En el sector de la Mama Cuchara se llevó a cabo la pamba mesa. Se compartieron guaguas de pan y colada morada. Foto: EL COMERCIO
Los habitantes del sector de la Loma Grande, en el Centro Histórico, son un ejemplo de organización. El motivo: han realizado una serie de actividades para devolver la vida a este barrio emblemático de Quito. Pero ¿cuál es la novedad? Su principal objetivo es rescatar las tradiciones y costumbres que se practicaban en las comunidades indígenas de los Andes.
El equinoccio, la pamba mesa y los ‘ángeles somos’ son algunas de prácticas que han hecho junto a la ayuda de la comunidad y a agrupaciones como el ballet Jacchigua.
Uno de los eventos más recientes fue el recorrido de los ‘ángeles somos’ por el barrio, el sábado pasado. La tradición cuenta que el 2 de noviembre, Día de los Difuntos, en las comunidades indígenas, principalmente de la provincia de Cotopaxi, tres niños salían a recorrer las calles. Iban con una pequeña campana para anunciar su paso a los vivos y a los muertos. Se acercaban a las personas y pedían el nombre de un familiar fallecido para orar por la tranquilidad de su alma. Con una pequeña oración en español y quichua pedían por el descanso eterno. Lo hacían todo el día. Con sus ponchos, alpargatas y sombreros seguían su recorrido hasta altas horas de la noche.
La caminata llamaba la atención de los pobladores de esos tiempos. Lo mismo ocurrió en la Loma Grande. Cerca de las 15:00, tres adolescentes emprendieron este recorrido. Durante una hora, ellos golpearon las puertas de los moradores de este barrio para replicar esta tradición. Al evento acudieron alrededor de unas 100 personas entre moradores y visitantes.
Marco Rubio, presidente del barrio, explicó que han realizado estas actividades con un objetivo: rescatar el patrimonio intangible y para que los habitantes aprendan estas tradiciones indígenas. A esto se suma que le apuestan a que el barrio se una. “Es necesario que ayudemos a recuperar este tipo de rituales que practicaban los indígenas, ya que son nuestras raíces. No podemos dejar que se pierdan”.
Para el dirigente, la organización y unidad del barrio es un eje fundamental, que les permitió hacer este tipo de eventos. El pasado junio realizaron actos por el equinoccio. Lo hicieron en la cruz mayor, ubicada al final de la calle Rocafuerte, en la Mama Cuchara. Allí hicieron el ritual con maíz, esencias, plantas… A las 12:00, vieron cómo el sol quitaba la sombra a la cruz. “El equinoccio atrajo la atención de la comunidad, porque es un ritual en el que los rayos de sol caen perpendicularmente, por lo que los objetos pierden la sombra”, contó Rubio.
Los visitantes y habitantes destacaron estos eventos. Maruja Loza, moradora de Carcelén, acudió el fin de semana a la Loma con dos amigos. Lo que más le llamó la atención son los tres ángeles. Recuerda que su abuela le contaba de estas tradiciones pero nunca las había visto. “Es positivo que se busque recuperar este tipo de costumbres, en especial entre las nuevas generaciones”. Además, considera que en otros barrios se deberían replicarlas no solo para que los habitantes aprendan, sino para devolver la vida a los barrios quiteños. “Nos hace falta revivir y tomarnos las calles”.
En esto coincide Juan González. Este hombre de 67 años vivía en la Loma Grande hace unos 20 años. Recuerda que se practicaban varias actividades comunitarias. Sin embargo, poco a poco, se fueron perdiendo, por lo que destaca la organización barrial. “Es hora que todos los barrios despierten y realicen actividades encaminadas a rescatar lo nuestro”.
Además de los ‘ángeles’, también se realizó la pamba mesa. La misma que tenía un elemento esencial: el pan. En las comunidades indígenas repartían todo lo que había en la mesa a los habitantes. En esta ocasión había guaguas de pan y colada morada. El siguiente paso: el pase del Niño.