Docentes se organizan para apoyar el procesamiento de test de covid-19

Rodrigo Henríquez (de pie), docente de la UDLA, colabora en tomas y procesamiento de test. También da clases.

Rodrigo Henríquez (de pie), docente de la UDLA, colabora en tomas y procesamiento de test. También da clases.

Rodrigo Henríquez (de pie), docente de la UDLA, colabora en tomas y procesamiento de test. También da clases. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Antes de la pandemia, el profesor universitario Rodrigo Henríquez organizaba su tiempo entre impartir clases e investigar. Hoy, la dinámica ha cambiado, ya que él y otros colegas se encargan del procesamiento de pruebas para confirmar o descartar covid-19.

Esta actividad la cumplen en los laboratorios de las universidades en donde trabajan. Hasta ayer, un total de 17 centros de educación superior constaba en el listado de lugares acreditados para procesar test PCR (con hisopado, avalados para el diagnóstico).

La mayoría se encuentra en Pichincha. Son seis: cuatro privados y dos públicos.

En el primer grupo están Universidad de las Américas (UDLA), Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), San Francisco y UTE. Las tres primeras ya realizan esta labor. La última espera los reactivos. Entre las públicas están la Central, que ya procesa los test; y la Espe, que espera empezar próximamente.

Estas universidades analizan en conjunto cerca de 850 muestras al día, no todas son de ciudadanos de Quito. El fin es llegar a por lo menos 2 000.

En el país se han tomado 141 683 muestras, entre PCR y rápidas. De ellas, 52 334 dieron positivo y 72 810, negativo, según datos publicados el pasado miércoles 26 de junio de 2020.

En el laboratorio de la UDLA se analizan 300 muestras diarias. En las primeras semanas -relata Henríquez, docente de salud pública- concretaron unas 700. “Hasta ahora se han procesado 3 000 muestras; la tercera parte vino de comunidades amazónicas”. También se testea a médicos en hospitales como el Eugenio Espejo y Pablo Arturo Suárez.

Él y otros catedráticos se han desplazado a provincias como Pastaza y Orellana para tomar muestras. Para ello han contado con el apoyo de las autoridades locales, quienes les han ayudado a llegar en avioneta o lancha a esas lejanas zonas.

“La experiencia ha sido agridulce; estamos satisfechos por el trabajo realizado, pero no hay la suficiente respuesta estatal para el control de la pandemia en esas zonas”.

Henríquez desarrolla a la par actividades académicas. Durante la semana imparte 11 horas de clase y se reúne con sus 240 alumnos. No descuida sus investigaciones.

Lucy Baldeón, directora del Centro de Biomedicina de la Universidad Central, vive una situación similar. En este laboratorio se analizan 200 muestras diarias del Municipio de la capital, por lo que debe acudir entre lunes y jueves. Los viernes los dedica a dar clases. “Luego preparo la materia, doy tutorías y corrijo pruebas”.

Por su parte, Sully Márquez, técnica-docente del Instituto de Microbiología de la San Francisco de Quito, señala que organizarse es complejo para las clases virtuales. Imparte una cátedra práctica en el laboratorio. En ese lugar procesan 150 muestras diarias.

Ante ello ha tenido que aprovechar plataformas y experimentos virtuales.

Otros catedráticos brindan asesorías para potenciar el procesamiento de pruebas. Este es el caso de Linda Guamán, científica y docente de la UTE, quien impulsó la participación de las universidades en el procesamiento de pruebas.

Hace unos días ella comenzó su trabajo como asesora en la Secretaría de Salud del Municipio de Quito. Su propósito -dice- es dinamizar el análisis de las 100 000 pruebas que adquirió el Cabildo para aplicarlas a la población. Se apoyarán en centros privados.

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