Personal de salud y del orden, en primera línea de riesgo de contagio

Imagen referencial. Hasta el viernes hubo 5 508 servidores infectados, entre médicos, enfermeros, militares, policías nacionales y municipales y recolectores de basura. Foto: Cortesía Municipio de Portoviejo

Imagen referencial. Hasta el viernes hubo 5 508 servidores infectados, entre médicos, enfermeros, militares, policías nacionales y municipales y recolectores de basura. Foto: Cortesía Municipio de Portoviejo

Imagen referencial. Hasta el viernes hubo 5 508 servidores infectados, entre médicos, enfermeros, militares, policías nacionales y municipales y recolectores de basura. Foto: Cortesía Municipio de Portoviejo

Luego de 25 años, Edison Tasambay, médico y teniente coronel de las Fuerzas Armadas, volvió a estar en primera línea de combate. En 1995, su frente de batalla fue la selva agreste en el Alto Cenepa, en donde se desarrolló el conflicto bélico entre Ecuador y Perú. Hoy, el escenario es diferente y le parece más aterrador, ya que se enfrentan a un enemigo silencioso: el coronavirus.

Tasambay es director general del Hospital Militar de Guayaquil, la ciudad más afectada por el covid-19. Las primeras semanas de marzo fueron complejas. Cada día recibía cientos de contagiados, pero no contaba con los equipos de bioseguridad necesarios. Eso trajo como consecuencia que el 90% del personal se infectara, incluido él, recuerda.

Cuenta que los últimos días de marzo empezó a sentirse mal. Debilidad muscu­lar, pérdida del gusto y del olfato indicaron que tenía covid-19. Pasó hospitalizado durante nueve días, en los que tuvo problemas respiratorios y afectaciones hepática y renal.

En el país, el personal de la salud está en la primera línea de contagio del virus, por su contacto directo con infectados. También están
militares, policías nacionales y municipales, y recolectores de basura, quienes han seguido en trabajo presencial durante esta emergencia.

Hasta el viernes, 20 290 de las 151 325 muestras nacionales se tomaron a este tipo de servidores públicos. De ellas, 5 508 dieron positivo. La mayoría fue de médicos (2 053); siguen los enfermeros, con 1 070 casos, policías con 760 y militares con 735. Se incluyen también auxiliares de enfermería, obstetras, psicólogos, odontólogos, recolectores de basura y agentes municipales.

Si se compara con el total de contagiados a escala nacional se puede observar que el 12,3% de los casos se concentra en estos trabajadores. En el grupo se registraron 112 fallecimientos, entre confirmados con prueba y probables, sin ella.

El martes, los colegios médicos lamentaron que colegas en Manabí y El Oro perdieran la vida. Argumentaron que tienen “denuncias de falta de prendas de protección en hospitales” y de la baja calidad de mascarillas entregadas al personal. “Existe preocupación”.

En el mundo se vive una realidad similar. En España -reseñó diario El País- el 20% de los infectados pertenecía a alguna rama de la salud, frente al 10% de Italia y el 3% de Estados Unidos. Ellos no cuentan con los insumos necesarios.

Para Enrique Terán, miembro de la Academia de Ciencias, es indispensable que se apliquen solo pruebas PCR -únicas avaladas para el diagnóstico- al personal de la salud, ya que se debe garantizar la atención en los hospitales.

Dijo que ante la falta de respuesta gubernamental, las universidades insistieron en apoyar en el diagnóstico. La UDLA, por ejemplo, ha tomado muestras en hospitales como el Pablo Arturo Suárez.

Jorge Báez, fiscalizador de tránsito, y Carlos, policía nacional quien prefirió la reserva de su apellido, creen que se infectaron durante sus labores diarias. Ambos salían a las calles para revisar los salvoconductos de los conductores que circulaban, principalmente, cuando regían más medidas de restricción de la movilidad, aplicadas desde el 17 de marzo.

Jorge, de 30 años, recuerda que en una de las jornadas se acercó a un carro y solicitó la documentación al chofer. Los ocupantes no usaban mascarillas. Él sí se la colocaba y, adicionalmente, se desinfectaba las manos con alcohol gel. Sabía que podía enfermarse por la naturaleza de su tarea.

Además, a su casa entraba prácticamente sin ropa ni zapatos, directo a la ducha y se aplicaba alcohol gel.

Pese a ello se contagió. Durante 14 días presentó síntomas moderados, como dolor de cabeza. Aún, luego de recuperarse, sigue con ese malestar, pero retomó su jornada habitual en las calles capitalinas.

Una historia similar vivió Carlos, quien labora en Santo Domingo de los Tsáchilas. Él pertenece a la división de Investigación de la Policía Nacional, pero tras la pandemia tuvo que apoyar en las vías. Revisar salvoconductos o controlar aglomeraciones son parte de sus actividades. Durante los controles, dice, no se tiene agua ni jabón. “Yo usaba alcohol para desinfectarme”.

Por su parte, José Cumbal, de 50 años y encargado de la recolección de basura, relata que pese a que se cuidaba adquirió el virus, por lo que tuvo que aislarse en su casa. Esto le preocupaba, ya que temía por su familia. Todos se contagiaron. “Nos tranquilizamos y pensamos que este mal pasaría pronto”. Hoy se recuperan.

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