A la distancia, la profesora parvularia capta la atención de sus alumnos

Natalia Figueroa, conectándose al Internet de una prima, que vive en una casa vecina, brinda clases. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO

Natalia Figueroa, conectándose al Internet de una prima, que vive en una casa vecina, brinda clases. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO

Natalia Figueroa, conectándose al Internet de una prima, que vive en una casa vecina, brinda clases. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO

En Ecuador hay 118 745 alumnos, de 3 y 4 años. Y 10 017 profesores de educación inicial. Natalia Figueroa es uno de ellos. Un rincón de la casa, en donde vive, parece un mundo paralelo los lunes y jueves por la mañana. En los dos pisos de la vivienda, al norte de Quito, hay silencio absoluto, menos en su habitación.

A las 08:20, el bullicio nace de un metro cuadrado, cerca de la cama de la docente de 31 años, oriunda de Chone, Manabí. Detrás de ella, entre el televisor y la puerta del baño ubica la escenografía del aula de clases, que ven sus alumnos: un pizarrón, un círculo rojo, un triángulo verde, números, dibujos y las fotos de los dos pequeños cumpleañeros del mes.

“Suban al avión que vamos a despegar”, dice la letra de la canción que la maestra pone antes de saludar a los niños de 3 y 4 años. “Hola amor, qué guapo te han peinado”, le comenta a Isaac. “Buenos días, Eliana”, “qué bueno que te pudiste conectar, Jackelin”. Esas son algunas frases con las que Natalia da la bienvenida a sus estudiantes de inicial uno, a la clase por medio de la plataforma Zoom.

Sentada frente a su laptop se pone gafas y les cuenta a los niños que el señor sol la visita ese día. En la pantalla se ve que Martín se retira de su cámara. Vuelve con gafas, justo cuando era su turno en la lista y dice “presente”.

El tono de voz, que usa la profesora, es alto, para captar la atención, durante la sesión virtual. Ríe y bromea con los chicos, quienes están en compañía de hermanos, padres o abuelos.

El contacto físico sí nos hace falta, admite la maestra, pero cree que esta metodología ha ayudado a que los padres sean más corresponsables de la educación de sus niños.

La clase empezó con un video, cuyos protagonistas eran abejas, hormigas y otros insectos. La conexión de Natalia se cayó justo antes del final, pero enseguida se restableció. No tiene Internet en casa de su tía, en donde vive con su esposo. Toma señal de la vivienda contigua, de su prima.

En total 10 017 docentes de inicial en el régimen Sierra-Amazonía se han acoplado a la educación telemática. Se comunican con sus chicos a través de videoconferencias, mensajes de texto o llamadas, señaló el Ministerio de Educación. Zoom, Teams y redes sociales son algunas herramientas.

En la sesión del jueves 31 de marzo, Natalia mostró a los niños su caja mágica y les pidió que soplaran para que se abriera. Sacó una hormiga y una araña. Las puso frente a la cámara y explicó que el primer insecto tiene seis patas y el segundo, ocho.

Segundos después, en la hora de crear, Natalia pidió a los niños que sacudieran sus manos para que despertaran. Los materiales pedidos para ese día: pincel, ojos, goma, pintura, limpia pipas y copitos de una cubeta de huevos.

Ella los ubicó junto a su silla, en una mesita que bloquea la entrada al baño. Los pequeños empezaron a hacer sus propias arañas, al mismo tiempo que la profesora. Ella cantaba y daba instrucciones a cada uno de los 24 que se conectó.

La elaboración de la hormiga quedó de tarea. A las 09:00 se terminan los 40 minutos gratuitos en la plataforma y se cortó la sesión. La maestra terminó su araña, empujó la mesa sobre la que está su laptop y acercó hacia ella el trípode que sostiene su celular.

Enseguida empezó a grabarse, mostrando la tarea terminada, y envió el video al chat de padres. También les agradeció por el tiempo prestado. Muchos -cuenta la docente- salen a sus trabajos en ese momento.

Durante la pandemia, 32 767 docentes de educación inicial han participado en capacitaciones, con énfasis en el uso y manejo de herramientas virtuales para generar contenidos digitales que les permitan transformar la educación presencial a una virtual, informó la Cartera de Educación.

A las 09:10 Natalia pudo concluir su trabajo con la hormiga. Retiró la mesita de materiales e ingresó al sanitario para lavarse sus manos manchadas de pintura negra. El rincón de trabajo lucía diferente. La caja mágica y otros insumos estaban en el piso.

Su siguiente tarea era hacer un nuevo video. Empezó a grabarse y se dio cuenta de que le faltaba la caja mágica, así que detuvo el video y comenzó de nuevo. “Hola mi artista, te voy a mostrar lo que trabajamos el día de hoy”. El video de alrededor de dos minutos lo envió por WhatsApp a cinco niños que no se conectaron.

Luego recordó a los padres que al día siguiente debían asistir a la Escuela Capitán Edmundo Chiriboga, en Calderón, para retirar la colación escolar. No envía mensajes generales para “que no sientan que son uno más del montón”, reitera. Los llama uno por uno. Con todos bromea, ríe y les pregunta cómo están ellos y los niños.

Cuando se acerca el mediodía ya ha llamado a cuatro madres. La docente baja a la cocina por una fruta y espera terminar mínimo a las 14:00 con esa y otras tareas de planificación para almorzar a tiempo, ya que el desorden de horarios ha repercutido en su estómago. Toma pastillas para superarlo.

Aunque su horario de trabajo -anota- termina a las 15:00, siempre se alarga. Incluso graba y edita videos, para los chicos, durante los fines de semana. Son las actividades asincrónicas de los otros tres días de la semana, que no está en contacto con ellos.

Por las tardes, Natalia es docente particular de tareas dirigidas y también apoya a su madre en un emprendimiento de venta de insumos de repostería, que tiene en Chone.

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