Maestra Carolina Espinoza durante sus clases virtuales desde un computador. Foto: Cortesía
El que escribe en el alma de un niño escribe para siempre. La idea ronda a la maestra de educación básica Carolina Espinoza, que todas las tardes toma su mascarilla, su bicicleta y una pequeña pizarra para ir en búsqueda de sus alumnos, aquellos sin conexión a Internet que no han podido asistir a clases virtuales, en el cantón General Villamil Playas (Guayas).
¿No le teme a exponerse al coronavirus? Claro que sí -dice- y más en una población de la Costa del Ecuador que recién relajó las medidas de confinamiento del covid-19 esta semana. Pero siente que es una de las primeras llamadas a garantizar el derecho a la educación de sus 85 alumnos de la escuela de educación básica Juan Bautista Yagual.
La profesora Espinoza imparte la clase personalizada a los alumnos que no tienen Internet. La docente mantiene la distancia recomendada. Foto: Twitter Ministerio de Educación
“Cuando llego me reciben con amor. Estos chicos van a recordar toda la vida que fue la docente Carolina la que llegó a la puerta de su casa en plena pandemia, no van olvidarlo nunca; yo moriré y ellos lo recordarán”, dice Espinoza, de 40 años.
La labor de la docente del sistema público se viralizó en redes sociales. Las fotos la muestran andando en bicicleta por calles polvorientas con la pizarra al hombro, dando clases en la acera y entregando las fichas de trabajo a los estudiantes más necesitados.
Espinoza le contó a Diario EL COMERCIO que la han llamado desde cadenas internacionales de noticias desde Estados Unidos hasta medios de Colombia de los que nunca escuchó. Su estrategia también ha sido resaltada por el Ministerio de Educación.
Pero ella no está satisfecha. “Me siento muy halagada, pero me gustaría también que todos se sumen a la ayuda de los estudiantes que necesitan de una u otra manera algún tipo de dispositivo para recibir las clases, ‘tablet‘ o teléfono, o la provisión de la conexión a Internet con la que no cuentan”, dice.
La maestra Carolina Espinoza recorre en bicicleta las calles del cantón Playas, en la Costa del Ecuador, para llegar a las casas de sus alumnos y darles clases ante la falta de Internet.
Ella misma como profesora tiene que sortear sus propias limitaciones tecnológicas. La idea de salir a buscar a sus alumnos -“si ellos no pueden venir a mí, yo voy a ellos”- surgió luego de iniciar las clases en el ciclo Costa el pasado 1 de junio de 2020.
Espinoza dirige las clases en dos cursos en la escuela fiscal Juan Bautista Yagual: en quinto grado tiene 43 alumnos y en séptimo, 42.
A unos les da clases virtuales de 9:00 a 10:00 y a otros de 11:00 a 12:00. Pero desde los primeros días entendió que muchos no podían conectarse a las sesiones que organiza a través de la aplicación de videoconferencia Zoom.
Si son 42 estudiantes en un curso y solo ve a 30 o 35 en cámara, necesita comunicarse con los que faltaron y a menudo lo que sucede es que los padres no tienen recursos para realizar una nueva recarga de Internet, cuenta.
“Todo empezó porque veo que no se conectan todos, quiero que todos tengan la misma oportunidad de estudiar, todos tienen el mismo derecho y como docente creo que soy una de las principales llamadas a que ese derecho se cumpla”, apunta.
En las tardes ocupa hasta cuatro o cinco horas llevando educación a los alumnos que no se pudieron conectar, más o menos tiempo según los alumnos que faltaron a clase ese día. Y así lucha a su manera contra la deserción escolar. “La situación económica es muy grave y hay familias que no tienen para poner recargas de Internet todas las semanas”, explica.
Esta licenciada en educación básica con nueve años de experiencia y quien ha impartido clases también en el sector rural sueña con cursar una maestría en psicología, en pedagogía o en tecnologías de la educación.
Con “dos meses impagos” como maestra lucha por sobrevivir con su familia en tiempos de coronavirus. Tuvo que cambiar a su hijo también de colegio privado al sistema público, ahora él recibe sus propias clases virtuales.
Su esposo que es sastre no tiene ahora trabajo y le ayuda a cuidar a sus tres hijos: un adolescente de 16 años y dos niñas de 12 y 2 años.
“En ninguna parte se exige a los docentes que deben salir a buscar a los estudiantes -aclaró la profesora- y peor en tiempos de pandemia, no se les puede exigir a los maestros algo así, a mí nadie me obliga, lo hago porque me nace, por iniciativa propia”.
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