la Andina. Ella y Calvopiña guían en la Escuela Sumak Kawsay, en la Ciudadela Ibarra, en el sur.

El programa, resalta el Ministerio, no es remedial. No se dirige a profesores “de bajo desempeño”. ¿Por qué se enfocan en la lectoescritura? Porque los efectos de mejora en esos ámbitos se esparcen hacia otras áreas curriculares y de desarrollo humano. Y evitan el fracaso y rezago escolar.

Patricia Benalcázar y Ada Guayasamín, de 50 y 54, son asesoras educativas. La figura rige desde octubre del 2013. Es un nivel más arriba de las mentoras. Coinciden en que por fin en este ciclo se consolida el modelo de acompañamiento.

Ambas opinan que la infraestructura educativa es necesaria. Pero “lo más importante es lo pedagógico, un nivel que había estado olvidado”.

Guayasamín destaca la capacidad de Calvopiña para mantener un buen clima. Las profesoras a quienes acompaña se sorprenden porque no alza la voz. Les ha mostrado que el niño capta sus emociones, por lo que pide llegar en calma.

Uno de sus alumnos tiene reacciones violentas pues vive una situación dura, con su mamá enferma. Sin descuidar al resto, le acaricia la cabeza, lo abraza de vez en cuando. Muchos niños -dice- necesitan ser acunados. Así ha logrado que el salón no lo juzgue e incluso pretenda estar dormido para que no se resista a entrar, si llega tarde. Firmeza, sin etiquetas, con calidez... son las enseñanzas de esta mentora.

En contexto

En el 2011 se aprobó la Ley Orgánica de Educación Intercultural Bilingüe y luego su reglamento. En este último se habla del docente mentor, que ahora se forma en la U. Andina. Son el modelo que se debe seguir. En el país hay alrededor de 150 000 docentes fiscales.

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