Las unidades permanecen guardadas desde el 17 de marzo pasado. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO.
El funcionamiento del servicio de buses urbanos es una tarea pendiente que tiene el Municipio de Cuenca para cuando el cantón cambie a semáforo amarillo. Aún no existe un consenso entre las autoridades locales y los representantes de la Cámara de Transporte de Cuenca sobre la reanudación de operaciones de este servicio público.
La Direccción Municipal de Movilidad elaboró un protocolo de bioseguridad para el funcionamiento de las 475 unidades. Entre otras medidas se establece el uso obilgatorio de la mascarilla para el conductor y los pasajeros, dotación de gel antiséptico e instalar cabinas de aislamiento para el conductor.
Pero hay temas que están en debate. El primero es el equilibrio económico del servicio, que está contemplado por ordenanza. El expresidente de la Cámara de Transporte de Cuenca, Wilmer Bravo, dijo que no pueden obligar a labor a pérdida.
En el caso de que Cuenca pase al color amarillo, el aforo de las unidades urbanas solo será del 30% de su capacidad total, que es de 90 pasajeros.
Además, agregó el dirigente, hay que considerar que la demanda bajará con relación a la registrada hasta antes del confinamiento por el covid-19.
Bravo recordó que cuando se aprobó la ordenanza para el incremento de la tarifa el año pasado se establecieron requerimientos para los transportistas, “que hemos cumplido”. Entre otros, la renovación total de la flota hasta marzo de 2020. Por este proceso están endeudados en USD 60 millones.
Bravo dijo que el compromiso de las autoridades era incrementar el pasaje a USD 0,34. Hasta ahora es de 0,31, de los cuales un centavo es subsidiado por el Municipio. El resto cancelan los pasajeros.
Según el director Municipal de Movilidad, Guilherme Chalhoub, están trabajando en un análisis del impacto económico y financiero de la transportación y analizando lo que ocurre en otros países para hacer la propuesta al COE nacional. El planteamiento será que se permita que se suba al 44% de la capacidad. Es decir, pasajeros solo sentados. La idea es tener un mejor control para evitar aglomeraciones y mejorar el equilibrio financiero para los transportistas.
Además, los técnicos de este departamento determinaron que es necesario reducir el tiempo entre bus y bus para cubrir la demanda de los usuarios y evitar aglomeraciones y problemas en las paradas. Por ejemplo, dijo Chalhoub, una unidad que pasaba cada ocho minutos debería hacerlo cada cuatro minutos. Antes un bus transportaba casi 90 personas y ahora solo serían hasta 30 y la idea es evitar aglomeraciones.
Pero eso ocasionaría otro inconveniente, que es la necesidad de contar con 1 400 buses para lograr la reducción de tiempos entre los recorridos. Ante la imposibilidad de contar con esa flota, se plantea la reformulación de las rutas, “porque la mayoría de las líneas coincide en sus trayectos, entre un 30% y 80% con relación a otras rutas”.
Por ello, explicó Chalhoub, quieren unirlas para tener mejor distribucción en tiempo y espacio para servir a la ciudad y con eso se pueden aumentar las frecuencias.
Según Chalhoub, los transportistas no están de acuerdo. Aseguró que ellos quieren mantener los mismo trayectos y aumentar el tiempo de esperar entre cada bus. Es decir, si pasaba cada 10 minutos que pase cada 20. “Eso iría en contra de lo que hacen otros países porque habría congestionamiento de personas”.