Roberto Ramírez empezó hace tres años cultivando cebolla, pero actualmente siembra melón con buenos resultados. Foto: Xavier Caivinagua para El Comercio
Las simétricas sementeras aparecen como una especie de oasis entre la geografía desértica del cantón lojano de Zapotillo. Son cultivos de uva, pitahaya, melón, coco, cebolla y arroz, que se abren espacio en este territorio.
Zapotillo es uno de los cantones fronterizos del Ecuador que recibe la influencia directa del desierto peruano de Sechura. El invierno es corto. Las lluvias caen entre diciembre y febrero, y por eso sus ríos Catamayo y Chira registran siempre bajos caudales.
El resto del año el paisaje es inhóspito, con árboles de algarrobos, faiques y guayacanes solo en ramas. Las carreteras rurales son polvorientas; y por la falta de agua, las tierras eran improductivas. Contados campesinos que viven cerca de los ríos sembraban maíz.
Según Afranio Sánchez, concejal rural, esto desencadenó la migración interna. Pero el Sistema de Riego Zapotillo –que opera desde hace ocho años– cambió esa realidad en sus habitantes y campesinos de otras localidades, que compraron propiedades en esta zona y apuestan a nuevos cultivos como la uva y pitahaya.
Uno de ellos es el lojano Roberto Burneo. Hace tres años –en sociedad con sus hermanos– adquirió una propiedad de 30 hectáreas en El Huásimo. La finca está a 15 kilómetros del centro de la ciudad, por un camino de tierra.
Allí, como un paraje aislado en el desierto resaltan los verdes cultivos. A un lado sobresalen los armazones –de dos metros de altura– tendidos con alambres como una especie de colchón, del que cuelgan los copiosos racimos de uvas.
Al otro costado hay media hectárea de pitahaya, con sus llamativos tallos verdes ramificados. Con la uva empezó hace tres años, siguiendo la experiencia exitosa de su vecino Eduardo Ludeña y en estos días realiza la segunda cosecha en las 12 hectáreas sembradas.
El pasado miércoles, 14 trabajadores avanzaban con tijeras –por debajo– cortando los racimos rojos de la fruta. En este cantón, la producción de uvas es lo más novedoso, pues se utiliza agua por goteo.
Por su dulzura tiene demanda, aunque requiere de más mano de obra. Cada hectárea de las 25 que tiene un predio produce 8 000 kilos; cada kilo se vende entre USD 2 y 2,25.
El emprendimiento de los Burneo (Agrícola Industrial Zapotillo) es el más próspero de la zona. Se ha hecho una inversión de USD 1 millón, entre maquinaria pesada, insumos y mano de obra.
La proyección de ellos es incrementar la superficie de cultivo (tiene 8 hectáreas listas para la siembra), para entrar en la elaboración de vinos y pasas; ya realizan pruebas.
Darwin Campos es otro cultivador de uvas. Con el riego puso a producir sus tierras, en principio con arroz y cebolla. Pero lo dejó porque el contrabando de esos productos desde Perú rompió el mercado y trabajaba a pérdida, dijo.
Con la uva generamos más fuentes de empleo y tenemos mercados seguros. Para cultivar sus 4 hectáreas tiene ocho trabajadores estables y contrata 20 más en las épocas de cosecha y podas, porque todo el trabajo es manual.
Este agricultor, que la semana anterior recibió un reconocimiento de la Prefectura de Loja por su emprendimiento, conoce que se importan USD 30 millones anuales en uvas; según él, al incrementar 500 hectáreas de este cultivo el país podría generar 8 000 nuevas fuentes de empleo.
En la actualidad, en Zapotillo hay 2 600 hectáreas entre los diferentes cultivos que se benefician del sistema de riego. Son 1 050 usuarios de las 17 juntas sectoriales.
La obra tiene 500 kilómetros de red primaria, secundaria y terciaria y capacidad para regar 7 800 hectáreas. Las zonas más productivas son Limones, Tronco Quemado, Valle Hermoso, Lalamor, La Ceiba y El Huásimo, “que antes eran inhóspitas”, dijo Franklin Correa, presidente de la Junta de Regantes.
Cada usuario paga USD 5 mensuales por hectárea cultivada y en el caso del arroz USD 7, porque demanda más agua. Al año recaudan USD 160 000 que se utilizan para el mantenimiento de la obra.
Roberto Ramírez, de 18 años, también está contento porque el agua les trajo mejores condiciones de vida para su familia. Hace dos años su padre Segundo, de 55 años, incursionó en la siembra de melón y en la actualidad tienen 1,5 hectáreas productivas.
La propiedad está rodeada de 50 plantas de coco en plena producción. En 20 días empezará la octava cosecha de melón. En cada cosecha obtienen alrededor 500 melones, que se comercializan en los mercados de Loja, Guayaquil y Santo Domingo y todo lo vende antes de cosechar. En el caso del coco, solo en este año han vendido 2 400 a USD 0,50 la unidad.
Ramírez y Campos coinciden en que los campesinos de esta zona deberían optar por los nuevos cultivos que son rentables, para aumentar la producción como cantón, crear una asociación de productores y volverse atractivos para otros mercados del país.
En esta zona también está la empresa lojana Ile, con una importante producción de cebolla para elaborar los aliños. Otros agricultores están sembrando moringa, planta (árbol) considerado de alto valor nutritivo y propiedades medicinales curativas.