Jabonillo está rodeado por calles de tierra. No hay alumbrado público, alcantarillado ni agua potable. Fotos: Lineida Castillo/ EL COMERCIO
En Jabonillo todo permanece en silencio. Las calles de tierra pasan casi siempre desoladas. Una que otra persona lleva el ganado al pasto. Modernas casas de hasta tres pisos, construidas por migrantes, aparecen junto a pequeñas viviendas de adobe o de madera.
De ese caserío que pertenece a San Lucas, una parroquia de la ciudad de Loja, partieron las dos hermanas de 3 y 5 años de edad, que hace ocho días fueron abandonadas en la frontera desértica de los Estados Unidos.
Los pocos habitantes que permanecen en sus cuartos saben lo que pasó con las niñas. Dicen que es doloroso, pero que por falta de empleo y la crisis desatada por la pandemia la gente se arriesga a viajar sin papeles a EE.UU.
Los vecinos conocen a cada familia que se ha ido durante estos meses. La lista es larga: los Chalán, Guamán, Morocho, Tene, Macas, Vacacela. Todos se marcharon con sus hijos.
En una de las casas juega Elián. Tiene 4 años y dice que son “bastantes días” que no ve ni juega con sus amigas, las dos menores de la frontera.
Él vive frente a la vivienda en donde habitan los abuelos de las pequeñas.
Es una construcción levantada con retazos de tableros. Sus ventanas están cubiertas con plásticos. Allí vivieron las dos el último año.
De ahí partieron el 26 de marzo pasado. Lo hicieron con la abuela y un tío paterno. Viajaron hasta Latacunga y un día después, desde el Aeropuerto Internacional de Cotopaxi salieron en avión con destino a México.
Los parientes saben que en esa nación, los adultos permanecieron tres días con las niñas y avanzaron a la frontera. El 30 de marzo quedaron en manos de dos desconocidos para que fueran llevadas al lado estadounidense y entregadas a un familiar.
Elián dice que son “bastantes días” que no ve a las dos niñas. Foto: Lineida Castillo
Pero las imágenes de ambas, mientras eran lanzadas desde lo más alto del muro que separa a EE.UU. de México, se difundieron a escala internacional. Ignacio Guayllas, presidente de Jabonillo, cuenta que vio esas escenas en la televisión. “Me imagino el miedo que sintieron al ser abandonadas en un sitio oscuro”.
Al finalizar la grabación se ve que los traficantes lanzan algo a las niñas. Los policías de esa nación dicen que fue una mochila y que allí había una bebida, un ‘snack’ y el número telefónico de un familiar, en New York. Ese dato permitió que los agentes de Migración, encargados de recogerlas, supieran enseguida su procedencia.
“Esa irresponsabilidad de los coyotes pudo haber terminado en tragedia. Es terrible ver las imágenes que captaron las cámaras”, dice Guayllas.
“Muchos han salido por la pobreza”, cuenta Julia, una mujer que trabaja en el campo y asegura que el dinero que ganan no les alcanza.
Alrededor de algunas viviendas hay maizales y huertas de lechugas, col, acelga, nabos, brócolis. Las familias sobreviven también de la ganadería.
Los animales pasan en el cerro, hacia donde adultos y jóvenes caminan horas para el ordeño.
Así trabajaban los padres de las niñas hasta antes de migrar a Estados Unidos, hace más de dos años.
Los abuelos paternos, con quienes ambas se quedaron luego del viaje de los padres, continúan en esa tarea.
Jabonillo está rodeado por calles de tierra. No hay alumbrado público, alcantarillado ni agua potable. Foto: Lineida Castillo
En Jabonillo quedan pocos niños y adultos. Igual ocurre en Lancápac, Bellavista y Eloy Alfaro, otros poblados de San Lucas. Los moradores indican que sus conocidos o allegados buscan todas las formas para irse. A 20 minutos de esta parroquia hay tres agencias de viaje. A esas oficinas llegan a diario personas que quieren saber más sobre los vuelos a México.
Hablan de ‘tours’, pues así se camufla ahora la ruta ilegal de los coyoteros. Por eso van en grupos por aeropuertos como el de Cotopaxi o Quito.
“Creemos que quienes consultan son potenciales migrantes, porque no muestran interés cuando les damos la información de los lugares que visitarán”, dice el propietario de una de las agencias. Un ‘tour’ de cuatro días que incluye vuelo, traslado y visita a lugares cuesta alrededor de USD 750.
Infografía del trayecto que siguieron las niñas ecuatorianas antes de ser encontradas por un agente de migración en el muro de la frontera entre México y EE.UU. Imagen: EL COMERCIO
Pero el trayecto irregular con los coyoteros puede valer hasta USD 20 000. Así han salido muchas personas.
Los vecinos solo esperan que las pequeñas estén bien. Las autoridades saben que el tiempo que demore la entrega dependerá del análisis sicológico, económico y cultural que se levante en el albergue y de la documentación que entreguen los padres.
Hoy se encuentran en un albergue infantil de El Paso, Texas.
“Siempre eran comunicativas y cuando me veían me preguntaban a dónde vas?”, recuerda Guayllas.
Lo que ocurre en Jabonillo y otras zonas de San Lucas ya ha sido analizado por las autoridades de Loja.
“Los poblados se están quedando silenciosos y las casas, vacías”, dice el concejal Patricio Lozano.
En la tierra de las dos menores también conocieron el caso de una niña de otro pueblo que viajó sin papeles.
Un día están y otro día no. La gente comenta que así pasan ahora los días en Jabonillo, una comunidad a donde se llega por una vía con huecos que son rellenados con mingas comunitarias que se realizan cada 15 días. Así tratan de mantenerlo algo transitable.