Migrante venezolano: 'Iba de Perú a Venezuela, pero la pandemia me dio una nueva oportunidad en Guayas'

Edwin Subieta Ramírez, de 27 años, quería regresar con su familia a Venezuela, pero la pandemia le dio una oportunidad en Ecuador. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

Edwin Subieta Ramírez, de 27 años, quería regresar con su familia a Venezuela, pero la pandemia le dio una oportunidad en Ecuador. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

Edwin Subieta Ramírez, de 27 años, quería regresar con su familia a Venezuela, pero la pandemia le dio una oportunidad en Ecuador. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

La intención era cruzar por Ecuador para viajar desde Perú hasta Venezuela. Edwin Subieta Ramírez, de 27 años, hizo una escala en Guayaquil como parte de su periplo, sin imaginarse que la pandemia modificaría sus planes.

“Era el 4 de marzo. Ese día llegamos a Huaquillas, en la provincia de El Oro, junto a mi esposa y mis hijos de 10 y 8 años. También me acompañaron mis dos hermanos, una cuñada y dos sobrinos. La decisión, como muchos, era marcharnos con retorno a nuestro país. Pero todo cambió”.

El trabajo de Edwin como trailero ya no permitía sustentar los gastos del hogar en Lima. Antes había vivido un año en Colombia.

“La intención no era quedarnos en Ecuador, nunca lo pensamos siquiera. Pero la realidad nos tenía otro desenlace. Hasta entonces no conocíamos la aventura que nos tocaría vivir. Con ayuda de algunas organizaciones llegamos a Guayaquil. Era el 8 de marzo. Esa noche toda la familia durmió en la Terminal Terrestre”.

Edwin había escuchado poca información sobre el coronavirus, por lo que no medía “la gravedad del asunto”. La enfermedad acechaba, sin saberlo, a su familia. No tenía dinero para alimentarse, mucho menos para medicamentos.

“Nosotros pensamos que era solo una gripe, algo nada fuera de lo común. ¿Qué íbamos a saber lo que era el virus? No sabíamos el peligro que nos aguardaba”.

La familia de Edwin se mantiene unida y vive en Durán. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

“Luego toda la familia nos trasladamos a la casa refugio Un Techo Para el Camino, de Hogar de Cristo. Ahí nos dieron cobijo por unos días hasta que pudieran gestionar la ayuda con organizaciones no gubernamentales para avanzar el periplo hacia Venezuela. Todo estaba listo, teníamos la cita para el lunes 16 de marzo. Pero tres días antes, el 13 de marzo, los planes cambiaron”.

“Por la emergencia sanitaria, la Casa cerró sus puertas. Ya no había transporte interprovincial y las organizaciones dejaron de funcionar. El regreso a Venezuela se tornó imposible”.

Pero en el refugio tuvimos comida, ropa, servicios higiénicos y ayuda sicológica. Esos días Guayaquil soportaba picos altos de la enfermedad. Fuera del centro, la realidad era otra, habían muertos en casas y calles. Los hospitales estaban colapsados. Ellos tenían poca información de esa realidad.

Edwin recuerda que, incluso, se enteraba de la gravedad de la enfermedad porque su familia y amigos le escribían desde Perú y Venezuela para preguntarle cómo estaba la familia. Había preocupación.

“Nosotros creímos al inicio que era una exageración, pero un día con mi esposa revisamos en Internet noticias de Guayaquil y no pudimos contener lágrimas al ver lo que ocurría. Nosotros estábamos prácticamente en el epicentro regional de la peor crisis de la historia en Sudamérica”.

“Durante tres meses convivimos con otros 60 migrantes venezolanos. Siento que ahí estuvimos a salvo con nuestra familia. Entendí que si nos hubiéramos ido caminando hasta la frontera habría resultado peligroso. Aquí no nos enfermamos porque vivimos en un completo aislamiento”.

El 20 de junio se abrieron las puertas de la Casa. Cuando ya estaban para marcharse, recibieron ayuda de dos organizaciones no gubernamentales. Cuenta que eso les cayó del cielo. Una le proveyó una tarjeta de alimentos para seis meses, otra le otorgó USD 240 para que iniciaran una nueva vida. Lo pensó y discutió con su familia. Decidieron quedarse en la provincia del Guayas.

Aunque caminaron mucho, notaron que ese entonces no había mucho movimiento. Los ecuatorianos se quedaban desempleados. Tampoco había tráfico vehicular. Los pocos restaurantes solo vendían comida para llevar o a domicilio.

“Pero tuvimos una corazonada; sentía que Guayaquil estaba por darnos una nueva oportunidad a pesar de la crisis”.

Luego de caminar varias horas se establecieron en la vecina Durán. El dinero recibido les ayudó para la renta. Sus hermanos y su cuñada encontraron empleo de inmediato. Edwin, en cambio, se dedica al comercio informal. Lo que logra ganar le alcanza para pagar el arriendo y sustentar a su familia. Su esposa lo ayuda en el trabajo.

Guayas y Ecuador me han brindado algo que hace años he buscado y que no había podido hacer, que es el tener a mi familia unida, sana. Se abrieron muchas facilidades, algo que nunca me pasó. Llegué a Ecuador sin pensarlo, nunca tuve en mis planes, pero la pandemia hizo que me quede aquí, el destino me dio otra oportunidad en este país”.

Ahora dice que esta también es su casa. Tiene buena relación con sus vecinos y le han extendido las manos. Afirma que también está dispuesto a colaborar en la reactivación comercial y económica de la provincia. Quiere retribuir la ayuda recibida en este país durante los meses más difíciles.

Suplementos digitales