Un local de repuestos, en el estado Miranda, con productos y servicios en dólares. Foto: Patricia González / EL COMERCIO
En centros comerciales de Caracas es posible hallar productos con precios marcados en dólares. También hay otros locales que no exhiben precios, pero al consultar el valor de un artículo la respuesta más frecuente es en moneda estadounidense.
Este es un signo claro de que en Venezuela, el país donde se abanderaba el llamado “Socialismo del siglo XXI” y que mantuvo un control cambiario por 15 años, el dólar cada día gana más espacio.
Ante las dificultades para sostener precios en bolívares en una economía hiperinflacionaria, los billetes verdes se han convertido en una forma de protección para empresas y pequeños comerciantes.
En dólares, los precios no distan mucho de una economía como la ecuatoriana. Blusas en USD 8, jeans en 40, zapatillas deportivas –con descuento– en 105. Con la diferencia de que el salario básico en el país caribeño, incluido un bono de alimentación, asciende a 300 000 bolívares (USD 6,4).
Una tienda de ropa, ubicada en Caracas, exhibe precios en la divisa estadounidense. Foto: Patricia González / EL COMERCIO
Los clientes tienen libertad para pagar en distintas modalidades. En bolívares, el efectivo es escaso, por lo que las opciones recurrentes son débito o ‘pago móvil’ (transferencia por celular). En dólares, se reciben efectivo, tarjetas internacionales o pago por Zelle, una aplicación para hacer transferencias entre bancos de EE.UU. También se aceptan euros.
En noviembre pasado, el régimen admitió su simpatía por los billetes verdes: “Ha aparecido un sector de la economía que hace sus intercambios con el dólar u otras divisas convertibles. No lo veo mal. Me declaro pecador. Es la autorregularización necesaria de una economía que se niega a rendirse”, declaró el mandatario Nicolás Maduro, en una entrevista.
La “dolarización transaccional”, como la llaman economistas, abarca casi todos los sectores. Según un estudio de la consultora Ecoanalítica, de octubre pasado, en siete ciudades del país, de 12 600 transacciones, el 53,8% se realizó en la divisa de EE.UU.
Los anaqueles de los supermercados exhiben precios en bolívares, pero aceptan pagos en otras divisas. En la sucursal de una cadena de supermercados en Caracas, cerca del 80% de los clientes paga en dólares o euros, señaló la supervisora del local. Los precios en bolívares pueden cambiar “en cuestión de horas”, explica, lo que les genera problemas con los clientes, quienes al pagar se encuentran precios distintos al del anaquel.
Los servicios de salud también están dolarizados. En un centro médico, en el estado Miranda, las consultas están en alrededor de USD 15. Thelma Rodríguez, oftalmólogo, explicó que estos precios se establecieron desde mediados de año, porque los médicos deben pagar el alquiler de los consultorios en dólares.
El desmontaje del control cambiario comenzó en 2018, con la derogación de la Ley de Ilícitos Cambiarios y un artículo de la ley del Banco Central de Venezuela, que impedía transar libremente con divisas. Se liberó finalmente en mayo pasado, cuando se permitió a los bancos hacer transacciones en divisas sin límite de montos ni control sobre tasas.
Sin embargo, la mayor parte de las transacciones con divisas se hacen por fuera del sistema cambiario oficial y desde antes de la derogación de la ley, como respuesta a la hiperinflación, explica el analista financiero Henkel García, director de Econométrica.
“Tanto comercios como consumidores se sienten cómodos manejando una referencia estable. Esto se incrementó a partir de los apagones de marzo porque prácticamente la única manera de pagar era con dólares en efectivo. No había puntos de pago y el bolívar es escaso”. Para García, esto ha dado cierto dinamismo a la economía.
Cauchos Panamericana, un local de repuestos de autos, en el estado Miranda, comenzó a dolarizar sus precios hace dos años y medio, porque adquiere sus productos en dólares. La gerente, Ana Macedo, indicó que cerca del 80% de los clientes paga con esa moneda.
Ante esta realidad, los ciudadanos buscan la forma de generar ingresos en dólares. Gloria Pabón vende repuestos de carros por Internet, en dólares o, al cambio, en bolívares. Al mes hace en promedio USD 100. Entre sus gastos están el alquiler de una habitación en Caracas, por USD 25, y el colegio de su hija, por el que paga una mensualidad en bolívares.
Anteriormente vivía en los Valles del Tuy, estado Miranda, donde tenía una tienda de víveres, pero la situación económica hizo insostenible el negocio. A esto se sumó la crisis de servicios, que es más aguda en el interior. “La luz es intermitente, se va dos o tres horas al día. Se me quemó una de las neveras del negocio”.
Según datos de Ecoanalítica, hasta octubre pasado, un 15% de la población recibía dólares de forma permanente, lo que les permitía tener una capacidad de gasto elevada. Un segundo grupo (35%) empezó a tener algún ingreso en dólares, en montos pequeños. Pero la gran mayoría (50%) no tenía ningún tipo de acceso al dólar.
“Hay una estructura de dualidad, con profunda desigualdad, entre quienes manejan divisas y quienes no; entre quienes tienen capacidad de protegerse y quienes trabajan en bolívares y están en vulnerabilidad”, subraya Asdrúbal Oliveros, director de la consultora.
A sus 43 años, Yamilet Martínez labora como vendedora en un comercio. Ella gana, con comisiones, cerca de 1 millón al mes (USD 21,4). Su única entrada en divisas son USD 20 quincenales que le da el padre de su hijo menor.
Sus tres hijos viven con ella. “Estiramos la comida porque no alcanza”. Yamilet, como muchos venezolanos, recibe cada mes la caja CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción, el sistema de distribución de alimentos del Gobierno). Para Oliveros, las opciones del venezolano promedio son escasas: “Se alimenta mal, tiene dependencia del Estado o de las remesas. Esto genera más incentivos para irse en condiciones adversas”.