Así lucía el miércoles 7 la bodega que funciona en el norte de Quito; tiene 1 800 metros cuadrados. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
El lugar está lleno. Los artículos se cuentan por miles y cada día ingresan más. Son celulares, bicicletas, televisores plasma, consolas de videojuegos, computadoras antiguas y modernas, joyas y otros objetos que están almacenados en la bodega de la Policía Judicial (PJ), un galpón levantado en el extremo norte de Quito.
El acceso al sitio es restringido, pues hay objetos que fueron robados o que forman parte de investigaciones judiciales y están bajo cadena de custodia.
Agentes vigilan el sitio las 24 horas. Los civiles solo ingresan para buscar los bienes. Para retirarlos se necesitan autorizaciones de jueces o fiscales.
Este Diario estuvo allí. Tres policías ingresan al galpón y avanzan por los caminos que se formaron luego de que sacos de yute y cajas de cartón han llenado poco a poco los 1 800 metros cuadrados del galpón. Allí hace frío.
En cada caja o costal hay cientos de labiales, esmaltes, zapatos, plantillas para calzado, cordones, pantalones, velas, tabacos, fósforos, sombreros falsificados de paja toquilla. Todo fue decomisado en allanamientos realizados por policías en distintos años.
Lo requisado en Quito llega a este sitio. En el país, la Policía usa 81 bodegas para almacenar las evidencias. Están saturadas. Allí hay indicios recabados en delitos como asaltos, contrabando, falsificación, estafas o comercialización de cosas robadas.
Estos datos los entrega el capitán Santiago Garzón, que desde enero dirige la Unidad Nacional de Acopio y Evidencia, a cargo de los galpones.
Señala que es difícil tener un cálculo exacto de cuántos artículos hay. “Todos los días entran y salen cosas”.
Dice que la bodega de Quito está a su máxima capacidad. Los jefes policiales de Azuay, Guayas, Esmeraldas y Carchi aseguran lo mismo.
Actualmente, Garzón señala que tiene registrados 594 265 partes policiales sobre casos que desde el 2012 se ventilan en los juzgados del país.
Por cada expediente hay entre cinco y 10 objetos. Antes del 2012 se ejecutaron remates o se consiguieron autorizaciones para la destrucción de una parte de los bienes no reclamados.
En Quito, la única entrada al galpón es a través de una puerta gris de metal. Los policías abren dos candados.
Adelante están refrigeradoras, lavadoras y secadoras recuperadas en operativos. Tres de esas máquinas fueron requisadas en septiembre del 2017, en el valle de Los Chillos.
Cerca, aparecen puertas de vehículos. Llegaron tras una incursión a cachinerías en Chillogallo, en el 2018.
En lo alto de la bodega, sobre un archivador, está un cóndor disecado con las alas desplegadas. Los actuales custodios desconocen el proceso judicial por el que llegó hace cuatro años. En sus plumas y su cresta se evidencian partículas de polvo.
Una capa gris también recubre la escultura de madera de San Francisco de Asís. Cerca están las efigies de la Virgen María y de un ángel.
Todo fue reportado como robado y luego recuperado en el 2017 tras un allanamiento de locales en el Centro Histórico. El caso se abrió por presunto tráfico de bienes patrimoniales. Las esculturas eran ofertadas a turistas.
Además, hay juguetes, telescopios, drones, globos terráqueos, DVD, VHS, una cámara profesional del 95 que conserva aún el rollo para 24 fotos.
Lo incautado se ordena por segmentos y fechas para conocer su ubicación exacta. En las cajas hay billeteras con fajos de dinero, tarjetas de crédito, cédulas y licencias.
Los datos se suben al sistema Siipne 3W para tener un registro en línea.
El programa emite un código. Esa serie de números se marca en los artículos con esmaltes, esferos y con marcadores. También se adhieren hojas o cintas en las que previamente se escribió con esferos la numeración.
En un sitio del galpón hay piedras, ladrillos y restos de adoquines usados para romper cristales y robar casas. Además, hay rocas recabadas tras el paro de octubre del 2019. Todo es evidencia de un proceso penal.
Hay leche en cartón, galletas, atunes, arroz y pasta que caducaron.
Es parte de los casos que se indagan. Mientras los procesos están abiertos no se puede rematar o destruir.
En el centro de la bodega se percibe un olor a ropa sucia y el aceite de palma se desprende de sus envases.