El ex estudiante del Mejía, Édison Cosíos, ya puede hacer la señal de aprobación con el pulgar hacia arriba

A cuatro años del impacto de una bomba lacrimógena a Édison Cosíos, el joven muestras estabilidad. Él ya no respira con máquinas. Foto: Eduardo Teran Urresta / El Comercio

A cuatro años del impacto de una bomba lacrimógena a Édison Cosíos, el joven muestras estabilidad. Él ya no respira con máquinas. Foto: Eduardo Teran Urresta / El Comercio

La recuperación de Édison Cosíos sorprende. Puede mover su brazo derecho completamente y con sus dedos hace señales. En septiembre se cumplieron cuatro años desde que un impacto con una bomba lacrimógena lo dejara en estado vegetativo. Actualmente muestra señales de mejoría, pese a las complicaciones médicas que enfrenta.

En el barrio de La Argelia Alta, sur occidente de Quito, se encuentra la casa de la familia Cosíos-Pineda. Todos los visitantes deben caminar por la rampa que se construyó para que puedan entrar y salir las camillas y las sillas de ruedas que transportan al joven.

A Édison le hicieron una traqueostomía para que pueda respirar. Ahora lo hace sin ayuda de máquinas. Todas las mañanas, él se coloca cerca de la ventana desde donde se puede observar el sur de Quito e incluso El Panecillo. Vilma Pineda, su madre, indica que ahí recibe el sol mientras escucha música.

Actualmente pesa 58 kilos y mide 1,80 metros. Cuando estuvo en su peor crisis bajó hasta los 26 kilos y se notaban sus huesos pegados en la piel. En el 2013 alcanzó los 46 kilos. La recuperación de Édison se evidencia hasta en sus actitudes. Cuando alguien extraño lo visita, se mueve y balbucea.

El joven cayó en estado vegetativo el 15 de septiembre de 2011, cuando fue impactado por una bomba lacrimógena disparada por el teniente de Policía Hernán S. Este hecho se dio en medio de manifestaciones violentas en los alrededores del Instituto Nacional Mejía, ubicado en la calle Vargas.

Desde esa fecha, él tuvo varios quebrantos en su salud. Primero una infección, meningitis y otras enfermedades. Posteriormente, sorprendió al salir del estado de coma. No obstante, periódicamente sufre afecciones graves. El miércoles 15 de julio del 2015, Édison Cosíos ingresó de emergencia al Hospital Eugenio Espejo, nuevamente por problemas para evacuar la orina. Ahí se le detectó una insuficiencia renal crónica irreversible, que afectó el 41% de sus riñones.

Los médicos evaluaron hacerle un talle vesica, procedimiento quirúrgico para que pueda evacuar la orina, pero también le dieron la oportunidad de probar con sondajes sin la necesidad de una operación. La familia se decidió por la segunda opción, para no someterlo a una cirugía que implicaba el uso de anestesia general.

Édison mostró ayer martes 6 de octubre, una mejorar sustancial en su salud, delante de las cámaras de EL COMERCIO. La madre y la enfermera que lo acompañaban le pidieron saludar a los visitantes y él lo hizo. Luego le dijeron que abriera los ojos y también cumplió el pedido. Los médicos indicaron que tiene un nivel de conciencia mínimo, pero para su madre hay varios factores que le hacen pensar que su hijo entiende todo lo que escucha.

“Él aprieta las manos al saludar. Creo que mi hijo escucha y sabe lo que está pasando a su alrededor”, confirmó Pineda. Ella afirma que brinda respuestas insólitas cuando está con otra gente. Por ejemplo, ayer temprano, cuando escuchó que se hablaba sobre la visita de sus amigos, el joven empezó a levantar la mano e hizo la señal de aprobación con el pulgar arriba.

La vida de la familia Cosíos ha cambiado desde hace cuatro años. La madre tuvo que renunciar a su trabajo en una fábrica textil para cuidarlo. Su padre, Manuel, recibió un empleo en una fábrica estatal que ahora le permite mantener a la familia. Sus hermanos han crecido y ahora trabajan. Andrés, de 27, es asistente técnico y Andrea, de 25, es ingeniera comercial.

En la sala de la casa se ven las fotografías familiares de momentos felices de otros tiempos. Vilma sabe que esos tiempos no volverán, pero guarda la esperanza de que su hijo se recupere. “Es algo muy doloroso. Tengo que estar pendiente de él y me he descuidado de muchas cosas”.

El Estado cumple el compromiso de costear el tratamiento de sus quebrantos de salud, los honorarios de enfermeras y las medicinas del joven. El segundo piso de la casa de La Argelia se asemeja a una clínica, en donde se puede hacer las sesiones de terapias físicas, neurológicas y, ahora, lo preparan para que pueda comer por sí solo.

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