Liliana cursaba el último año de bachillerato y tenía buenas calificaciones. Su objetivo era graduarse para ayudar a su hijo. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Eran las 04:00 del martes 25 de diciembre del 2018. A esa hora, Liliana Flores salió de su casa ubicada en el barrio Piganta de la parroquia Atahualpa, en el noroccidente de Pichincha, para ordeñar las vacas.
En el trayecto que dura 20 minutos, desde la vivienda hasta la finca, la joven de 27 años fue atacada brutalmente en la cabeza con un madero que le destrozó el cráneo y murió. El agresor trató de quemarla con gasolina -cuentan sus parientes- para destruir evidencias, pero horas después lo apresaron para las investigaciones. Él es un primo de la víctima, tiene 19 años y permanece detenido en el Centro de Detención Provisional de El Inca.
Su padre la encontró cerca de las 07:00 cuando observó a un grupo de personas asustadas alrededor de un cadáver. Al principio, él creyó que era otra chica a quien habían matado, pero luego encontró una bota que utilizaba su hija y supo que era ella. Desesperado se comunicó con la Policía Nacional para alertar lo que sucedió.
Su familia no ha logrado superar el dolor de perderla para siempre, más cuando se acerca la audiencia de juicio en contra del sospechoso, el próximo 10 de junio. Piden que se haga justicia, pues recuerdan que el sospechoso la cortejaba de forma insistente. Daniela Rosero, pariente de la víctima, contó que un día antes del crimen, Liliana estuvo en una fiesta en la que se celebró la Noche Buena y un bautizo de otro pariente. En esos momentos, él la observaba todo el tiempo, trataba de acercarse y ella lo ignoraba.
Liliana cursaba el último año de bachillerato y tenía buenas calificaciones, en un programa de educación tardía. Su objetivo era graduarse para ayudar a su hijo, de nueve años. Era madre soltera y el soporte emocional de su niño, quien se quedó a cargo de sus abuelos.
“Está destrozado, tratamos de ayudarle emocional y psicológicamente. No tiene a su madre para jugar y conversar”, manifestó Rosero. Le cuesta entender cómo alguien puede atacar a una mujer de una forma tan agresiva. “Fue violada, golpeada porque tenía moretones en la cara y murió de un golpe en la cabeza”.
“Quiso incinerarla en el torso y sus partes íntimas”, añadió.
Los allegados temen que el sospechoso salga libre antes de que se cumplan las medidas cautelares. “Pedimos una sentencia justa porque hay varios agravantes. Hubo una relación familiar de por medio. Se daba violencia sistemática, la acosaba. Ella temía por su vida, pues aparecía en los lugares donde Liliana se encontraba. Además, la arrojó en un sitio abandonado y trató de incinerarle”, dijo Cristina Almeida, integrante de Nina Warmi, una organización que apoya a las víctimas de la violencia contra la mujer.
Los familiares temen por sus vidas, pues han sido amenazados. Su padre es uno de los testigos en este caso.
Con base en los registros de Nina Warmi, en lo que va del 2019, Almeida explicó que se han reportado 38 casos de femicidio a escala nacional. De esa cantidad, 20 fueron en la Sierra y cinco ocurrieron en Quito.