Doris (nombre protegido), llegó a Ecuador para reconocer el cadáver de su esposo. Cada día, busca la forma de sobrevivir e intenta encontrar un lugar seguro para su hija y para el bebé que pronto nacerá. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO
Según los planes familiares, Doris (nombre protegido) llegaría a Ecuador en este mes de agosto para reunirse con su esposo que arribó al país cuatro meses antes. Le contó que el primer mes estuvo desempleado, pero luego encontró un trabajo en el que se mantuvo por tres meses.
Sin embargo, la llegada de Doris a Ecuador tuvo que adelantarse. “El jefe de mi esposo me llamó a Venezuela y me dijo que tenía que venir a reconocer su cuerpo. Me lo mataron”, repite una y otra vez. Según la explicación que le dieron a Doris, una bala perdida impactó a su marido. Trabajaba en una zona hostil.
“Ni siquiera pude hacerle un funeral ni enterrarlo en un cementerio. Ahí mismo en el piso lo enterraron”.
Viste un short y una blusa corta, que no alcanza a cubrir su vientre de cuatro meses de embarazo. De su hombro cuelga una cartera. Con una mano toma a su hija de dos años y con la otra la funda con dos tarrinas de comida que le dieron en el albergue Buen Samaritano, ubicado en San Blas.
Aunque debería caminar a paso lento, ya que su embarazo es de riesgo, la mujer de 24 años se mueve muy activamente para evitar que su hija pise la calle transitada. Inocentemente la pequeña corre en la vereda del albergue. Doris recorre todos los días este tipo de centros, fundaciones y organizaciones en busca de ayuda.
Por el momento su prioridad es un sitio para vivir, donde ella y la pequeña puedan estar tranquilas mientras busca los medios para salir adelante en un país extraño, sin familia ni amigos. “No conozco a nadie, ni sé a dónde ir, quisiera que alguien me diga dónde me podrían ayudar con pañales para mi hija”.
Llegó a finales de julio, por la muerte de su esposo. “Todo fue muy rápido”, recuerda, por lo que no cuenta con la carta andina. Ese es el principal motivo por el que no puede acceder a ayuda. En cada lugar al que va le dicen que sin la carta andina no le pueden ayudar.
Aunque un techo no les ha faltado, Doris busca desesperadamente un nuevo sitio para vivir. Se estaba quedando en la casa de una amiga, en el sur de Quito, que la ayudó desde su llegada. Sin embargo, a esta amiga le pidieron desocupar la vivienda en cuanto se percataron de la presencia de la mujer embarazada y su niña. “Dicen que son habitaciones para estudiantes solos y que no puedo tener ahí a mi hija”.
También se ha quedado en albergues. Cuenta que solo les han permitido dormir en estos lugares y al amanecer has tenido que salir y dar vueltas por la calle hasta que caiga la noche y puedan volver. “Necesito trabajar para pagar un arriendo en un sitio seguro en el que pueda pasar el día”.
Las horas pasan y Doris se pregunta qué hacer durante todo el día, en su estado y con su hija pequeña. Durante algunos días optó por vender agua en la calle, en compañía de su hija, ya que no tiene un sitio en el cual dejarla ni alguien que la cuide. Pero –cuenta– le advirtieron que si permanecía trabajando con la niña “me la pueden quitar”. Por eso la madre espera realizar las gestiones necesarias para ponerla en un Guagua Centro y así poder “trabajar en lo que sea”.
El embarazo de Doris se complicó por el impacto de llegar a un país nuevo a reconocer el cuerpo de su esposo muerto. “Yo no lo creía, cuando me llamaron pensaba que seguramente no era él. Pero me lo mostraron y estaba ahí tendido en el piso con un balazo. Lo vi bien. Era él”.
Además tiene desnutrición. Su amiga le guió para que le atiendan en el Hospital General Enrique Garcés. Ahí le mandaron a seguir una estricta dieta alimenticia compuesta por cinco comidas diarias compuestas por lácteos, frutas, cereales, carnes, verduras y grasas. Pero hay días en que la única comida del día la optimiza para alimentar a su hija. Para el 6 de septiembre tiene agendada una nueva cita médica en el área de nutrición.
Doris prefiere no revelar su identidad ni mostrar su rostro pues teme que su hija mayor, que se encuentra lejos, sepa de su situación. Para ella, su madre sigue en Venezuela. Y su padre trabajando en Ecuador.