En la foto, la familia Benenaula trasladó la venta de carne a su casa (i). Manuel Lupercio, amplió el RUC de bazar y ahora también vende alimentos en Cuenca. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO
La dura realidad de la pandemia del nuevo coronavirus y sus consecuencias económicas, puso en jaque a muchos negocios de la capital azuaya. Unos quebraron, pero otros han replanteado sus líneas de ventas y estrategias para sobrevivir a la emergencia sanitaria.
El cuencano, Manuel Lupercio, de 45 años, es uno de ellos. Desde el 17 de marzo, con la vigencia del estado de excepción en el país, se vio obligado a cerrar su bazar de productos para fiestas y actos sociales, ubicado en la calle Sucre, en el Centro Histórico de la ciudad.
Con el anuncio del Gobierno Nacional sobre la transición del aislamiento social al distanciamiento, el 4 de mayo reabrió su negocio. Pero estuvo a punto de ser sancionado por la Intendencia de Policía porque Cuenca sigue en el color rojo del semáforo y no vendía productos de primera necesidad.
Entonces optó por ampliar su Registro único de Contribuyentes (RUC) y actualmente también ofrece alimentos. Al ingreso improvisó mesas donde expone frutas, legumbres, hortalizas, tubérculos, huevos y demás productos. “Así estamos sobreviviendo para no caer en la ruina”, dice.
El cuencano, Manuel Lupercio, al ingreso de su local improvisó mesas donde expone frutas, legumbres, hortalizas, tubérculos, huevos y demás productos. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO
Lupercio lamenta haber despedido a tres empleados. Se quedó con una y le redujo el sueldo a USD 200, porque solo trabaja medio tiempo. Antes de la emergencia vendía un promedio de USD 2 000 semanales y en estos días no saca ni USD 30, dice.
Este emprendedor piensa que la post-pandemia se le viene más duro aún, porque hace tres meses adquirió un crédito de USD 50 000 con una cooperativa y debe pagar USD 1 000 mensuales. “No tengo idea de dónde sacaré ese dinero” dice contrariado.
Otra familia que ha vivido duros momentos en esta emergencia sanitaria son los Benenaula. Durante 30 años ellos se han dedicado a la venta y distribución de vísceras de res a los restaurantes de Azuay y parte del Guayas.
La familia Benenaula actualmente vende el 25% de lo que comercializaban antes de la pandemia por el coronavirus. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO
Con el estado de excepción, este negocio familiar se paralizó por completo durante tres semanas. En pleno brote de la pandemia tuvieron miedo de contagiarse de covid-19, pero implementaron protocolo de bioseguridad y regresaron a trabajar, dice Sonia Benenaula.
Pero dejaron –de forma temporal- el puesto que tenían en un mercado de Cuenca y acoplaron un espacio en el acceso principal de su vivienda, en la avenida Isabel La Católica. Allí instalaron los frigoríficos y máquinas cortadoras, y ahora también venden carnes y embutidos.
Andrés Carguacundo, sobrino de Benenaula, cuenta que actualmente venden el 25% de lo que comercializaban antes. Por ejemplo, hasta antes de la pandemia entregaban unas 400 patas de res por semana y actualmente no venden ni cuatro.
Pero eso es mejor a que el negocio quiebre, comenta Carguacundo. No tienen empleados y los cinco miembros de esta familia -por ahora- no reciben sueldo hasta levantar el negocio. También trabajan con entregas a domicilio y moviendo el negocio a través de las redes sociales.
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