Dylann Roof, sospechoso del asesinato en Charleston, Carolina del Sur, EE.UU. Foto: EFE
Demacrado y con aire de absoluta indefensión, Dylann Storm Roof consiguió ayer (19 de junio del 2015) ocultar el verdadero rostro del verdugo que, hace menos de 72 horas, negó clemencia a quienes le suplicaron por sus vidas.
El aspecto de adolescente arrepentido que mostró en la imagen de circuito cerrado de televisión desde una corte de Carolina del Sur, se contrapone a la maldad que Dylann mostró la noche del miércoles, cuando cometió uno de los peores crímenes de odio de que se tenga memoria en Estados Unidos.
“Si yo pudiera, apretaría el botón de la inyección letal”, aseguró ayer Carson Cowles, tío del asesino, uno de los pocos que advirtió tiempo atrás de la entraña asesina de su sobrino, pero al que pocos quisieron escuchar.
El carácter retraído de Dylann, un joven de 21 años del que se investiga si está relacionado con alguna organización supremacista y quien nunca consiguió acceder a una universidad ni tenía trabajo en EE.UU., ha dificultado elaborar el retrato hablado de quien pasará a la historia como un “monstruo”, un “terrorista racial” y un “asesino desalmado” que no sólo acabó con las vidas de nueve personas de raza negra, sino que atentó contra los valores y el alma de una nación que parece incapaz de dejar atrás la guerra de la confrontación racial.
Un ejército de agentes policiales y periodistas se han dado a la tarea de armar el rompecabezas que es Dylann a partir de los testimonios de amigos y conocidos.
Hasta ahora, las investigaciones revelan a un joven que creció entre las trincheras del prejuicio racial y la exclusión social en Carolina del Sur. “Nunca pensé que Dylann se transformaría en un asesino. Y nunca le concedí demasiada importancia a las bromas racistas que hacía de sus compañeros o vecinos de raza negra”, aseguró John Mullins, un ex compañero de la escuela secundaria. “Hasta que la policía distribuyó su foto, supe que lo había subestimado como un criminal en potencia”.
Joey Meek, amigo de Dylann hasta que se distanció de este, asegura que durante un reciente reencuentro en el que ambos se emborracharon con vodka, el futuro multihomicida le había dicho que tenía “un plan” mientras se quejaba de que “los negros” estaban “tomando el mundo”. “Alguien tiene que hacer algo al respecto para la raza blanca”, añadió.
Meek entendió cuál era el “plan” cuando le vio en la imagen distribuida por la policía tras la masacre en la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel de Charleston.
De acuerdo con la cadena NBC, Dylann explicó a la policía que estuvo “a punto” de no disparar contra los feligreses, con quienes estuvo rezando durante una hora antes del tiroteo, porque habían sido “muy amables” con él. Sin embargo, finalmente el joven decidió que tenía que “seguir adelante con su misión”, según esas fuentes.
Dicha misión, en palabras del mismo Dylann, consistía en desatar una “guerra racial”.
Sin embargo, dos palabras le revelaron lo fallido de su intento: “Te perdono”, le lanzó ayer la madre de uno de los jóvenes asesinados.