Ángel Guzñay y su familia compraron máquinas de coser con el crédito. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Superar la línea de pobreza y mejorar los ingresos a través de emprendimientos es la meta de 1 975 familias de Chimborazo, que en lo que va de este año recibieron el bono de desarrollo humano.
Ellos solicitaron un anticipo de entre uno y dos años de la ayuda que reciben mensualmente (USD 50), para invertir en pequeños negocios y emprendimientos familiares.
En esa provincia, situada en el centro del país, las familias optan por negocios variados. Hay quienes se decidieron a abrir tiendas de abastos, a probar con nuevos cultivos o criar animales de especies menores. Y también quienes se asociaron para apostar por iniciativas más grandes y convertirse en generadores de empleo.
María Gualán y su familia, por ejemplo, buscan rescatar los tradicionales tejidos de Cacha y, a su vez, salir de su condición de pobreza. Su esposo, sus seis hijos y sus dos yernos son parte de este proyecto.
María empezó a recibir el Bono de Desarrollo Humano hace 25 años. Ella no pudo terminar sus estudios primarios y para sostener a su hogar continuó con el oficio de tejedora, heredado por sus padres.
“Antes, en Cacha todos tejíamos y vendíamos bien los ponchos. No faltaba la comida y teníamos suficiente para comprar lo que necesitaban los hijos, pero luego el mercado se dañó”, cuenta la mujer.
Ella recuerda que cargaba a sus hijos en la espalda y recorría los mercados de la provincia para vender los ponchos, bayetas, fajas y shigras que elaboraba en su casa. Pero los intermediarios le pagaban precios bajos y cobrar las deudas era complicado.
“Nos decían que no había dinero y no nos pagaban, así se acabó el negocio. Tuvimos que dedicarnos solo a la agricultura”, cuenta María, de 62 años.
La familia subsistía solo con el dinero del bono y los trabajos como obreros que conseguían ocasionalmente, hasta el 2018, cuando se animaron a solicitar el crédito del bono.
La familia recibió USD 1 100, que utilizó para comprar dos telares artesanales y una máquina de coser. Ahora son los propietarios de Arteka, una iniciativa que no solo comercializa las prendas tradicionales de la cultura Puruhá, sino que innovó con nuevos productos; hacen artículos para el hogar, cojines y juegos de mesa, hechos con el mismo diseño del emblemático poncho de Cacha, una parroquia indígena de Riobamba.
Quienes solicitan el crédito de desarrollo humano deben pasar por un proceso de capacitación y además reciben acompañamiento técnico para que sus ideas prosperen.
Las charlas duran tres días y se dictan a grupos que se organizan para recibir el dinero. Los capacitadores son especialistas en emprendimiento y les explican cómo administrar los fondos y cómo hacer un plan de negocios que evite pérdidas de inversión.
Además, les enseñan sobre mercadeo y procesos de manufactura. “Hemos tenido mucho éxito con los créditos de desarrollo humano. Hay familias que han prosperado tanto con sus negocios, que han salido de la condición de pobreza y ya no necesitan el bono. Eso nos permite redirigir esos recursos para ayudar a otras familias”, cuenta Manuel Ibarra, director distrital del Ministerio de Inclusión Económica y Social, en Chimborazo.
Esa Cartera de Estado no cuenta con cifras exactas del número de familias que salieron de la pobreza tras recibir el crédito, debido a que obtener ese indicador requiere un estudio especial. Sin embargo, sus funcionarios estiman que el 90% de las familias que recibieron este beneficio ya mejoraron sus ingresos familiares.
Los créditos se entregan a beneficiarios del bono en todo el país. En lo que va del año ya se otorgaron 52 046 préstamos por un monto que supera los USD 51,9 millones.
La mayor cantidad de beneficiarios del crédito vive en las zonas rurales, y lo invierten en la compra de ganado lechero. A diferencia de la agricultura, la venta de la leche genera ingresos diarios o quincenales.
Francisco Chuto y su familia, por ejemplo, adquirieron dos vacas lecheras con el anticipo del bono de desarrollo. Sus ingresos mensuales subieron de USD 150 a 297 desde que cambiaron de actividad y, aunque aún requieren la ayuda estatal para la manutención de los 10 miembros de la familia, él está decidido en seguir impulsando la producción de leche.
María Martínez, de 37 años, ya cumplió con uno de sus propósitos al obtener el crédito de desarrollo humano: generar fuentes de empleo.
Ella es madre soltera de cuatro hijos y solicitó el dinero hace tres años para iniciar un emprendimiento. Antes se dedicaba a la siembra de papas, choclos y habas, en Capsol, una comunidad de Chunchi. Hoy administra un bar escolar.
“Empezamos con muy poco. Usé el dinero del crédito para comprar una cocina, ollas, mercadería”, cuenta.
En contexto
Chimborazo es una de las provincias con mayor índice de pobreza y pobreza extrema del Ecuador. Allí 73 880 personas reciben el bono de desarrollo humano y otras pensiones a grupos vulnerables. Los créditos de este beneficio se otorgan desde el 2014.