La población de Santa Rosa hace esfuerzos por reactivar la pesca

Santa Rosa, Esmeraldas, es una de las más afectadas por el terremoto en esa provincia. Foto: Marcel Bonilla/ EL COMERCIO

Santa Rosa, Esmeraldas, es una de las más afectadas por el terremoto en esa provincia. Foto: Marcel Bonilla/ EL COMERCIO

Santa Rosa, Esmeraldas, es una de las más afectadas por el terremoto en esa provincia. Foto: Marcel Bonilla/ EL COMERCIO

El silencio caracteriza desde hace 11 días a la población de Santa Rosa, ubicada en la isla del cantón Muisne y una de las afectadas por el terremoto. El único sonido que se escucha es el que produce el viento que mueve las hojas de zinc de las casas destruidas.

Desde el portal de la vivienda de de Gladis González, una de las 150 mujeres dedicadas a la recolección de concha, se observan las canoas y lanchas pesqueras acoderadas en la playa.

En ese sector, los pescadores artesanales y recolectores de concha no han retomado sus faenas por temor a réplicas del terremoto que dejó más de 100 casas derribadas y cuantiosas pérdidas materiales en esa población.

El comercio de concha y pescado se redujo completamente ante el cese de las faenas. Ahí dejaron de llegar compradores de concha, camarón y cangrejos, productos que mueven la economía de una de las comunidades más antiguo de la ciudad de Muisne.

Sobre el piso arenoso están los cajones, en desuso, con anzuelos, paños de redes para pescar camarón y especies de peces como sierra, bonito y albacoras, que son el sustento económico de las familias de esa zona.

Gran parte de la economía de los habitantes de Muisne gira en torno a la actividad pesquera que involucra a cerca de 1 000 pescadores. La captura del pez dorado deja mayores ingresos a pescadores, según el exalcalde de Muisne, Ángel Bernal.

Las mujeres de Santa Rosa están vinculadas a la recolección de conchas y cangrejos azules, por tener el manglar que está a lo largo de estuario del río Muisne.

Gladis González, que desde ha nueve días no ha podido conchar con otras 10 amigas por temor a réplicas del sismo, permanece en su vivienda que está a punto de caerse. Los puntales de la casa están reclinados y es poca segura.

La suspensión de su actividad laboral le significa a ella dejar de ganar USD 16 al días, valor que representan las 200 conchas recolectadas con la ayuda de tres de sus cinco hijos.

Entre las concheras persiste el miedo. En la mente de Jacqueline Quiñónez están los recuerdo cuando el sábado 16 de abril abandonó la isla a borde una lancha repleta de personas intentando salvar sus vidas.

“El fuerte movimiento hizo que las bases de nuestra casa se hunda en la arena y se rompan las paredes de bloque”, indica. Ella permanece en un albergue que fue montado en el parque Santa Rosa, a 200 metros de su casa.

En Santa Rosa una parte de las casas están construidas de cemento y bloques, otras son de madera, caña guadúa, tablas y palos de mangle, por eso son menos resistentes a un movimiento, explican técnicos del Miduvi que hicieron la inspección en la zona.

Muchas de las pertenencias de las familias aún permanecen en medio de los escombros, pues son muchos los que migraron hasta los albergues que están en Pueblo Nuevo y Palma Junta, al otro lado de la isla de Muisne.

En ese cantón hay 5 829 personas albergadas, 858 viviendas afectadas, 747 viviendas destruidas y 7 857 personas impactadas, de acuerdo con un reporte de la Secretaría de Gestión de Riesgos en Esmeraldas.

Patricio Bastidas, uno de los pescadores, está preocupado por volverán a tener una vivienda para empezar nuevamente, el tampoco pudo rescatar nada de su casa que están cerca la manglar, en Muisne.

En medio de los escombros Santa Rosa intenta restablecer su actividad pesquera en bongos a canalete y embarcaciones de fibra de vidrio, las que no registran daños.

Desde que aconteció el terremoto, Jimmy Muñoz, otro de los pescadores, está en el albergue del parque de San Rosa con sus seis hijos y su esposa. Hasta el momento él y más 80 pescadores más no han vuelto al mar.

Sin embargo han dejado listas las redes y los espineles para lanzarse al mar cuando las amenazas de temblores hayan pasado. “Tengo la sensación de que todo se mueve, por eso prefiere estar en tierra por ahora”, comenta el pescador Pedro Chila.

A través de los organismos de ayuda humanitaria que han llegado a Muisne están recibiendo alimentación, y se acomodan en seis carpas que están en el parque de Santa Rosa, las que fueron donadas por un grupo de voluntarios de la ciudad de Quito.

Ahí reciben agua potable y un equipo de médicos está pendientes de ellos, así como de los que se alojan en la escuela 3 de Julio, cerca de Santa Rosa, donde hay un poco más de 100 personas albergadas, mientras se las reubica en otros sitios.

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